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La entronización de una nueva dinastía: el Compromiso de Caspe

El Compromiso de Caspe entronizó a una nueva dinastía y constituyó una solución jurídica sin precedentes: los súbditos elegían a su rey

| Carlos Mora * Edición Valencia

El 30 de junio de 1409 Martín el Joven, rey de Sicilia y heredero de Martín I de Aragón, derrotó a las tropas del giudice de Arborea en la batalla de Sanluri. Obtuvo así un triunfo que ponía fin a las sucesivas rebeliones en Cerdeña que habían puesto en jaque al dominio aragonés sobre la isla desde mediados del siglo XIV. Pero la victoria se cobró un elevado precio: apenas unas semanas después murió en Cáller (Cagliari), de malaria, el propio monarca vencedor.

La Corona de Aragón se quedaba sin un sucesor directo y el rey, Martín I, superaba ya los cincuenta años. La monarquía estaba sumida en una profunda crisis financiera y sufría las presiones de poderosas facciones nobiliarias que menoscababan la autoridad real.

El rey convocó una asamblea de juristas, pero lo cierto es que sus días terminaron antes de que designase a un sucesor. Así pues, la extinción biológica de la dinastía dejaba el trono vacío en unas circunstancias muy delicadas, lo que auguraba nuevas turbulencias.

Diferentes intereses económicos, políticos e incluso espirituales entraron en contradicción. Las banderías y pugnas estallaron violentamente ante la ausencia de un heredero declarado. Las parcialidades, a través de sus redes de clientela, extendieron las discordias al conjunto de la sociedad y la precipitaron a una guerra civil.

Hasta un total de seis pretendientes se disputaron el trono, pero los acontecimientos los redujo a dos: Jaume d'Urgell y Fernando de Trastámara. El primero era bisnieto de Alfonso IV y cuñado del difunto rey. Llegó a ser nombrado por este Gobernador General, un cargo tradicionalmente ocupado por el heredero. Fernando, por su parte, era nieto de Pedro IV e hijo de la hermana de Martín I, poseía un destacado prestigio militar (conquistó Antequera en 1410) y extensos dominios y recursos castellanos al estar casado con Leonor de Alburquerque, conocida como «la Rica Hembra». En el reino de Valencia, la capital y la facción encabezada por los Vilaragut apoyaron la causa urgelista, mientras que las zonas fronterizas con Aragón y los Centelles se inclinaron por Fernando.

El asesinato del arzobispo de Zaragoza a manos del principal líder urgelista en Aragón desacreditó decisivamente dicho bando en favor de Fernando, quien también sumó la intervención de Benedicto XIII, el Papa Luna. Este también apoyó y legitimó una solución consensuada para el conflicto, fórmula que Aragón y Cataluña aceptaron en la Concordia de Alcañiz. En Valencia, la victoria de Fernando sobre los urgelistas en la batalla del Cudolar de Morvedre (Sagunto, 1412) le permitió imponer la adhesión del reino a dicha concordia.

Para decidir al nuevo rey, se determinó que cada territorio (Valencia, Aragón y Cataluña) nombrase a tres compromisarios y se reuniesen en Caspe.  Uno de los compromisarios valencianos, el dominico Vicent Ferrer, futuro santo patrón del reino, asumió un papel protagonista durante las deliberaciones.

De reconocido prestigio, fue él quien leyó la sentencia de Caspe el 28 de julio de 1412 por la cual era nombrado como monarca Fernando I. Jaume d'Urgell no reconoció este resultado y se levantó en armas, pero fue derrotado en 1413. Se le desposeyó de todos sus títulos y bienes y terminó sus días como prisionero en el castillo de Xàtiva.

Este episodio histórico ha sido objeto de un amplio e interesante debate historiográfico. El Compromiso de Caspe entronizó a una nueva dinastía y constituyó una solución jurídica sin precedentes: los súbditos elegían a su rey.

A partir de entonces, dos ramas de una misma familia, los Trastámara, reinaban en las dos Coronas peninsulares más importantes: la de Castilla y la de Aragón. Sus respectivos herederos, pocas generaciones después, Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, contraerían matrimonio en 1469.

*Doctor en Historia-UV