| 16 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La olla a presión de Rivera: el match ball de Cs en el momento más delicado

Ciudadanos y su presidente viven momentos complicados con la presión de qué hacer con Sánchez y cómo no desdibujar el partido. Y éste es el plan de un Rivera asomado al acantilado.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

 

Finalmente, “se movió”. Albert Rivera ha protagonizado la primera sorpresa de la precampaña. Habrá más. Los partidos se han dado cuenta de que la situación es compleja y de que los desafíos que nos aguardan no son ninguna broma. Así que deberán dar pasos si desean que los españoles vuelvan a tenerlos en cuenta. 

Algunos colaboradores del líder de Cs cuentan que en los últimos meses Rivera ha reflexionado mucho. Ha tenido tiempo. Su teléfono “ha ardido”. Ha conversado con empresarios, economistas, intelectuales, analistas... y con su equipo. Y se ha hecho una composición de lugar que concluye en una frase que repite su entorno: “Esto no se sostiene más: o nos movemos, o nos borran del mapa”.  

De ahí el anuncio de que, después del 10-N, Ciudadanos será parte de la solución, sea a la derecha con Pablo Casado, sea a la izquierda con Pedro Sánchez. Regresa al “bisagrismo”. Al puro centro. Eso sí, cuando se abran las urnas veremos si la bola de nieve que ha ido creciendo desde que decidió vetar al PSOE para sobrepasar al PP no se ha hecho tan grande que convierta a los naranjas en innecesarios. Es un riesgo que no puede excluirse. 

 

Los sondeos que tiene sobre la mesa Albert Rivera apuntan a que España es una “olla a presión”. Seguir instalado en una engañosa “normalidad” como en la que nos movemos desde el 28 de abril es hacerse cínicamente  trampas en el solitario. Caminamos con paso firme a  tener tras el 10-N un gobierno en funciones por meses –algo tan del gusto del made in Pedro Sánchez-, porque la aritmética que salga de las urnas puede ser endiablada. 

El vértigo

En eso coincidieron el viernes pasado dos políticos tan ideológicamente dispares como Felipe González y Mariano Rajoy. Ambos tienen una indiscutible experiencia en el timón del país en momentos de terribles convulsiones.

El 11-N, ese “día después”, da vértigo. Y pocos lo dudan. Lógicamente, tanto Pedro Sánchez como Pablo Casado fruncieron el entrecejo. Los “jarrones chinos”… otra vez. Cualquier esbozo de la “Gran Coalición”, con la precampaña en marcha, gripa las estrategias por el voto útil de socialistas y populares. 

 

 

Así que Rivera, el político que llegó como una solución a la deriva del nacionalismo catalán y, después, como reconstituyente para un sistema de partidos caduco, no tiene otra: o Cs es parte de la solución o ni siquiera tendrá tiempo de ser parte del problema. Así están las cosas. Además, con la volatilidad demostrada por los nuevos partidos, nadie está libre inclusive de desaparecer si no le demuestra a los españoles su utilidad. 

Naturalmente, muchos de los que exigían movimiento a Rivera... también le critican por moverse. Lo llaman “veleta” por su enésimo “bandazo”. Tal vez lo sea. Incluso por un momento llegó a hacer creer a Casado - o el líder del PP así lo interpretó - en su abstención para evitar una vuelta a las urnas. 

La "sondeocracia"

Sea como fuere, en su descargo cabría decir que ha mantenido su palabra ante los votantes hasta las últimas consecuencias. (¿Se imaginan el roto que le habría hecho al centro derecha tras el 26-M si, atendiendo a tanta petición de superar su “No es no” a Sánchez,  hubiera olvidado sus promesas dando los gobiernos de Castilla y León, Murcia y Madrid y el Ayuntamiento de la capital de España al PSOE?) Pues eso. Que me parece coherente. 

Veamos ahora cómo interpreta este paso del líder de Cs el caprichoso y mundano Dios de la opinión pública. En pocas semanas lo sabremos más allá de lo que apuntan la opinión publicada y la “sondeocracia”.