| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en su último debate electoral.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en su último debate electoral.

La lucha de la izquierda: el plan maestro de Sánchez para acabar con Iglesias

El líder del PSOE ejercita hoy en día un juego con las cartas marcadas, a ver el aguante del "jefe" de Podemos. Y es que en su cabeza cabe todo tipo de ejercicios en el alambre.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Ocurrió días atrás en un restaurante cercano a la Carrera de San Jerónimo y no pudieron esquivarse. “¿Qué?”, avisó un diputado raso de Podemos propinando una palmada en la espalda a un homólogo del PSOE, “a la caza de nuestra gente, ¿eh?”. “Empiezan a venirse solos”, respondió el socialista, seguro de sí mismo. La escena, real como la vida misma, resulta el vivo reflejo de la sorda lucha entre unos y otros por el flanco zurdo de la política.

Pedro Sánchez tiene interiorizado que la vida le ha dado una segunda oportunidad con el regreso a Ferraz por la puerta grande. “Por algo será”, escriben sus guionistas. Lo cierto es que han procesado las encuestas, barajado las entrañas del último CIS que le otorgó una subida de 5 puntos a sus siglas, y ha alzado la vista con una conclusión: Debe salir a la caza del votante joven y urbano, acortar el espacio a Pablo Iglesias, meter mano a su bolsa, aligerar a los morados de apoyos. De ahí también la apuesta izquierdista de Sánchez, destinada a captar al ciudadano con más carga ideológica ante la convicción de que el votante de centro llegará solo, en cuanto le perciba con posibilidades de reconquistar el Poder.

Debe salir a la caza del votante joven y urbano, acortar el espacio a Iglesias, meter mano a su bolsa

La cuestión tiene su importancia a la vista del proclamado interés del PSOE por “mejorar” e “intensificar” su colaboración parlamentaria con Podemos, propia de una necesidad aritmética para arrinconar a Mariano Rajoy más que de un “apareamiento” como tal. La política, como bien se sabe, provoca inesperados compañeros de cama. Sánchez e Iglesias son una de esas parejas. Como siempre en ese terreno, será cuestión de ver quién sabe mover mejor las piezas. Ahí tiene Iglesias una clara desventaja, que es la de perder posiciones al acrecentar su grado de conocimiento.

Una verdad tan cierta como que Sánchez ha levantado ya unos cuantos cortafuegos respecto a Iglesias, desmarcándose lo máximo posible de su propensión reventadora y automarginal. Así, el líder del PSOE le dio calabazas al jefe de Podemos en su insistente deseo de escenificar una unidad de acción en las Cortes frente al Gobierno, con un encuentro de sus Ejecutivas en pleno. Tal escenificación hubiera contaminado a una fuerza, la socialista, de inequívoco compromiso institucional. Cualquier posición de Iglesias se hubiese vuelto automáticamente contra Sánchez. Too much.

La tesitura de Podemos y sus confluencias es muy delicada. Graves desperfectos de imagen aún por venir, cazas de brujas incluidas en el paquete, amén de seguros retrocesos demoscópicos. Por eso, Pablo Iglesias salta con la cantinela de siempre: moción de censura, moción de censura, moción de censura. Que no es un recurso dialéctico, sino la única posibilidad de hacer de su necesidad virtud. Pedro Sánchez está, en cambio, en una larga partida de ajedrez. Decidido por un lado a domar a la izquierda radical que aplauden parte de los suyos y, por otro, a dejar claro en unas generales que es él quien manda.

Ahuyentado el “sorpasso”, resulta más saludable seguir haciendo tiempo. El abrazo del oso sanchista anda con el truco de acuerdos por materias y podrán salir mesas de coordinación de las que siempre hablan los morados, ante las sonrisas socialistas, etc. Un precio barato para volver a consumar un proyecto del PSOE. Pues eso.