| 04 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Rovira, la monologuista torpe

La nueva diva de ERC, arrasada por Inés Arrimadas ante Jordi Évole, se estrena soltando paridas con premura y estrépito: la Policía Nacional y la Guardia Civil son "ultraderecha".

| El Lector Perplejo Opinión

 

 

Por ir directos al grano, Marta Rovira dice muchas tonterías. No es fácil distinguirse en esta especialidad en su gremio, donde paree librarse una competición a cara de perro por ver quién llega más lejos escupiendo o sacando los pies del tiesto. Y, sin embargo, ella destaca.

Siempre y cuando sea en formato de monólogo, mitin o tuit; esto es, si no hay respuesta y puede disertar con la certeza de que nadie le pondrá en aprietos o en vergüenza: baste recordar la monumental somanta de palos políticos y dialécticos que le pegó Inés Arrimadas en su debate en 'Salvados', pese a las indisimuladas ayudas del árbitro de la contienda, un Jordi Évole que intentó compensar el estropicio para al final sufrirlo él mismo, al menos en las redes sociales, por poco imparcial.

Con Rufián jugando en otra Liga y Junqueras en la cárel, Rovira ha tenido que desplegar sus múltiples prestaciones en tiempo récord para hacerse un nombre. Y a fe que lo ha conseguido: en apenas unos días ha pasado de la nada anónima a la nada célebre, por mor de su designación -de pacotilla, al tiempo- como candidata de ERC en las Elecciones del 21D, en una campaña de propaganda que tiene toda la pinta de mero truco barato para al final presentar al bueno de Oriol.

Detritos

El caso es que doña Marta ha ido esparciendo detritos como si no hubiera un mañana, explotando al máximo la inmensa capacidad de Twitter como vertedero virtual de lo mejor de cada casa. Con perlas como ésta, que hace suya aunque la autoría original sea de un ¡profesor universitario!:

 

 

Para ambos, es una afrenta intolerable que se condecore a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, dos cuerpos que entre otras muchas cosas se dejan y dejarán la piel en defender, incluso a quienes les vejan, cuando lo necesiten. La propuesta original es de Ciudadanos al que Rovira y sus mariachis incluyen en el mismo epígrafe que al PP: la "ultraderecha". Y por si fuera poco, en el ya célebre 'Salvados' volvió a sugerir su zafia mentira sobre la sangre que iba a correr en Cataluña por parte del Estado "opresor". Ni una prueba ni un testimonio, nada más allá de su verbo frentista e incendiario.

Todos franquistas

Todo es ultraderecha para estos intelectuales vanguardistas y, en ese sentido, hasta abría que reírse de su contumaz esfuerzo por resucita a Franco, sin el cual su evanescente discurso quedaría definitivamente en pelota picada.

Pero este mensaje no hace gracia por una razón relevante: los Cuerpos de Seguridad hacen falta, entre otras razones, para paliar la amenaza yihadista en Cataluña. Ésa que ya provocó una matanza en agosto, con los Mossos d'Esquadra en la inopia y más pendientes de ayudar a la 'República' que de sospechar de la indiscretísima explosión de una casa, ocupada por musulmanes, en las vísperas del atentado.

A los Mossos se les condecoró, con una precipitación que entonces fue escandalosa y hoy es abominable, y la señora Rovira no dijó ni mú. Ahora que ve solo grises corriendo con la porra en la mano, conviene recordarle la ingente tarea de prevención de atentados que a lo largo de los años han desarrollado policías y guardias civiles.

 

 

Sabemos que es imposible convencer a esta buena mujer de nada. Y somos consicentes de que no rema sola en ese mar de mentiras y burundangas con que el secesinismo intenta intoxicar a los ciudadanos más incautos. Sólo hay que ver otras barbaridades similares soltadas por Lluís Llach, otrora cantautor coñazo y ahora coñazo a secas, para entender la de Roviras que andan sueltas:

 

 

A vueltas con la 'represión', se recomienda un último esfuerzo inútil para tratar en vano de convencer a los rufianes de la película: si la España que ellos describen existiera de verdad, ellos no podrían decir las cosas que dicen ni ocupar los cargos públicos que ocupan. La única brutalidad existente en esta historia es la retribución que comporta su función: nadie en la historia ha cobrado tanto por decir tantas tonterías juntas, sin coger aire siquiera.