Quo Vadis, Ciudadanos

La pregunta no es ya si Ciudadanos sacarán un apenas de contadísimos concejales/as, excuso escribir ‘diputados provinciales y autonómicos’; acaso y siquiera se presentarán a las elecciones en condiciones de competir por el centro político que otrora les perteneciera en puridad de siglas (herederas de aquellos centros democráticos de la Transición) y que desde la Barcelona antindependentista bajaron expandiéndose con bastante éxito por todas las Españas, y hoy, sus dirigentes han vendido aquel capital político en almoneda de ineptitud.

Desde que Albert Rivera dio la espantada renegando de su propia criatura, e Inés Arrimadas perdiese la habilidad funambulista de quien sabe andar y mantenerse erguida sobre la imprecisa maroma que cruza desde el bloque de la izquierda al de la derecha (y al contrario), Cs se ha convertido en el pupas de los medios de comunicación, el generalizado despectivo social y la inconsistencia de un liberalismo melifluo y errabundo que no ha sabido honrar el enorme legado histórico de los progresistas liberales españoles desde las Cortes de Cádiz en 1812 a la Constitución de 1978. Lo tenían a huevo y han acabado cascándolo.

Carlos Mazón, opositor en Valencia mientras guarda su notable en Alicante y aprobado alto en Castellón, ya ha dicho que pactará después del 28M, pero mirando a la derecha de su derecha, Vox, y totalmente despreocupado por Ciudadanos, tras fichar como reservas a un manojillo de políticos/as naranjas-naranjeros en su doble acepción. La última puntata con el alcalde de San Juan Pueblo es tan vergonzoso como puramente ventajista, solapando mentiras de ayer con particular interés de mañana. Transfuguismo no, lo siguiente.

Mamen Peris (Valencia) consiguió los avales de la tropa en retirada, mientras Fernando Llopis (Alicante), es buen hombre y universitario software con quien he departido en varias tertulias, pero cualquiera sabe que salen como candidatos a la Generalitat Valenciana lastrados por el desánimo general de sus anteriores votantes, ahora tan indecisos como el burro de Buridán, entre la alfalfa pepera y la cebada socialista, incluso alguno podría caer en la tentación de la zanahoria españolista versus Països Catalans, o sea: Vox.

Presume Ciudadanos de haber cambiado cerca del 90% de personas en sus listas, cuando lo cierto y verdad es que quienes estuvieron en las papeletas piden compasión ante las sedes del PP, donde les advierten que primero son los militantes con mando en plaza, tras estos algún independiente con muchísimo tirón como mi amiga y colega de periodismos Ana Poquet, o Toni Gallego con chance deportiva y después los tránsfugas advenedizos a quienes pagar deudas como colaboracionistas interesados.

Así pues, cuando los de Arrimadas, que hoy caben en un taxi o minibús, van a buscar “personalidades” independientes para completar, cuando menos nominalmente, su papeleta, nadie quiere entrar en una alineación perdedora antes de comenzar el partido, salvo familiares, allegados e irremediables favorecidos.

Y semejante desbandada y vergonzosa desaparición, abocando al liberalismo español al precipicio del ninguneo, no deja de ser una pena, tal vez imperdonable. La tradición liberal no se merecía un final tan defraudador de caudal político, o, como mínimo, la larga travesía del desierto que les espera hasta que alguien recoja el testigo del siempre incierto futuro, dando fin al trastorno bipolar (izquierda o derecha sin bisagra que controle los vientos huracanados) en el que ahora entramos los españoles. Miedo nos da.

Los fusilados con Torrijos, o Mariana Pineda, los prohombres Mendizábal, Espartero, Narváez, Figueroa, Mateo Sagasta, Romanones, Montero Ríos, José Canalejas, los de Múnich, Areilza, Garrigues Walker, Roca y así un cuadro de honor que ocupa dos siglos de la Historia de España, allá por donde anden os preguntarán: Quo Vadis Ciudadanos?, precisamente cuando más falta hacíais.