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Concierto para cañones y orquesta, el invento de un valenciano

| Vicente Javier Más Edición Valencia

El valenciano Vicente Martí y Soler, más conocido en Italia como Martini il Valenziano, fue músico de finales del XVIII cuya popularidad y reconocimiento superaron, en creces, al propio Mozart. Hasta aquí, algo que muchos saben pero que debería ser de obligado conocimiento para todos los valencianos. Sin embargo, lo que muy pocos llegan siquiera a imaginar es que fue, entre otras cosas, el inventor de algo tan sonado como los conciertos para cañones y orquesta. Como lo oyen.

Martí y Soler nació, según se cree, el 2 de mayo de 1756. Niño prodigio, al menos por el hecho de que a los 16 años había compuesto ya su primera ópera. Su maestría musical le llevó rápido desde el coro de la catedral de Valencia hasta Madrid, a la corte, donde estrenaría la ópera Il Tutore Buriato, en el Palacio de San Idelfonso. Parece ser que gustó tanto al príncipe Carlos, más tarde Carlos IV, que éste lo patrocinó para que marcharse a Nápoles en 1777.

En este periplo italiano, nuestro compositor se destapó como un alma inquieta, dispuesto a revolucionar la música y demostrar su valía. Sin ir más lejos, Martín y Soler invitó al rey de Nápoles, Fernando I, a participar en un concierto espectacular en donde los protagonistas iban a ser, nada más y nada menos, que veinte cañones. La audición tuvo lugar el 21 de julio de 1778, al aire libre, y junto a la veintena de armas de gran calibre se encontraba, por supuesto, una gran orquesta musical. De la magnitud del evento habla el hecho de que el propio Martí y Soler invitara al rey Fernando y al príncipe de Butera a que hicieran las veces de artilleros y encendieran la mecha de uno de los cañonazos de la cadencia final. El concierto, para regocijo de propios y extraños, se tituló “para artillería y conjunto instrumental”. Un recurso que más tarde utilizaría de forma figurada el ruso Tchaikovski en su Obertura 1812.

Evidentemente, la noticia corrió por toda Europa como la pólvora, nunca mejor dicho. Y junto a ella, la fama del compositor valenciano.

Parece ser que se hacía de querer, porque su progresión italiana había comenzado en la propia corte, cuyo monarca era hermano del príncipe de Asturias. Rodeado del lujo napolitano real, empezó a escribir óperas y ballets con Charles Lepicq, que era un coreógrafo muy reputado en ese momento. Su amistad con el monarca napolitano llegó al punto de que el propio rey intervino en dos ocasiones para librarlo de la cárcel, donde había llegado por un tema de deudas.

Al poco tiempo, en 1785, el compositor valenciano se trasladó a Viena, donde tocaría las mieles del éxito total. Disputó fama con Mozart y Salieri; escribió su obra más famosa, “Una cosa rara”, una de cuyas melodías fue después aprovechada por Mozart, o literalmente copiada, para su ópera Don Giovanni; y, de nuevo, se convirtió en inventor. De esta misma ópera se extrajo una melodía considerada, por todos los expertos, como el primer vals del mundo. A partir de Martí y Soler, este ritmo acompasado se convirtió en un referente del mundo vienés y austriaco.

Su carrera de éxito como compositor y músico continuó muchos más años. En 1788, invitado por la emperatriz Catalina para trasladarse a la corte rusa, a San Petersburgo, donde continua imparable con sus éxitos musicales.

Dispuesto a darse a conocer en toda Europa, a los cinco años viaja a Londres, donde estrena algunas obras y permanece viviendo tres años. Sin embargo, el éxito no fue tan amplio como esperaba, con lo que decidió volver a San Petersburgo y llevar una vida más tranquila, centrada en la enseñanza de la música y no tanto en la composición comercial. Moriría en la ciudad rusa, donde se sintió querido, arropado y reconocido por la corte de la emperatriz.

Vicente Javier Más Torrecillas. Académico de la Real Academia de Cultura Valenciana. Doctor en Historia Contemporánea.