| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Peatonalizar la plaza del Ayuntamiento: maceteros outlet sin precio de ganga

El concejal Grezzi, con el beneplácito del alcalde Ribó y el silencio de la socialista Sandra Gómez, ha perpetrado una auténtico sacrilegio urbanístico

La movilidad peatonal y las respectivas zonas urbanas para su uso no es algo que inventase el señor Grezzi allá por el año 2015, cuando Compromís entró a gobernar el Ayuntamiento de Valencia. Aún no había nacido el Sr. Grezzi, y ya en varias ciudades holandesas se ponían en funcionamiento los “Wooonerf”.

Este término se traduce literalmente como 'patio viviente', y se aplica a espacios públicos donde la gente puede encontrarse, los niños jugar en condiciones seguras, y los peatones y ciclistas pueden circular libremente. Un sector de vía pública donde los vehículos a motor se permiten, bajo restricciones: baja velocidad (a paso de hombre); tráfico acotado (sólo vehículos particulares y cargueros pequeños) y estacionamiento limitado (no obstructivo ni invasivo).

En octubre de 1988, el Parlamento Europeo aprobaba la Carta Europea de los Derechos del Peatón. En dicha Carta, ya se recoge que “el peatón tiene derecho a que ciertas zonas urbanas sean para su uso exclusivo, lo más extensa posible, y que no sean simples recintos peatonales, sino que estén en relación con la organización general de la ciudad, y también el derecho a que conecten itinerarios cortos, lógicos y seguros”. Este documento recoge por aquel entonces el compromiso social y político con las personas de movilidad reducida, incorporando legislación sobre la accesibilidad y supresión de barreras arquitectónicas.

La transformación que sufrió Valencia en el plano urbanístico en los años de gobierno del Partido Popular ya atestigua en muchas de sus actuaciones esta necesidad de convertir al peatón en eje central de los espacios públicos, tanto los de nueva creación como aquellos entornos urbanísticos ya consolidados. Buena prueba de esto es la Ciudad de la Artes y las Ciencias, un espacio diseñado para ser utilizado únicamente por el viandante. Un complejo que conecta en la parte física con el magnífico jardín del cauce viejo del río Turia, y en la parte didáctica, con la cultura, la ciencia y las artes.

Pero en el caso que nos compete en este texto, se pretende analizar desde el punto de vista urbanístico la transformación de un espacio ya consolidado como es la plaza del Ayuntamiento. Recoge en su tesis doctoral el arquitecto Héctor Machín Gil que la ejecución del proceso de peatonalización tiene dos fases claramente diferenciadas. La primera fase consiste en la eliminación del tráfico rodado, lo que implica una separación total de la circulación de coches y la circulación de peatones, quedando un espacio exclusivo para estos últimos. La segunda fase es la reurbanización, proceso a través del que se practica la modificación física del nuevo espacio peatonal. Esto es necesario cuando las características de la vía estaban proyectadas de acuerdo con su función portante de tráfico vehicular, formada por aceras a ambos lados de una calzada central a distinta cota. En esta fase se busca la unificación de altura con nuevo material de pavimento, procurando una continuidad espacial.

De esta forma, podemos entender que existen una serie de medidas que favorecen el desplazamiento de los viandantes en una zona peatonal, como la proporción anchura/altura, acabado del pavimento, diferencia de nivel, ubicación de elementos singulares como el mobiliario, la vegetación o la existencia de parada de transporte público. Dicho de otra forma, el espacio público adaptado para convertirse en una zona peatonal debe tener unas condiciones dignas, cómodas y seguras. (Christian Kisters y Marcos Montes, 2010).

Es por ello, que podemos afirmar que un proyecto de peatonalización va mucho más lejos al simple aislamiento de los peatones en un hábitat confortable (Sandhal y Lindh, 1995). Y en este concepto es donde el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Valencia ha tergiversado la necesidad de transformar los espacios públicos en zonas adaptadas para el viandante.

Como si de un posibilismo se tratara, el señor Grezzi, auspiciado por Compromís, bendecido por el Sr. Ribó, y precisando como colaborador necesario el silencio de la Sra. Sandra Gómez, del PSOE, ha llevado a cabo un sacrilegio urbanístico en la peatonalización de la Plaza del Ayuntamiento. Y argumento que es un posibilismo porque han cogido parte de una doctrina urbanística como es la de transformar espacios consolidados en áreas peatonales, amables con el viandante, y la han retorcido de tal forma que lo que han llevado a cabo está muy lejos de ser una verdadera peatonalización.

El señor Grezzi no ha respetado ninguno de los principios que rigen la peatonalización de una zona consolidada: no ha adaptado el pavimento, no ha eliminado la diferencia de cota entre acera y calzada y no ha adaptado el mobiliario urbano a esta nueva realidad urbanística. En su lugar, ha dibujado un carril para la circulación y ha colocado unos maceteros de 1.000€ que su valoración decorativa y ornamental la dejo en manos del lector.

Una peatonalización outlet, del nivel que nos tiene acostumbrado el Sr. Grezzi, pero que puede salir muy cara a los valencianos. Sus maceteros, siguiendo con los términos comerciales, tienen poco de ganga, ya que cuestan cerca de 300.000€ y han provocado que el World Design Capital Valencia 2022 los haya calificado de "pecado visual”. Y su coste no se ha detenido ahí, en los últimos días hemos conocido que su mantenimiento anual rozará los 45.000€, a lo que hay que sumar los 8.000€ de la colocación de los escudos en los maceteros y, para terminar de enredar la situación, el modus operandi de ejecutar el expediente de contratación de la remodelación de la plaza ya les ha valido una denuncia en Antifraude.

