| 09 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

La elección de Rivera

Rivera ha dejado claro que no pactará ni con Pedro Sánchez ni con el PSOE tras las Generales. Un movimiento decisivo que acababa con la "apariencia de neutralidad", letal en campaña.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

 

Días atrás Albert Rivera tuvo sobre la mesa de su sede madrileña de la calle Alcalá un “tracking” con los siguientes resultados: PSOE 24%, PP 20%, Cs 19%, Podemos 15% y Vox 12% de los votos. Con esos datos, el líder naranja lo tuvo claro: era el momento de extender a todo el PSOE su veto inicial a Pedro Sánchez para conformar Gobierno tras el 28-A.

Se trata de un intento de despejar las dudas sembradas por Pablo Casado, que había arrancado la larga carrera electoral alertando de los peligros de entregar la papeleta a Rivera, a quien retrataba como un líder deseoso de aliarse al socialismo.

Pero además evidencia las ganas naranjas de dar la batalla en el centro-derecha. Es decir, de dar el sorpasso al PP de Casado. Solamente las urnas dirán si resulta efectiva la fórmula de buscar prioritariamente arrebatarle votantes a los populares en su terreno, renunciando, al menos momentáneamente, a conquistar a los socialistas hartos del sanchismo. Las cuentas de Cs indican que 7 de cada 10 votos le llegan del PP.

La "neutralidad"

Albert Rivera necesitaba elegir su campo de juego. La “neutralidad” o, mejor dicho, la capacidad de pactar a izquierda o a derecha, virtud de la que ha hecho siempre gala su formación, es mortal en campaña. La polarización consustancial a toda lucha electoral, mayor en estos tiempos, obliga a huir de las tierras de nadie.

Rivera necesitaba elegir su campo de juego. La “neutralidad” o, mejor dicho, la capacidad de pactar a izquierda o a derecha, virtud de la que ha hecho siempre gala su formación, es mortal en campaña

Lo comprobó Rivera en carne propia en 2015 cuando, ante la desconfianza del elector de uno y otro lado, se desangró en pocas semanas. Rivera estaba ahora preso en una suerte de sándwich. Le golpeaban por igual Pedro Sánchez por la foto de Colón y Pablo Casado a cuenta de la desconfianza -extendida por todo el PP, dicho sea de paso- sobre sus posibles pactos. Tenía que elegir.

Ampliar el foco

Y ha decidido apostar por seducir a los españoles que están en ese espacio que el PSOE, simplificando, desprecia como  “las derechas”. ¿Eso supone que Ciudadanos va a renunciar a ampliar su punto de mira? Para nada. Rivera sabe bien que en la campaña habrá muchos asuntos que ocupen la atención de los ciudadanos.

Y quien sea capaz de detectarlos correctamente tendrá posibilidades de crecer. Por ello, desde la moderación, sin renegar a su identidad, buscará ocupar espacios centrales que quedan políticamente huérfanos.