| 24 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Olga Abellán, a finales de noviembre durante la presentación de su libro en la Universidad MIguel Hernández.
Olga Abellán, a finales de noviembre durante la presentación de su libro en la Universidad MIguel Hernández.

Fallece la periodista Olga Avellán, autora de "Mi mamá no tiene pelo"

"Este cuento es uno de esos cuentos que se tienen que contar. Sirva de herramienta de las emociones que suelen experimentar niños y adultos ...", escribía Olga en su última obra.

| Manuel Avilés Edición Alicante

La conocí hace tres o cuatro años, pero no la había tratado mucho. Olga Avellán, una mujer dulce, discreta, cariñosa, guapa, periodista y escritora, mujer de Andrés Maestre -delegado de ESdiario en Alicante-  y madre de dos niños que eran, junto a Andrés, su razón esencial de vivir.

Hace poco publicó un libro con preciosos dibujos: Mi mamá no tiene pelo. En él explica a sus hijos por qué a una mamá tan joven se le ha caído el pelo y tiene que ir, cuando sale a la calle, siempre con un turbante o con un gorro. Hay una enfermedad que es una gran hija de puta – eso ella no lo decía porque era una mujer exquisita y no una malhablada como yo-. Una enfermedad que empieza en silencio y, muchas veces, cuando da la cara, ya no tiene remedio: el cáncer, esa plaga mortal que acaba con nosotros cuando se lo propone en serio.

Un día, jugando con su hijo mayor, Alejandro, embarazada de la pequeñita recién concebida, Andrea,  tras un golpe en el juego sintió un fuerte dolor en el pecho. A partir de ahí comenzó el calvario. Las células, esas que nos conforman, que nos defienden y nos curan de las enfermedades, que hacen que nos parezcamos a nuestra familia, que tengamos los ojos y la expresión lo mismo que el abuelo al que ni siquiera conocimos.

Esas células también son a veces grandes criminales y se reproducen sin orden ni concierto y emigran a sitios en los que nunca debieron estar. La sangre y el sistema linfático, imprescindibles para la vida, son también en este caso, carteros de la muerte. He ahí el cáncer, ese cabrón silencioso, que desgraciadamente para Olga y su familia, para Andrés y los niños, no ha tenido cura.
Ella decía: “aunque siga enferma, si me quitaran el dolor y pudiera vivir un poco más para ver crecer a mis hijos...”. No ha podido ser. Ella tenía miedo – me lo contaba Andrés hace menos de cuarenta horas mientras me entrevistaba para algo que no viene ahora al caso- y expresaba con tristeza inenarrable un único pensamiento: “es que si me muero ahora, los niños no se van a acordar de mí”. Esa es la vida perdurable que nos hacían rezar en la iglesia de pequeños, que los seres queridos nos recuerden y Andrés y tus muchos amigos nos vamos a encargar de que no caigas en el olvido tan fácilmente.

Desde que el ser humano empezó a tener conciencia de sí mismo, hace un par de millones de años con los primeros homínidos, tuvo claro el principal problema de la existencia: la muerte. Como nadie quiere morirse nos inventamos las filosofías y las teologías, los dioses y los paraísos...todos portadores de promesas consoladoras, ilusiones que intentan remediar evitar lo inevitable, lo que no tiene remedio.

Olga ha muerto muy joven., 41 años. Injusta y aterradoramente joven. En mi último libro, en la primera página, expresé un pensamiento que ahora me golpea de nuevo: siempre se mueren los mejores y, a los hijos de puta, no te los quitas de encima ni con agua caliente. Se mueren los que hacen falta, los que son necesarios, como Olga a Andrés y a sus niños, los inútiles, los parásitos en cambio duran más que un martillo enterrado en paja.

Hace unos días iba a entrevistar a Olga en Onda literaria de Onda Cero Alicante sobre su libro Mi mamá no tiene pelo. Ya no pudo hacerlo y me pidió disculpas por tener la garganta dolorida y estar afónica. Olga se había inscrito con Andrés en el I ENCUENTRO ESPAÑOL DE AUTORES LITERARIOS. Ya siento que a algún concejal inoperante y políticamente estúpido le parezca mal porque Olga era de Aspe y no de Alicante capital.

Olga, cariño, estate tranquila. Vas a estar en ese encuentro. Tu libro va a ser el primero que va a salir al escenario y para ti va a ser el primer aplauso cerrado de los que, como tú, son escritores. Descansa en paz.