| 29 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Eran otros tiempos. Granados, González y Aguirre, en la Asamblea.
Eran otros tiempos. Granados, González y Aguirre, en la Asamblea.

Mensaje a Aguirre en 2012: "González y Granados son dos corruptos. Échales"

“Nacho” no puede llamarse a engaño: conoce que desde hace años, por lo menos desde 2011, el “todo Madrid” se hacía lenguas sobre los orígenes de su bienestar económico, de su fortuna.

| Carlos Dávila España

El juez Eloy Velasco fue director general de Justicia de la Generalitat Valenciana hasta que un día, corría el año 2003, el entonces secretario general de la Consejería, Fernando de Rosa, le pidió literalmente cuentas; cuentas de sus prolíficos gastos.

De Rosa, luego vicepresidente del Consejo General del Poder Judicial en tiempos de Carlos Dívar (un hombre piadoso acusado de anomalías incluso morales que le costaron el puesto), exigió a su subordinado Eloy Velasco que justificara los numerosos, y parece que cuantiosos en fortuna, almuerzos que había mantenido, y que estaba manteniendo, con cargo a la tarjeta, se supone que Oro, de la Consejería.

Velasco se negó rotundamente: “Yo no respondo más que ante el que me ha nombrado”. O sea, primero Eduardo Zaplana y luego Francisco Camps. Velasco fue destituido, regresó a su plaza judicial en la Comunidad y allí sus colegas le hicieron un vacío clamoroso. Él no pudo soportarlo y pidió plaza en Madrid. De aquellos momentos recuerda el cronista la descalificación que un colega juez valenciano realizó de Velasco: “Es un tipo insufrible, tiene ataques de ira y no es capaz de convivir con nadie”.

Velasco ahora se quiere marchar de la Audiencia Nacional y así lo ha anunciado en una entrevista que no casa demasiado con el silencio mediático que deben guardar los magistrados que dirigen instrucciones tan enrevesadas, tan trascendentes, como por ejemplo la de la Operación Lezo.

Velasco ya tuvo problemas de contención verbal en las primeras fases del caso Púnica, un escándalo de corrupción que mantiene en la cárcel desde hace dos años y siete meses a Francisco Granados.

En ese caso se le llegó a acusar incluso del pecado que nunca debe cometer un magistrado: la filtración del sumario que construye. Ahora en la entrevista referida le ha propinado un varapalo al Barcelona: “El Barcelona es el único equipo con antecedentes penales” y ha criticado nada menos que la profesionalidad de los fiscales: “Los fiscales no son independientes, yo sí” ha dicho.

Es comprensible que el equipo catalán no esté muy satisfecho con esta declaración, y que los fiscales piensen, como piensan, que un juez en activo no es quien para entrometerse en la labor de los legisladores.

Pero el juez Velasco es así: se marcha ya en junio “si tengo en suerte”, pero antes ha dejado escrito un sumario destinado, según algunas fuentes jurídicas a “ser políticamente muy relevante y judicialmente ya veremos…”.

Es de suponer que estos días alguien le haya recordado a Velasco la figura de su colega italiano el juez Antonio Di Pietro, que en 1992 desató una tormenta judicial sin precedentes sin que terminó cambiando la estructura de la República.

Dieron con sus huesos en la cárcel un par de presidentes del Consejo, varios ministros, decenas de políticos y fueron implicados en aquella “Tangentópolis” nada menos que 4.000 empresarios. La Democracia Cristiana se fue al garete, el Partido Socialista del corrupto Bettino Craxi se acabó para siempre y surgió el salvador populista de turno: Silvio Berlusconi. Pues bien, un profesional de la Abogacía del Estado, también del Notariado, que fue diputado no tan lejos en el tiempo, advertía al cronista: “En Italia el populismo se llamó Berlusconi; en España se llama Podemos”.

'Nacho' ya debía saber la pasada semana que estaba en el filo de la navaja cuando uno de sus compañeros de padel le encontró “muy bajito de ánimo”

En 1995 el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, durmió algunas noches en prisión y nadie entonces dudó de aquella estancia subvencionada por el Estado fuera obra y gracia del presidente Felipe González, harto, según decíamos los periodistas de entonces, de las “fechorías que Rubio había perpetrado contra González”.

Ahora, ¿puede encontrarse alguna analogía con aquel caso? No lo parece, pero sin embargo ténganse en cuenta una constancia: estos días se ha impartido la especie de que la todopoderosa vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, comentó con antelación al empresario de la Comunicación Mauricio Casals la investigación que la Guardia Civil y el juez Velasco estaban realizando a Ignacio González y a toda su cuadrilla de paniaguados más o menos notorios.

Nunca se sabrá si la especie es una certeza o un infundio (en este país los desmentidos no valen nada), pero en los círculos mercantiles de Madrid ya se ha comprado como una evidencia. Lo cierto es que “Nacho” ya debía de saber la pasada semana que estaba en el filo de la navaja cuando uno de sus habituales compañeros de “padel” le encontró: “Muy bajito de ánimo”. O sea, a punto del lloro para qué vamos a engañarnos.

Pero “Nacho” no puede llamarse a engaño: conoce que desde hace años, por lo menos desde 2011, el “todo Madrid” se hacía lenguas sobre los orígenes de su bienestar económico, de su fortuna. En 2012, Esperanza Aguirre recibió en la sede central del Partido Popular, calle Génova 13 de Madrid, la siguiente información y el subsiguiente ruego: “González y Granados son dos corruptos; no te digo que les eches del partido que claro que sí, sino que les eches si puedes de España”. Nada menos.

La presidenta de la Comunidad, según las trazas posteriores, no se creyó la imputación y no procedió contra ellos; hoy los dos están en la cárcel. “Nacho” y sus peones eran especialistas en el colmo de su poder en beneficiar a sus parientes y amigos. Ninguno de ellos podrá quejarse de su beneficencia, pero el que menos otro de los grandes implicados en este escándalo de Lezo: Ildefonso de Miguel, gerente cinco años del Canal de Isabel II que fue directamente colocado por el presidente de la Comunidad en el Grupo Intereconomía.

Allí llegó con despacho en la planta noble y con el encargo, según él mismo reconocía, de ser “captador de publicidad”. Todo el mundo sabía de sus irregularidades, incluso su anfitrión, que no se guardaba de afirmar que “yo no le pago”. En la empresa duró medio año y desapareció sin dejar rastro, luego consiguió de otro recluso actual, el presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, el control aéreo de un aeropuerto que no tiene aviones, intervino posteriormente en la concesión de los canales de televisión de Madrid y se dedicó también al marketing deportivo.

En una reunión festiva en la que se presentaba la parrilla anual de una de las televisiones del duopolio, el cronista oyó decir a un ejecutivo del sector: “¿Qué os parece que este De Miguel quiera engañarle nada menos que a Bein Sport?” Como se ve el hombre no ha parado nunca. Ninguno de los afectados por al instrucción de Velasco ha parado nunca. Tampoco el empresario Javier López Madrid, anfitrión náutico en alguna ocasión de nuestros Reyes.