| 25 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría
La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría

Tanques en la A-2

En estos momentos de incertidumbre, son muy pocos los que parecen entender que las batallas se libran antes en el terreno de las ideas y solo después en el campo de los hechos.

| Eduardo Arroyo Opinión

En esta hora de España, en la que todos parecen haber desertado de las verdaderas posiciones que aquí se dirimen -esto es, el deber de la defensa de la nación española, por encima de leyes y derechos -, se hace necesario más que nunca clarificar las ideas. Son muy pocos los que parecen entender que las batallas se libran antes en el terreno de las ideas y solo después en el campo de los hechos.

La reflexión me viene a la cabeza tras escuchar las declaraciones de Soraya Saenz de Santamaría, pregonando con toda solemnidad la estupidez de que el gobierno, ante el “desafío catalán”, garantizará la ley, la Constitución, la igualdad y no se cuantas otras abstracciones. A la vicepresidenta le costó tanto decir la palabra “España” que entran serias dudas de que tenga claro que lo que los sediciosos anhelan no es la destrucción de todas esas cosas -tan queridas a la vicepresidenta-, sino la destrucción de la nación española.

Es por eso por lo que decía que es imprescindible clarificar ideas. Veamos pues. Primero, y a riesgo de parecer reiterativo, es importante decir que se dirime la supervivencia de la nación española, no la Constitución, el derecho y demás. España es anterior a la Constitución y ésta existe para aquella y no al revés.

En segundo lugar, si el primer acto político es la apropiación de un territorio por un pueblo que quiere existir en la historia, esa defensa se manifiesta precisamente por la defensa de ese territorio. Por tanto, si el Estado es la organización política mediante la que el pueblo defiende su derecho a existir -no solo sincrónica, sino también diacrónicamente-, lo que precisamente el Estado no puede permitir ni tolerar es la sedición.

En tercer lugar, para defender su derecho a existir, el Estado tiene que emplear todos los medios a su alcance. Puestos en el trance, es la fuerza la razón política última. El Estado, es decir, el pueblo español, tiene el derecho a defender su existencia. Ser en la historia es defenderse, sin más.

La defensa ideológica de la nación

En cuarto lugar, no basta con una defensa política de la nación española, entendiendo por “política” el ejercicio de los mecanismos y potestades de tipo jurídico, militar, etc, a fin de contrarrestar la sedición. Es imperativa la defensa ideológica de la nación española en todos aquellos foros en los que se ve atacada: medios y tribunas públicas diversas, academia, instituciones, etc. El abandono de esta defensa es lo que poco a poco, primero, ha vaciado de conciencia nacional a los españoles y, segundo, ha hecho posible el desafío actual por parte de una banda de cretinos pero con decisión y con conciencia clara de la oportunidad.

En quinto lugar, es necesario desenmascarar la patraña de que el futuro de Cataluña corresponde “democráticamente” a los catalanes. Cataluña ha sido parte irrenunciable de España y multitud de generaciones de catalanes han dejado su sangre y su vida para que nuestro país -España- fuera mejor. Traicionar su sacrificio es escupir sobre los muertos, por lo que los sediciosos -lejos de defender a Cataluña- son la quintaesencia de su negación.

Este embuste es solo otra parte -la más publicitada por los sediciosos con motivo de la “desconexión”- del delirio general que supone el independentismo catalán, basado en un montón de sandeces con pretensiones históiricas y en la obscenidad de que la clase política nacional es peor que la indecente y archi-corrompida clase política catalana.
Vistas estas cinco cuestiones, queda citar una sexta.

Es absolutamente imprescindible tener claro que, si bien el gobierno está “en funciones”, el Estado no lo está jamás. Aquellos llamados por la Providencia a responder de los destinos de la nación deben estar decididos a garantizar el derecho de España a lo que es suyo incluso por la fuerza; es decir, incluso llevando los tanques de El Goloso por la A-2. Ya veremos entonces si los que preparan la puñalada por la espalda ríen y hablan con la frivolidad y la cara dura de la que hacen gala.

Toda su audacia arranca de que no tienen en frente un enemigo creíble, Por eso la decisión y las ideas claras disiparán fantasmas que hoy parecen terribles pero que en el fondo no lo son. Al fin y al cabo, nadie está obligado a dejarse asesinar en nombre de la democracia.