Fue la mano derecha de Álvarez del Manzano en los tiempos en que arrasaba el alcalde de origen sevillano. E impulsor de algunas de las obras más relevantes de Madrid.
No fue Tierno Galván, el mítico alcalde de Madrid que marchó a la eternidad en un funeral de Estado, pero coincidió con él y compartía con el viejo profesor esa afectuosa y educada forma de ver la vida. Enrique Villoria, concejal de Madrid desde las postrimerías del franquismo hasta el friso del año 2000, acaba de morir a los 80 años en un anonimato político que en realidad buscó al abandonar la actividad pública a finales de los años 90, envuelto en acusaciones que le hicieron daño y acabaron, como tantas veces, en la nada. Algo muy injusto.
Grandes obras
Su legado, sin embargo, es bien vistoso: los seis grandes túneles de Madrid, que conectan con el centro y el extrarradio todos los puntos cardinales del rompeolas de España, tuvieron su impulso, aunque el último, en O'Donnell cerca del célebre Pirulí, no llegó a inaugurarlo.
Villoria, en los años 90, en una imagen de Pilar Cocero
Su herencia también incluye el Palacio de Hielo y de algún modo el Campo de las Naciones, emblema de Madrid y también foco de algunos de los problemas que le hicieron marcharse tras protagonizar una de las batallas políticas más cruentas entre el PP y el PSOE de aquellos años, con Manzano y Barranco al frente, que hoy, viendo cómo se las gastan todos, parecería un juego de niños.
El otro Enrique
Villoria, nacido en Madrid en 1937, fue junto a otro caído, José Ignacio Echevarría, el mayor apoyo del alcalde Álvarez del Manzano, y ambos solían decir que eran "el pim pam pum del Ayuntamiento". Quienes le han conocido le recuerdan como un señor de los de antes, serio y cariñoso según cada circunstancia, con ese saber estar que rememora aquel aforismo según cualquier tiempo pasado fue mejor. Una excelente persona y un político de altura. Adiós a Enrique, pues, el otro gran Enrique de la política madrileña de antaño.