| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Ciudadanos y Vox se enredan en un bucle que solo ayuda a sus rivales

Cs debe decidir si se apoya en Vox o no y proceder en consecuencia, sin ambages. Y Vox debe aclarar si prioriza frenar a la izquierda o ser protagonista de ese cambio. No hay más.

| EDITORIAL Editorial

 

 

La Comunidad de Madrid puede llevar el mismo camino que la de Murcia si Ciudadanos y Vox persisten en sus posiciones actuales, fáciles de explicar pero difíciles de entender en ambos casos y por distintas razones.

De entrada, no tiene sentido que Cs espere y necesite el respaldo indirecto de Vox y que, a la vez, se avergüence de esa posibilidad y haga todo lo posible por disimularla.

Si para los naranjas todo roce con los verdes es nefando, es absurdo que aspire a gobernar con los populares y ha de explorar otras opciones, con el precio electoral que seguramente ello tendría para sus votantes, claramente alineados contra el PSOE de Sánchez.

¿Auxilar a quien te acosa?

Pero si no es así, debe respetar la liturgia de los pactos y sentarse a dialogar con ese socio directo o indirecto, sometido a una caricatura absurda por los mismos partidos políticos que, sin acuerdos entre Vox y Cs, ya acosan a los de Rivera en celebraciones como el Orgullo Gay.

Si los votantes de PP, Cs y Vox respaldan el entendimiento, sus líderes no pueden frustrarlo bajo ningún pretexto

No entender que, hagan lo que hagan -salvo rendirse ante Sánchez o Carmena o Gabilondo-, van a ser estigmatizados de "ultraderechistas" por quienes silencia pactos vergonzantes con Bildu o el PdeCat, refleja una preocupante inmadurez de Ciudadanos, presa del relato de sus adversarios con respecto a un partido que, guste más o menos, ni es fascista ni defiende muchas de las propuestas que sin embargo le adjudican.

Vox tampoco acierta

Pero Vox tampoco está acertado al vincular su decisión al trato y el papel que Cs le reconozca. Aunque técnicamente tenga razón en denunciar la actitud de Rivera, si al final las opciones son elegir entre PP, PSOE o nuevas Elecciones; no puede aferrarse a una cuarta posibilidad inexistente a sabiendas de que ello alimenta a los partidos que exigen un apartheid político para Abascal.

Con esas posiciones, agravadas por la falta de liderazgo del PP y reflejo del daño que ha generado la fractura en tres del centroderecha, se están dañando las expectativas de millones de españoles cuyas reflexiones debieran guiar a los partidos.

Si ellos, con sus diferencias, respaldan mayoritariamente el entendimiento de las tres formaciones, sus líderes no tienen derecho a frustrarlas.  Así se entiende mejor el crecimiento de Sánchez, consagrado en la encuesta de ESdiario: los errores de sus rivales lo aúpan como nunca.