| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Una mirada sobre Carmen Franco
Una mirada sobre Carmen Franco

Carmen Franco se aleja de España para olvidar el drama del Pazo de Meirás

La matriarca de los Franco ha pasado un verano difícil por la polémica sobre la propiedad más emblemática de su familia. Recién cumplidos los 91, repasamos los momentos claves de su vida.

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Ha sido un verano duro para los Franco. La matriarca de la saga es la que más se ha resentido de todo lo sucedido alrededor de El pazo de Meirás, una propiedad a la que siempre ha estado muy apegada sentimentalmente porque era uno de los lugares favoritos de su padre. Es allí donde la familia ha celebrado bodas, comuniones y hasta gabinetes de crisis cuando las cosas han ido mal dadas. Más veces de lo que la gente imagina. Y es que, aunque muchos no lo crean, lo de Los ricos también lloran es una realidad.

Carmen Franco ha cumplido noventa y un años y lo celebra con un crucero por el Danubio. Esta vez no ha habido reunión familiar con sus hijos y nietos porque necesitaba alejarse de Madrid para tomarse un respiro. Aunque mantiene esa tranquilidad y flema que la caracteriza, lo de Meirás le ha robado el sueño. Adicta a la cirugía estética, su aspecto no es el de una mujer de su edad. Se la ve activa y risueña. Sin embargo, sus hijos están preocupados por algunos achaques que sufre con asiduidad. Ella prefiere no hacer caso y seguir con su ritmo de vida junto a algunas amigas con las que viaja, va de compras o toma el té.

El matrimonio de Carmen y el marqués de Villaverde fue un fracaso. Ella descubrió muy pronto el gusto de él por la compañía femenina. Y es que Cristóbal Martínez-Bordiú siempre hizo alarde de sus amigas. Le gustaba fanfarronear sobre sus conquistas delante de sus amigos. Carmen Franco se resignó a una vida marital desgraciada en la que no faltaron algunos episodios desagradables. La pareja tuvo siete hijos de los que se encargó la nanny. Ella misma reconoció que la maternidad no ha sido uno de sus fuertes: “No me ocupaba de mis hijos directamente. Tenía una nanny extraordinaria que murió aquí en casa y los cuidó directamente. Yo los veía, claro, y vivían conmigo pero, la verdad, yo no he sido una madre de hacer los deberes con ellos y esas cosas. Teníamos mucha vida social y antiguamente las nannys llevaban ese peso con los niños”.

Pasan los años y se sigue hablando de la fortuna de los Franco. Los expertos en el tema aseguran que el ideólogo fue el tío Pepe, hermano del marqués de Villaverde. Sin embargo, la hija del caudillo niega que tal cosa sea cierta. Eso se contradice con el patrimonio familiar que la legalidad reseña: bloques de pisos, plazas de parking, terrenos, inversiones… Al respecto se han escrito multitud de libros y reportajes que han desentrañado el entramado financiero de la familia. A la cabeza del mismo, Francis Franco, uno de los hijos de doña Carmen que más titulares ha acaparado por sus meteduras de pata. Sin duda, un hombre de contrastes, que lo mismo ejerce de administrador que de asesor cinegético, como hizo para Berlanga cuando lo contrató para recrear el ambiente que se vivía en las cacerías del dictador y que plasmó en La escopeta nacional. Otros retoños del clan también han sido objeto del deseo de la prensa del corazón. Carmen ha reconocido que la mayoría de sus ingresos provienen de las exclusivas que ha hecho para su revista de cabecera. Las drogas también han azotado al clan en la persona de Jaime, que confesó su adicción durante el transcurso de su tormentosa relación con Ruth Martínez, que lo denunció por maltrato.

A Carmen Franco no se le puede negar su capacidad para amoldarse a los nuevos tiempos. Desde que falleció su padre, ha intentado no destacar excesivamente consciente de lo insólito de su caso. España es de los pocos países que ha permitido que los descendientes de un dictador continuaran viviendo en el país. En cuanto a sus hijos, los acepta como son y jamás se entromete en sus cosas. Ha aceptado los escándalos familiares con naturalidad, sin dar importancia y sin abrir la boca. Su lema es que cada uno tiene derecho a vivir la vida como le plazca. Su tranquilidad y aversión a ocupar titulares solo se ha roto en dos ocasiones: cuando fue interceptada en el aeropuerto de Madrid con 31 monedas de oro y tres insignias de solapa del mismo material en el bolso. Ella justificó el hallazgo diciendo que llevaba ese botín a Suiza para que con él hiciera un reloj que había visto en casa de una amiga y le había encantado. La segunda vez fue cuando demandó a José Luis de Vilallonga por publicar un libro donde aseguraba que era hija de natural de su tío Ramón, hermano de su padre, y de una mujer de dudosa reputación. Y ganó.