| 24 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Un giro inesperado en las negociaciones deja tocado y hundido al "celoso" Pedro

Cometió dos errores de cálculo con los que no contaba y desde entonces el líder socialista no levanta cabeza. Se pensaba que tenía la sartén cogida por el mango, todo controlado, pero no.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

Sin sorpresas. Nada nuevo en la posición del PSOE respecto al reto de la gobernabilidad. La reaparición de Pedro Sánchez en el Congreso ante sus más cercanos (reunión conjunta de la permanente de la Ejecutiva y la dirección del grupo parlamentario) sólo sirvió para cerrar dos largas semanas de ausencia pública y reafirmar que sigue vivo el bloqueo. Ciertamente, la aritmética sitúa al secretario general socialista como el único que puede evitar las terceras elecciones. Y, sin embargo, trata de alejar de sí tal responsabilidad. Eso sí, sin demasiada fortuna, por más que se lancen mensajes escapistas desde Ferraz advirtiendo del enfado de los socialistas por las presiones a las que les someten. O, incluso,  arengas sobre su “compromiso” con una militancia que pide a Sánchez que “resista” para no investir presidente a Mariano Rajoy.  

El giro de Albert Rivera resultó del todo inesperado para Pedro Sánchez

El líder socialista nunca admitirá tal extremo, pero el impulso al pacto del PP con C´s, ratificado por el Comité Ejecutivo del Partido Popular y que este jueves firmaron ambos partidos, lo ha dejado desconcertado. El giro de Albert Rivera resultó inesperado. Contrastaba con la contundencia ofrecida hasta la víspera por su núcleo duro (José Manuel Villegas, Juan Carlos Girauta o Miguel Gutiérrez) contra Rajoy. Ciertamente, Sánchez había emplazado al presidente a buscar la mayoría suficiente para la investidura y a gobernar con los que llama “aliados potenciales” de su partido, es decir, precisamente C´s así como CC, PNV y PDC. Pero la idea tenía truco. El secretario general del PSOE tenía interiorizada como ventaja propia su capacidad de acuerdo con otras formaciones, y dio por hecho que se llegaría a visualizar la soledad del PP. Todo, según había trasladado él mismo a su entorno, alimentaba esas esperanzas. Nadie acordará nada con Rajoy, remachaba una y otra vez. 

Y es que, de nuevo, llegó a pasársele por la cabeza la idea de repetir la operación fallida de la anterior Legislatura. Basta leer los labios del socialista incluso en esta última campaña, cuando abogó por “permitir gobernar a quien más diputados tenga detrás”. Él llegó a contar entonces, tras el 20-D, con 130 escaños a su favor (90 del PSOE y 40 de C´s). Desde luego, eran más que los 123 de Rajoy. Aunque eso fue así porque el líder del PP declinó ir a la investidura con una mayoría insuficiente. En la actual ocasión, el presidente en funciones podría contar con 170 escaños (137 del PP, 32 de C´s y 1 de CC), necesitando por tanto sólo 11 abstenciones o 6 apoyos más. Por eso, cuando Rivera viró hacia Rajoy, Sánchez quedó atrapado en su propio argumento al ver truncados sus planes. Lo hizo hasta el punto de llegar a confesar ante sus próximos la decepción que le había causado la conducta de su antiguo socio. Su ataque de celos le ha llevado a calificar de “tomadura de pelo” la respuesta de Rajoy a Rivera (horas antes de Rajoy firmara el pacto contra la corrupción que exige Rivera).

A estas alturas, resulta evidente que Sánchez minusvaloró la experiencia de Rajoy para moverse por la política

A estas alturas, resulta evidente que Sánchez minusvaloró la experiencia de Rajoy para moverse por  la política. Infravaloró su capacidad táctica para ganarse a una ciudadanía dispuesta a castigar a un partido, el PSOE, al que desean percibir como parte de la solución, y no como el principal escollo. Allí lo ha aparcado. El líder de los socialistas tiene ya la necesidad, además del deber, de hacer posible la gobernabilidad. No le queda otra. Aún más tras la imagen “superficial” de relax transmitida este verano a golpe de fotos, mientras Rajoy y Rivera seguían en la tarea en un momento tan delicado para España.  Más bien parece que lo único que consigue Sánchez últimamente es atizar ligadas a su formación imágenes de divismo, personalismo, división y enfrentamiento interno. Sí, un ejemplo de contumacia.