| 08 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Agentes de la Guardia Civil en la playa del Tarajal de Ceuta
Agentes de la Guardia Civil en la playa del Tarajal de Ceuta

El carajal de Tarajal

Hace tiempo que España cedió buena parte de la soberanía con la incorporación a la Unión Europea. La peseta pasó a mejor vida y nuestra economía depende del exterior

| Mónica Nombela Edición Alicante

A lo largo de esta última semana hemos pasado situaciones de tensión y franca emoción, difícilmente clasificables y desde luego nada agradables, como consecuencia de la grave crisis diplomática desencadenada con Marruecos. Ya nos veíamos invadidos sin remisión, por una decisión previa tomada por nuestro Gobierno, metido en camisas de once varas en vez de estarse quietecito y no tirar de la cola a ese enorme león dormido que es Marruecos. Lo de haber traído al líder del Frente Polisario, Brahin Ghali, a un hospital de Logroño desencadenó una crisis diplomática sin precedentes en la época actual con nuestro país vecino. Marruecos acusó a España de romper las relaciones de buena vecindad que unen a ambos países y advirtió que habría consecuencias. Consecuencias que, por más que nuestro Gobierno quiera negar que hayan tenido su origen en la decisión de dar cobijo a Ghali, es obvio que han supuesto la entrada masiva de personas en nuestro país.

A ver, que no somos tan tontos. Y es que últimamente nuestro Gobierno no da pie con bola, para mí que la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, no sabe si va o viene, lo que no deja de ser ciertamente grave por las consecuencias que, por todo lo que su despiste, por decir algo, ha originado. Ya saben lo que dice el proverbio chino de que el aleteo de una mariposa puede desencadenar tempestades al otro lado del mundo, y este caso lo ha demostrado fehacientemente. Dimisión no existe en el vocabulario de algunos políticos, al parecer, pero, ante una situación como la que hemos vivido en este caso, sería de esperar que se produjera alguna. Yo siempre que veo que es conveniente la pido, aunque no me suelen hacer caso.

Por una parte, es cierto que España debería poder invitar a quien le pareciera oportuno a que nos visitara, sin tener en cuenta las opiniones al respecto de países terceros. Esta idea, tan defendible como utópica y absolutamente ajena a la realidad, tal vez sería realizable si viviéramos en una autarquía, en la que estuviéramos aislados del resto del mundo en todos los aspectos, a todos los niveles. Sin embargo, lo cierto es que vivimos sometidos a las relaciones internacionales que mantenemos con los diferentes países, queramos o no. Es evidente que el mundo se ha convertido en una aldea global hace mucho tiempo y muestra de ello es sin duda el súper espectáculo que pudimos ver anoche, tan enlatado como lujoso y luminoso, de Eurovisión, en el que se hace difícil encontrar representantes tradicionalmente oriundos de cada país, puesto que la mezcla de razas y culturas es sin duda un hecho innegable en la actualidad.

Muchos chavales recibieron mensajes en sus móviles estando en clase en el instituto, en los que les decían que Cristiano Ronaldo estaba en Ceuta

Es cierto que nuestro país hace tiempo que cedió buena parte de su soberanía, en pos de lo que pretendía ser un futuro mejor para todos nosotros, con la incorporación a la Unión Europea y la integración en la OTAN, en la que se nos impuso como contrapartida admitir tener bases americanas en nuestro país. La peseta pasó a mejor vida hace veinte años y nuestra economía, y por tanto nuestra supervivencia, dependen del exterior. No nos es posible, por más que queramos vivir en los mundos de Yupi, hacer lo que nos dé la gana sin pensar en las consecuencias, que es lo que ha sucedido en este caso, adoptando decisiones políticas tan comprometidas como complejas. Claro está que no fue España quien dejó el conflicto del Sáhara permanentemente abierto, sino las Naciones Unidas con sus -en ocasiones- cuestionables decisiones. Miren la que se ha liado también en estos días, sin ir más lejos, entre Israel y Palestina.

Volviendo al más acá, en este momento la pertenencia a la UE se ha reivindicado como un baluarte de protección de nuestras fronteras, que en realidad no son nuestras únicamente, sino de la propia Unión. Si no llega a ser por esta circunstancia y el puñetazo que pegó en la mesa Europa, no sabemos hasta dónde habría llegado la riada de la entrada masiva de personas desde Marruecos. El Ejército tuvo que desplazarse a la playa del Tarajal, en Ceuta, a tratar de frenar la llegada de inmigrantes ilegales, que en un solo día alcanzó la cifra récord de 5.000 personas, de las que se han devuelto más de 1.500 en caliente. Al parecer, muchos chavales recibieron mensajes en sus móviles estando en clase en el instituto, en los que les decían que Cristiano Ronaldo estaba en Ceuta, y sin pensárselo dos veces salieron corriendo de estampida a nuestro país.

Ya saben que el despliegue de fuerzas y cuerpos de la seguridad del Estado ha sido espectacular, y que han debido rescatar a muchas personas del mar, cuando intentaban alcanzar nuestras costas. Un auténtico despelote, propiciado por nuestro simpar presidente, ese fan confeso de Franco Battiato, tristemente desaparecido en estos días, a quien Sánchez, en medio de todo este pollo causado desde Moncloa, dedicó un emocionado tweet de despedida. Conste en acta que me encanta la canción “Centro di gravità permanente”, pero no me digan que no es para flipar en colores. Ya puestos, más de uno podría escuchar la letra de esta canción, que dice algo así como “busco un centro de gravedad permanente, que me haga no cambiar nunca de idea sobre las cosas y la gente”, que es por otra parte una enseñanza más que necesaria en estos tiempos tan convulsos. Y Battiato era un crack.

Mónica Nombela Olmo

​Abogada y escritora