| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Lo que Lime ha unido, que no lo separe Ribó

Igual Lime se pasó por la tabla de sus patines la logística de su desembarco, pero con su método de transporte alternativo unió a pijos, modernos, yuppies y perroflautas. Un caso de estudio.

| Dulce Iborra Edición Valencia

Si hay algo difícil en esta, nuestra ciudad, es que nos pongamos de acuerdo en algo. Las tribus urbanas se reparten como escaños en la opinión pública valenciana, alineadas normalmente a una opción política, como si de un equipo de fútbol se tratara. Da igual cuál sea la decisión. Si es de tu partido, es de categoría, y si es del otro partido, es un desastre y nos va a llevar a la absoluta miseria económica y social. Eso es así.

Desde que a Grezzi le diera por jugar a los playmobil y reorganizar el tráfico de Valencia, construyendo un carril bici para los clics ciclistas, votantes de izquierda y derecha se han dado de leches en los muros de Facebook y Twitter, defendiendo y atacando posiciones a golpe de lógica aplastante: si vas en bici, eres un perroflauta o un moderno; si vas en coche, eres un pijo o un yuppie.

Al italiano y a Ribó, le han llovido páginas de periódico para envolver las Torres de Serrano, desde que el anillo se convirtió en una soga al automóvil en aras de fomentar un trasporte alternativo, menos contaminante.

Hasta aquí, todo muy manido. Lo esperado después de ver la llegada en bici de Ribó al ayuntamiento, en su primer día de cole. Pero de repente llegó Lime y nos dio una lección de quiénes somos y cómo nos va.

Un día de finales de agosto nos levantamos y la ciudad estaba llena de patinetes color lima, que Uber y Alphabet -el diablo, para los taxistas, y su colega- habían esparcido por doquier, con el ánimo de sumarse al lobby de nuestro gobierno. Tanto habían presumido Grezzi, Ribó y compañía, de modernos y ecologistas, que las empresas se lo habían creído.

Y la ciudadanía flipando. Ejecutivos descargándose la app de los patinetes; CEO’s probando el trayecto de la oficina a casa; niñ@s bien, planificando su camino a la universidad para el nuevo curso; modernos reconsiderando compaginar las motos eléctricas con el patinete; y perroflautas sonriendo con cara de “tú ves…”. Un mundo ideal, sobre ruedas, y en bandeja de plata. Fin de la eterna discusión sobre movilidad.

Pero no, se ve que era una broma. Que no estamos preparados para el mundo ideal de Grezzi y Aladdin. “Llévense los patinetes o les metemos un paquete que se van a cagar. ¿A qué santo convierten ustedes nuestra idea en un negocio? ¿Y si ahora queremos que la gente vaya en burro? Si hubiéramos querido patinetes, habríamos creado valenpatinet -la spin off valenciana de valenbici-. Largo de aquí”.

Mientras imagino esta viñeta cómica, leo un newsletter de Cabify que acaba de entrar en mi mail. Se titula “En el futuro cabemos todos” y habla de que Cabify no es excluyente del taxi… Y ahí es cuando me viene a la mente todo esto. La exclusión es la madre del cordero en la polarización de cualquier postura. Igual Lime se pasó por la tabla de sus patines la logística de su desembarco, pero con su método de transporte alternativo unió a pijos, modernos, yuppies y perroflautas. Cuanto menos, es un caso para el estudio.

Sinceramente espero que vuelva, quizás hayamos dado con el vehículo que nos llevará a una ciudad con menos coches (que no, sin). Falta solventar el lugar donde estacionarlos, pero ese no es el problema más grande que tiene nuestro gobierno en materia de movilidad.

Oremos: lo que Lime ha unido, que no lo separe Ribó.