| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Grafiti del valenciano J. Warx en una calle de Valencia
Grafiti del valenciano J. Warx en una calle de Valencia

La maldad se hizo carne…y habitó entre nosotros

Entiendo que los americanos están en máxima alerta y vigilando todo el tiempo porque este dictador genocida ya ha dejado claro que las sanciones económicas contra Rusia son medida de guerra

| Manuel Avilés Edición Alicante

¿Qué o de qué o sobre qué se puede escribir después de ver lo que estamos viendo cada día, cada vez que encendemos un televisor? Vimos a una niña de seis años agonizar ante un equipo de médicos impotente para salvarla. Vimos a una madre derrumbarse en brazos de su marido al saber que su bebé de dieciocho meses acababa de morir. Veo a un grupo de personas que se apiñan debajo de un puente destruido para protegerse de los bombardeos rusos  contra civiles. Stalin, perdón Putin que es lo mismo, pactó respetar el alto el fuego desde las diez de la mañana hasta las cinco de la tarde y dejar que funcionara un corredor humanitario para evacuar civiles desde Mariupol y Volvonaja. No cumplió lo pactado y bombardeó a gente desarmada que solo trataba de ponerse a salvo en medio del caos y el terror.

Mintió, como mintió al decir que no tenía pensado invadir Ucrania. Como ha mentido al no respetar los mínimos acuerdos internacionales en situación de guerra. Ha bombardeado la central nuclear de  Zaporiyia, la más grande de Europa con seis reactores nucleares y donde ha podido ocasionar el crimen nuclear más devastador de la historia. A Stalin, perdón, a Putin, le importan un rábano los crímenes. Es capaz de cometerlos como quien se toma un café, sin inmutarse, como el terrorista de estado que es.

Todos los comentaristas y expertos internacionales afirman que desde la invasión y  ocupación de la península de Crimea, este Stalin del siglo XXI, o sea Putin, tenía pensando llevar a cabo lo que está haciendo: atacar Kiev para desmantelar el gobierno ucraniano y hacerse con el estado. Atacar las grandes ciudades para manifestar y dejar patente su dominio – ya saben que el terrorismo se define como el uso de la violencia para modificar estructuras políticas- y establecer un pasillo desde Rusia hasta Odessa para privar a Ucrania del acceso al Mar Negro. Si además consigue establecer un gobierno al estilo de Bielorrusia, o sea un fantoche que ejerce como presidente pero solo es su machaca, tenemos el plan completo.

La jugada, cruenta y poniendo toda la carne en el asador, mintiendo y manipulando hasta el punto de que las grandes cadenas  occidentales ya no están en Rusia ante la imposibilidad de informar, no le ha salido como pensaba. Los gerifaltes rusos y este Stalinputin también, parecen no calcular bien sus fuerzas. Ya les pasó en Chechenia y en Afganistán y ahora les está pasando en Ucrania. No ha sido posible la guerra relámpago y ni los temibles batallones chechenos de Razman Kadyrov – ya es raro que un batallón al servicio de quien se llama líder comunista, se precipite a matar al grito de “Alla hu aakbar”, rara e infumable mezcla de materialismo histórico y dictaduras teocráticas, de lucha idealista y mercenarios que se cobran también en carne-. Ni esos chechenos con años de experiencia en el combate, en la propia Chechenia y en Siria, han sido capaces hasta ahora de localizar y asesinar al presidente  ucraniano, Zelenski,  que se está revelando como un líder impagable.

Nunca estamos a salvo de un psicópata, que un día entró en el KGB, que otro día encandiló a Boris Yelsin y que poco a poco fue controlando a sus subordinados por medio del terror

 

Stalinputin ha cambiado de estrategia y se prepara para una guerra más larga en la que cada ciudad tiene que ser tomada casa por casa ante la resistencia numantina de sus ciudadanos. Entran en juego los líderes mundiales. Occidente, o sea Europa y los americanos, se tientan la ropa porque Stalinputin ya ha avisado: el bombardeo de la central de Zaporiyia solo ha sido un mínimo signo, estoy dispuesto a darle marcha al botón nuclear mientras espero tranquilamente el desenlace del holocausto en mi bunker de Siberia donde dispongo de todas las comodidades y seguridades. Los chinos se la cogen con papel de fumar porque sus intereses comerciales pesan más que la amistad, entre muchas comillas, que puedan tener con Rusia. Y ahí estamos, en ese equilibrio inestable y de pánico.

 

La economía se resiente gravemente. Sale más barato tomarse un litro de güisqui que comprar un litro de gasolina, suben los piensos para los animales y los componentes electrónicos para fabricar coches, la gente no enciende la calefacción porque el gas se ha subido a las nubes como su propio nombre indica. Las empresas cancelan contratos porque Rusia está bloqueada – bien hecho- y Ucrania no está en condiciones de comprar nada.

Y todo por un mamarracho que se cree un zar del siglo XIX y quiere montar la gran Rusia otra vez, desde el Pacifico hasta Berlín.

No cumplió lo pactado y bombardeó a gente desarmada que solo trataba de ponerse a salvo en medio del caos y el terror

 

He ahí la fragilidad de la historia. Nunca estamos a salvo de que un psicópata, que un día entró en el KGB, que otro día encandiló a Boris Yelsin y que poco a poco fue controlando a sus subordinados por medio del terror  - vean la foto en que está solo en una mesa y sus manos derechas, su círculo más estrecho, está al fondo como un ejército de lebreles, presto a obedecer y presa del pánico-. 

 

Ante la inacción de occidente por el miedo a desencadenar una guerra atómica, ante el encanallamiento de la situación en Ucrania y el tiempo que tardarán en hacer efecto las medidas económicas contra Rusia con el hambre que pasaran sus ciudadanos, solo se abre la puerta a un milagro, que Stalinputin desaparezca de algún modo empujado por sus propios. Entiendo que los americanos están en máxima alerta y vigilando todo el tiempo porque este dictador genocida ya ha dejado claro que las sanciones económicas contra Rusia son una medida de guerra. Desgraciadamente nada es descartable. Solo espero ver a Putin ante un Tribunal Penal Internacional al estilo de Radovan Karadzic, responsable del genocidio de Srebrenica, o de Ratko Mladic también genocida y autor de crímenes contra la humanidad. De idéntica calaña.