| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Gloria y prez de la fachavidencia ibérica

La fachavidencia incrementa sus habilidades: hasta el momento ha visto fachas por todas partes, y a partir de ahora es capaz de predecir los fascismos del futuro

| Juan Vicente Yago * Edición Valencia

Una de las frases célebres que se han pronunciado esta semana en el gobierno, y que hará las delicias de la masa rebelada, es que debemos dar una respuesta lo más antifascista posible al Covid-19, saltándonos, al parecer, la dimensión científica y profiláctica de la pandemia y pasando a la economía ideológica, la ideología económica o la ideología pura y dura con la excusa que sea.

Es como si el consejo de ministros, representativo de las muchedumbres en rebelión, columbrara en lontananza una posible salida fascista de la crisis, como si tuviese una premonición, como si viera un fascismo que todavía no ha sucedido.

Es un caso nuevo, una variante atípica, una mutación espontánea de la fachavidencia, ese otro virus que la izquierda radical española padece desde mucho antes que llegara el coronavirus, y cuyo síntoma principal es ver fascistas por todas partes.

Porque a los fachavidentes comunes, de ideas rancias por lo viejas,  les parecen fascistas determinados hechos, personas y actitudes que tienen delante; pero una parte del gobierno ha empezado a intuir fascismos futuros, a temer que las políticas contra la ruina de la pandemia vayan a ser fachas, y a urgirnos a combatirlas.

Considerémoslo una especie de prefachavidencia, de pitonisación de la política; una mágica premonición de las carcundias en ciernes que puede salvarnos de dar, en el asunto que nos ocupa, una respuesta fascistoide.

Los fachavidentes tienen el problema de la deformación. Su mentalidad anacrónica suele convertir en facha casi todo lo que observan. De tanto despotricar, tergiversar y pretender que seguimos resistiendo a Franco y al nazismo se les nubla el sentido, se les cambia la época y se imaginan a sí mismos como don Quijotes bufos, persiguiendo vestiglos y desfaciendo entuertos donde no los hay.

Han vivido, hasta el momento, un delirio histórico, una desfiguración de lo inmediato; pero con la nueva prefachavidencia, ese poder adivinatorio que tiene la porción bolcheviforme del gobierno, se les ha venido encima, de golpe, toda la progresía falaz y alucinatoria que venían construyendo sobre barro.

La fachavidencia o hallazgo de fascismos por doquier aumenta su operatividad. Ahora no sólo son fascistas vox, el pp, la Iglesia, los colegios concertados, los bancos, los maridos, los foulards, los chalecos bajo chaqueta, las camisas de cuello alto, las corbatas, los pendientes de media perla, los industriales, los terratenientes, los dentistas, los farmacéuticos, las capillas en hospitales y universidades, los toreros, la prensa conservadora y las familias católicas con aspiraciones de propiedad, sino que también es o puede ser fascista la manera de responder a la miseria que traerá el coronavirus.

La fachavidencia, por tanto, ha evolucionado a prefachavidencia: se ven los fascismos y hasta se anticipan; se atacan los fascismos ahora y en lo venidero, porque la fachenda nos ha invadido y más que nos invadirá. Esto es un patriarcado, un fascismo, un aquelarre joseantoniano; es el nationalsozialismus que rampa y el franquismo que viene, como Frestón, por los aires enrarecidos del «movimiento» redivivo.

Que caigan juntos el patriarcado y el capital. Patada feminista en la boca del machista —una patada final, voladora, definitiva—. No hay más remedio, si queremos evitar el resurgimiento fascista, la deslealtad quintacolumnista, la dictadura misógina y el zascandileo del cuarto poder. Así lo ven los fachavidentes. Así nos lo quieren hacer ver.

Ya no les basta el enemigo presente para movilizar la perroflautancia, la malabaristancia y la hippielatencia, que se mostraban remisas después del traslado a Galapagar; la revolución requiere un plus, un complemento, un enemigo en perspectiva, un gigante Caraculiambro, y la respuesta facha que planea sobre la debacle post-vírica viene al pelo a falta y en espera de algo mejor.

Cuidado, que la respuesta de las instituciones al Covid-19, marcada por el trasnoche monárquico, podría ser fascista, y una respuesta facha, con lo fachenda que ya va siendo todo, nos afachendaría, nos militarizaría, nos apatriarcalizaría, nos periodistizaría y nos quintacolumnizaría. De modo que no hay, en estos momentos, peligro mayor que dar al virus una respuesta retrógrada, fascista y capitalista. Puede venir Soros y atraillarnos.

Puede venir Hitler y gasearnos. Incluso puede que se lean las novelas de Foxá y de Ximénez de Sandoval, y eso sí que no. Madrid, de corte a checa y Las patillas rojas no figuran por casualidad en el repertorio de obras prohibidas por los corifeos culturales.

Está demostrado que infectan la mente de quienes las hojean, que inoculan una suerte de nostalgia, espectral y vaporosa pero extremadamente intensa, de la marcialidad, la uniformidad y la intransigencia nacionalsindicalista. Por eso están proscritas. Por eso desaparecieron, tiempo ha, de los estudios filológicos. Por eso conviene, hoy más que nunca, que sigan postergadas.

Que todo es fascismo a nuestro alrededor ya lo sabíamos. Lo que ignorábamos era que dando al virus una respuesta facha podía venir otra dictadura, otros ocho lustros de opresión, otra Falange, acurrucada para dar el salto desde la peña berroqueña de la raza; que según la respuesta que demos al Covid-19 las calles pueden convertirse o no en un hervidero de camisas negras, de camisas azules, de correajes, de pistolas, de traidores a la patria y de informadores libres.

Los fachavidentes han aumentado sus capacidades defensivas: ahora ven, además del fascismo que hay, el que puede venir. Así podremos conjurarlo. Bastará con que nos aseguremos, como nos aconseja la gloria y la prez de la fachavidencia ibérica, de no dar al virus una respuesta facha.

 

*Escritor. Puedes comentar con el autor sus artículos escribiéndole al correo juviyama@hotmail.com