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Torra, durante la Diada de este año
Torra, durante la Diada de este año

Caminos paralelos: independentismo catalán y brexit

El problema no radica en la opresión del estado, como mantienen los independentistas, ni en una oposición poco leal, como demostraron las constantes puñaladas a May desde su partido

| José Luis López Valenciano Edición Valencia

El independentismo catalán y los partidarios del brexit cuentan con unas bases comunes que les conducen al mismo lugar por caminos paralelos. La falsa unidad para solicitar su objetivo explota en pedazos cuando éste se acerca y toca materializarlo.

El problema no radica en la opresión del estado, como mantienen los independentistas, ni en una oposición poco leal, como las constantes puñaladas a Theresa May por parte de los miembros de su propio partido demostraron.

Se ha dado la vuelta a la máxima "errar es humano, rectificar es de sabios", de modo que el error no existe y la rectificación tampoco. La huida hacia adelante, generando un efecto bola de nieve que lo arrastra todo a su paso, es la política que se ha impuesto.

Ciertamente, toca matizar. Esquerra Republicana se ha beneficiado enormemente de la huida de Puigdemont, sus estrafalarias apariciones y la debilidad cada vez mayor del PdeCAT. Fray Junqueras, ahora cómodamente instalado en una cárcel catalana, continúa dirigiendo su partido, pero con una vuelta a un cierto pragmatismo, que pasa por la renuncia a la declaración unilateral de independencia y una actitud de relativa colaboración y normalidad en la vida política española.

La Diada de este año ha puesto de manifiesto el desgaste y las malas relaciones entre las diferentes corrientes independentistas, carentes de unidad y de capacidad de movilización. Ni siquiera la cercanía de la sentencia sobre el Procés ha sido suficiente para plantear una respuesta común; ni la habrá. La realidad se ha impuesto ahora es todo un "sálvese quien pueda".

Tampoco es el Partido Conservador de Boris Johnson un ejemplo de unidad ante el líder; menos todavía cuando expulsa sin contemplaciones a más de una veintena de diputados díscolos por hacer exactamente lo que él mismo y otros muchos tories llevaban haciendo con May: oponerse al Premier.

Ni el propio nieto de Winston Churchill se salvó de esta sanción disciplinaria. Al menos, el parlamento británico pudo aprobar la moción que impediría una salida sin acuerdo y obligaría a solicitar una prórroga.

El informe Yellowhammer, elaborado por el Tesoro de Reino Unido y hecho público esta semana, pinta como escenario más probable de una salida a las bravas una verdadera catástrofe, con desabastecimiento de alimentos y medicinas, aumento de los costes de la electricidad, colapso de las aduanas y, en el caso de Gibraltar, retrasos en los accesos de hasta cuatro horas, de lo que se resentiría tanto la población gibraltareña como la española que trabaja ahí.

Habría que ver si, dadas estas condiciones, se abre de nuevo la posibilidad de celebración de un segundo referendum en que se pregunte a los británicos si de verdad desean el brexit o quieren terminar ya con esta pesadilla y fuente de verdadera vergüenza ajena.

Caso de triunfar en esta ocasión la permanencia, deberá hacerlo además de modo incontestable. Decisiones de este calibre, a diferencia del triunfo del SÍ al brexit, no puede dejarse a mayorías raspadas,sino cualificadas.