Y para culminar este agravio urbanístico que le han realizado a la plaza del Ayuntamiento de Valencia, piensan llevar a cabo un asfaltado rojo de las partes peatonales. No entraré a valorar el color utilizado, supongo que, a 40 grados en verano a la sombra, habrán valorado el efecto de los tonos rojizos sobre el viandante.

Pero esta forma de actuar tampoco es novedosa: sus “zonas verdes” de la calle Sant Vicent se han convertido en trozos de asfaltos pintados del color análogo y salpicados por algún elemento del mobiliario como bancos o maceteros. Obviamente, son zonas que no son utilizadas por los viandantes al encontrarse a diferente rasante de la acera.

Lo que Compromís ha realizado en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia no es ni ético ni estético. No es ético porque han aprovechado una situación como la actual, con el foco mediático situado en la crisis sanitaria que vivimos, para actuar con una nocturnidad y alevosía que roza lo impresentable. Y no es estético, porque desde la construcción del edificio acristalado de la Plaza del Ayuntamiento, este espacio tan conocido y apreciado por los valencianos, no había sufrido un accidente urbanístico de mal gusto de tales características y envergadura.

Pero, dicho sea de paso, esta mala praxis de Compromís no es nueva ni nos pilla por sorpresa. Ya realizaron una peatonalización con las mismas características de los aledaños del Mercado Central y la Lonja, sin tener en cuenta los principios mínimos que rigen este tipo de transformaciones urbanísticas. Ya cambiaron la dirección de circulación de la Av. Del Oeste (antigua Barón de Cárcer), sin un informe técnico que lo avalara. Y también modificaron la Calle Colón al principio de la crisis sanitaria aprovechando que la opinión pública se encontraba prestando atención al coronavirus y sus nefastas consecuencias.

A toda esta peatonalización rápida que el Señor Grezzi ha realizado en la Plaza del Ayuntamiento hay que sumarle dos problemas técnicos. En primer lugar, las zonas peatonales no cumplen con la normativa expuesta en la Orden VIV/561/2010 que establece en el artículo 45, que “todo itinerario peatonal accesible deberá usar pavimentos táctiles, indicadores para orientar, dirigir y advertir a las personas en distintos puntos del recorrido”.

Dicho de otra forma, su peatonalización exprés no ha contado con las personas con movilidad reducida, ya que no se ha adaptado a las necesidades de este colectivo. Y, en segundo lugar, no se ha tenido en cuenta el denominado “efecto Bleichstrasse”, calle de la ciudad de Frankfurt que absorbe todo el tráfico como consecuencia de la creación de zonas para peatones de la calle Zeil.

Dicho de otra forma, el cierre al tráfico de calles del centro hace que se sustituya los trayectos de paso a otros por las calles vecinas, perjudicando a los habitantes de estas zonas. Y, como es habitual, este cierre parcial de la plaza del Ayuntamiento no ha contado con un informe que valore los posibles efectos negativos de las calles aledañas que absorban el tráfico.

El señor Grezzi prefiere no preguntar a los técnicos conocedores en materia para evitar así que lo que le indiquen y le expliquen hiera a su inconmensurable ego, algo que ya ocurrió al principio de la legislatura pasada con sus primeras y controvertidas actuaciones.

Es por todo lo expuesto que, desde un punto de vista técnico y social, es necesario que las adaptaciones de espacios urbanísticos consolidados a zonas peatonales se ha de hacer siguiendo unos preceptos técnicos que transmitan al ciudadano condiciones de seguridad y continuidad. Dicho de otra manera, si no adaptamos la calzada y las aceras existentes a las necesidades propias de los viandantes, éstos no las percibirán como un espacio seguro y seguirán utilizando la acera existente y no la nueva zona peatonal, como ya ocurre en la peatonalización del Mercado Central. A todo esto, se le suma que, si no se produce esta adaptación, el ciudadano entiende que esta peatonalización sólo se hace para perjudicar al tráfico rodado y no para beneficiarlo con un nuevo espacio del que pueda hacer uso y disfrute.

Finalmente, se debe puntualizar que, como en toda peatonalización, se ha de valorar el posible impacto económico de la misma en los comercios cercanos. Pero el Señor Grezzi, como es habitual en sus formas totalitarias de actuar que ha demostrado en sus cinco años de gestión en el Ayuntamiento de Valencia, no ha tenido en cuenta la opinión de los comerciantes ni de los vecinos de la zona. No ha tenido la mínima consideración de informales sobre la peatonalización propuesta, tal como denunció hace unos días la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia.

Como comenta Rolf Monheim en su estudio de ciudades peatonales alemanas: “Una ciudad sin áreas peatonales representativas parece ahora desesperadamente anticuada”. Y esto es lo que transmite Valencia con su “nueva peatonalización” de la plaza del Ayuntamiento: anticuada, arcaica, improvisada y que no se adapta a un emplazamiento tan representativo como es la plaza del Cap i Casal. Lamentablemente, esta actuación de Grezzi no representa a la gran ciudad que es Valencia y no hace justicia a sus increíbles monumentos, espacios públicos y fantásticos lugares con los que cuenta.

*Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y concejal del PP en el Ayuntamiento de Carlet