| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El desencuentro entre Mariano Rajoy y José María Aznar ya ni siquiera se disimula.
El desencuentro entre Mariano Rajoy y José María Aznar ya ni siquiera se disimula.

Aznar guarda una bala que puede arruinarle a Rajoy y al PP la campaña electoral

Las relaciones están rotas por culpa del odio que el expresidente tiene al ministro de Hacienda. ¿Podría Aznar anunciar en plena campaña que no votará al PP? En Génova hay pánico por ello.

| Carlos Dávila España

 “Si nosotros no queremos y si él no quiere, para qué vamos a esforzarnos más”. Esta frase, más que frase un auténtica sentencia pronunciada por un alto o alta, como quieran, dirigente del Partido, revela las escasas, nulas, ganas que  tiene el partido de Mariano Rajoy de que José María Aznar participe activamente en la próxima campaña electoral. En la sede del PP no se preguntan curiosamente por qué su presidente de  honor le ha atizado a su sucesor un soplamocos directo a su línea de flotación política y económica, al hombre que le nombró tres veces ministro y que le señaló con su dedo, entonces indiscutible y poderoso, como heredero, como presidente de una organización que allá por septiembre de 2003 era una máquina imparable de ganar, ganar y ganar.

Y no se lo preguntan porque tienen una explicación: “Aznar odia a Montoro y le ha propinado un patadón terrible en el culo de Rajoy”. Así, como suena. El ministro de Hacienda que es, con certeza, el titular de esta cartera desde que la democracia es democracia, que acumula más enemigos rabiosos, es para Aznar el culpable directo de que él haya sido multado, y más que multado que es bastante, presentado como un defraudador ante la opinión pública española. Aznar, como miles y miles de españoles, se acogió en su momento a una regla perfectamente legal que consistía en utilizar una sociedad para administrar y declarar sus ingresos.

De pronto, el señor Cristóbal Montoro y  la tribu de voraces fiscalistas que le rodean, decidieron que aquella norma había que liquidarla y es más, había que liquidarla con efectos retroactivos, algo insólito no ya en la historia de la Hacienda Pública española, sino en la de la jurisprudencia general del Estado. Como a Montoro no le arredra nadie porque él, ya lo dice, “estoy curado de espanto”, puso a su reala a atacar a los “listos” (así les califican en el Ministerio) que se valieron de aquella argucia, tan perfectamente legal que era la preferida de asesores que habían sido altos cargos del departamento, y les han vaciado sin piedad los bolsillos. Con efectos retroactivos además.

Y Aznar cayó en la redada. Y no sólo cayó, sino que su nombre y sus dos apellidos fueron convenientemente filtrados a los medios de comunicación. Preferentemente a los enemigos que se frotaron las manos con las supuestas irregularidades perpetradas por alguien que muchos años, ocho, fue presidente del Gobierno, y que siempre será, para mayor INRI, inspector de Hacienda. Aznar no tiene duda: el traidor, designación nada piadosa que se distribuye en FAES, es el antiguo protegido del patrón, el que primero le hizo secretario de Estado de Economía y luego ministro del ramo fiscal.

Le queda a Aznar otra venganza: hacer efectivo su aviso: “Ni siquiera mi voto es cautivo”. ¿Se atreverá? Nadie se atreve a negarlo porque después de todo y como dicen en el PP de Rajoy: “No saben ustedes de lo que es capaz Aznar cabreado”

Y, ¿cómo se defiende Montoro?. Sin despeinarse replica allá donde le quieran escuchar: “Yo no me entero de nada; mi estilo no es meterme en camisa de once varas”. Las once varas son las que usa el Ministerio para desplumar a todo el que se pone por delante con martingalas más o menos leguleyas. Montoro ha adquirido en todos sus años de ocupante de la Calle de Alcalá, sede del Ministerio más repudiado por los contribuyentes, un auténtico pelaje de amianto de forma que no le afecta nada. Ni las críticas que no lee, ni los insultos que nadie se atreve a publicar porque la gente se tienta la ropa antes de zurrar a un ministro de este menester. Montoro asegura que a él nadie le advierte de lo que va a hacer (o hace) la Agencia Tributaria y como prueba presenta esta declaración: “Yo ni siquiera sabía que iban a detener a Mario Conde”.

Pero Aznar no se lo cree. Odia a Montoro y en consecuencia le ha enviado un recado escrito en el ABC. Una auténtica descalificación profesional que al perjudicado le ha traído por una higa. Otra vez se presenta como candidato por Madrid, después de haber recorrido sucesivamente Jaén y Sevilla,  otra vez está a disposición de mando, de modo que si el PP se consolida en el Gobierno el 26 de junio es muy probable que él siga siendo ministro. Y es que él incluso presume: “Algo debo tener para que en todos estos años no hayan encontrado otro ministro de Hacienda”. Y eso, que como suele repetir un colega, suyo: “Ni siquiera sabe un idioma”. Realmente no le hacen faltan lenguas para ser odiado; le bastan con leyes con efecto retroactivo.

O sea que Montoro vuelve al lío electoral y a José María Aznar no le llaman ni siquiera para celebrar un mitin en Quintanilla de Onésimo, su pueblo de veraneo cuando todavía era aspirante a  la Presidencia del Gobierno. Aún le queda a Aznar otra venganza: hacer efectivo su aviso de hace un par de años: “Ni siquiera mi voto es cautivo”. ¿Se atreverá? Nadie se atreve a negarlo porque después de todo y como dicen en el PP de Rajoy: “No saben ustedes de lo que es capaz Aznar cabreado”.