| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Un Caudillo nada fascista que creó la España del siglo XXI
Un Caudillo nada fascista que creó la España del siglo XXI

Un dictador, un conservador, nunca un fascista

Francisco Franco está de moda. Y para muchos la moda es asignarle los vicios y las virtudes de los fascismos, que él nunca tuvo. ¿La Memoria Histórica consiste en decir tonterías?

| Pascual Tamburri Opinión

En El gran debate, Yuval Levin acaba de explorar las raíces históricas de la división entre derecha e izquierda tomando como referencia las ideas de los dos hombres que antes de la misma Revolución Francesa encarnaron el origen de cada término. Edmund Burke y Thomas Paine fueron la encarnación del nacimiento de la derecha y de la izquierda, los orígenes del conservadurismo y del progresismo. Y ese debate sigue abierto, de alguna confusa manera, en nuestros días en los que sólo siendo “progresista” parece posible ser “políticamente correcto”.

Entre medio, algo aún más terrible ha sucedido, y es que casi institucionalmente todo lo que no sea “progresista” es susceptible de ser des-calificado como lo peor de lo peor, es decir “fascismo” incluso setenta años después de la derrota y desaparición de los regímenes fascistas, y sin excepción a diferencia de lo que pasaría después con los comunistas.

 Por esa confusión oficial tan a gusto de la izquierda y tan a ignorancia de una derecha que no se atreve ni a llamarse derecha es necesario a los cuarenta años de morir Francisco Franco entender por qué el dictador español no fue y nunca pudo ser fascista.

El franquismo no es fascismo, lo primero, porque no es pariente ni siquiera lejano de ningún idealismo moderno. Desde luego que en los fascismo hay más, mucho más, que Hegel, pero el franquismo no tiene ni mínimos restos de éste. El franquismo, como conjunto de ideas y mientras fue algo vivo, fue alérgico al mundo moderno, fue de todo menos voluntarismo, pasión o vitalismo. Por supuesto, no hubo un Gentile español; pero tampoco han encontrado el parentesco al buscarlo ni Nolte, ni Payne, ni JJ Linz. El franquismo es, y de un modo ajeno a cualquier fascismo, pragmático, trascendente y cristiano. En ese sentido hubo quizás fascismo en Ramiro Ledesma, en los Laínes y todo el grupo de Jerarquía durante la guerra, en Giménez Caballero antes de la guerra y en Dionisio Ridruejo después de ella. Pero poco en el franquismo y nada en Franco.

Ni Franco ni la economía de la España franquista fueron fascistas. Sólo palabrería y decoración, porque en los sindicatos sólo creyeron algunos idealistas y sólo al principio. En lo económico, el franquismo fue puro capitalismo con la corrección de algunos elementos de justicia social cristiana. Desde luego no llegó mucho más lejos el corporativismo en Italia, ni la elaboración doctrinal en Alemania, pero esa manifiesta la voluntad de un cambio económico y social que el Fuero del Trabajo anunció pero nunca se cumplió. Cualquiera de los ministros económicos del pleno franquismo podría serlo hoy sin problema. Al final, el franquismo significó una liberalización de la economía y para nada la construcción de un Estado omnipotente ni de una nueva clase. Sólo un maquillaje de una realidad que ni se discutió ni se tocó, sino que simplemente se hizo crecer.

Políticamente, el franquismo estuvo en las antípodas del Estado totalitario. Con Franco hubo, sí, un Caudillo y un Partido, pero ninguno de los dos encarnó la voluntad de construir una Nueva España. Y mucho menos de hacerlo movilizando a las masas, cosa a la que el franquismo, con excepciones nada franquistas, fue alérgico. Nunca se entregó todo el poder a la Falange, y en realidad nunca el Movimiento fue la espina dorsal de la Nación, ni Franco su apóstol. De hecho, y aunque no sea muy estético recordarlo, el franquismo en conjunto estuvo más cerca humanamente de la vieja Dictadura de don Miguel, de la vieja monarquía alfonsina corrupta, del aroma de sacristía y de café, de los viejos generales liberales y del viejo caciquismo que de un fascismo moderno y modernizador que nunca se quiso aquí.

Franco tuvo, es verdad, varios enemigos en común con el fascismo. El comunismo por supuesto y sin discusión. También la masonería y el liberalismo, pero no en el sentido del fascismo sino más bien en el de los Papas, y con la importante salvedad de que Franco dejó su herencia en manos de quien había de convertirla al liberalismo como bien vemos y disfrutamos ahora. El franquismo fue una expresión pasajera de una reacción conservadora cristiana y española, no un fascismo español. Intentar hoy descalificar a Franco llamándolo “fascista” significa no conocer ni al general ni su entorno, ni tampoco al fascismo.

¿Podemos llamarlo Tradición? Desde luego más que fascismo. El franquismo no sabía dónde iba, precisamente porque no iba a ninguna parte. Pudo ser distinto en manos de los que soñaron una España moderna y una Falange verdaderamente fascista, pero ese momento nunca no llegó, básicamente porque Franco no lo quiso. Sólo por insulto puede llamarse fascista al franquismo o al mismo Franco, un dictador cuyos defectos en la Historia son sin duda muchos, pero otros.

 

Pascual Tamburri