| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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A Sánchez le explotan en la cara sus "trapicheos" para robar votos de Podemos

Nadie ha entendido muy bien su inesperado y radical cambio de opinión, ni siquiera sus propios compañeros de filas... pero como buena "casta política" al final todo tiene una explicación.

| ESdiario Medios

El nuevo PSOE de Pedro Sánchez ha dejado atónito a más de uno con su inesperada cambia de opinión sobre el CETA, incluso a sus propios eurodiputados, a los que ha dejado en ridículo... De la noche a la mañana, ha pasado de definir al Tratado de Libre Comercio con Canadá como ejemplo de “globalización regulada y progresista” donde se “preserva la protección social, laboral, medioambiental y los derechos del consumidor” a denigrarlo como un tratado que “concentra más poder en las grandes corporaciones a costa de derechos”.

Claro que la jugada de Sánchez no ha pasado desapercibida y el economista Juan Ramón Rallo ha descubierto su cartas en un artículo demoledor para El Confidencial titulado CETA: El trapicheo político de Pedro Sánchez. 

Según Rallo, "desde un punto de vista liberal, uno puede entender tanto las alabanzas como las críticas al tratado: sus ventajas son obvias (supresión de cuotas y aranceles, reconocimiento mutuo de estándares de calidad, limitación de la potestad de los Estados nacionales para excluir de la competencia interior a empresas extranjeras, etc.) pero sus inconvenientes también (suprerregulación y desviaciones de comercio). Lo que, en cambio, resulta ininteligible es que un partido socialdemócrata lo rechace. A la postre, los dos pilares de la socialdemocracia son el intervencionismo y el internacionalismo".

De hecho, argumenta, "lo que caracteriza a la izquierda es su idea de igualdad entre las personas: de ahí que todas ellas deban someterse a normas globales comunes. En suma, la socialdemocracia aspira, o debería aspirar, a crear un mercado regulado mundial sin discriminaciones entre individuos". 

No obstante, "aquellos partidos radicalmente anticapitalistas podrán mostrarse dispuestos a sacrificar esta igualdad global entre individuos a cambio de torpedear cuanto sea posible el proceso globalizador. Por eso, la izquierda anticapitalista detesta el CETA: porque amplía el tamaño del mercado y, por tanto, los espacios del comercio. Y su odio al comercio supera su amor por la igualdad. Motivos distintos, pero estratégicamente convergentes, a los de la extrema derecha nacionalista, la cual deplora el CETA por diluir la identidad y la soberanía nacional".  

En este punto Rallo ironiza con que "hasta la fecha, no constaba que el PSOE fuera un partido ni de izquierda anticapitalista ni de derecha nacionalista como para rechazar el CETA por contribuir a aumentar los espacios de la globalización. Tampoco teníamos noticias de que el PSOE fuera un partido liberal-libertario como para rechazar el CETA por no eliminar completamente las barreras que existen a la globalización y al comercio. Por lo que parecía, y según había votado recientemente el grupo socialista en el Parlamento Europeo, el PSOE era un partido socialdemócrata que reputaba el CETA como una forma de expandir la globalización creando instituciones globales de gobernanza".

"¿A qué viene entonces la súbita abstención de los de Pedro Sánchez a propósito del CETA?", se pregunta para fulminar a continuación a Pedro Sánchez con una explicación muy sencilla: "El PSOE —como la práctica totalidad de la casta política española— es un partido sin más convicciones que su sed de poder. La socialdemocracia es una etiqueta que circunstancialmente le permite captar los votos que necesita para conquistar La Moncloa, pero en la actual coyuntura política no basta con reivindicarla propagandísticamente. Los de Pedro Sánchez necesitan o bien atraer al votante anticapitalista de Podemos o bien la confluencia parlamentaria de Podemos: y para conseguirlo han de acercarse a sus postulados más histriónicos… como oponerse al CETA".