| 24 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Cofradía de Los Azotes
Cofradía de Los Azotes

Una Semana Santa ausente, pero siempre presente en el espíritu oriolano

Como una suma de arraigadas tradiciones, espectacular escenografía, singularidad y fervor participativo se alza la Semana Santa de Orihuela, de Interés Turístico Internacional

| Redacción Alicante Edición Alicante

Con anhelos de tiempos pasados y deseos de tiempos nuevos, así empieza la Semana Santa. Por segundo año consecutivo los pasos se quedan en los templos, la túnica, la capa y el capirote permanecen en los armarios, las calles resisten frías y sin su perfume a incienso y las almas se quedan en casa, algo distintas, y tal vez más pensativas, aunque no decaídas ni menos devotas, porque a pesar de todo, es Semana Santa.

A modo de corrección humilde de muchos titulares y alegatos, no se suspende la Semana Santa, lo que se suspende son las procesiones. Pese a esta realidad, del todo única, la fe pervive en cada devoto y es posible vivirla y expresarla más allá de cualquier circunstancia, aunque no sea siguiendo las tradiciones, aunque no sea viviendo el folclórico esplendor del arte sacro de la Semana Santa oriolana.

Un hecho inédito para las generaciones vivas diligentes en sus costumbres religiosas ya que estas manifestaciones religioso-culturales solo se habían visto suspendidas por acontecimientos del calibre de una guerra, como la Guerra de Sucesión en 1712 o la Guerra Civil. Porque incluso antes de estas, mucho antes, las procesiones ya conocían las calles de Orihuela. Su espectacular escenografía, su interés participativo y su riqueza artística – con obras de grandes artistas como el escultor Francisco de Salzillo- conoce sus orígenes en el siglo XVI, concretamente en 1536, año en que fue fundada la Capilla del Loreto, cuna de una de las fiestas más profundas y arraigadas del territorio y cuya larga tradición y peculiaridades la han convertido en un evento de Interés Turístico Internacional.

Su dilatada historia, forjada entre pactos de concordia entre los diferentes participantes y cofradías, hermandades y mayordomías que se sumaban a los desfiles, es fruto de la admirable fe y el esfuerzo de los oriolanos por conmemorar cada año la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. El Perdón, El Silencio, El Lavatorio, El Prendimiento, Los Azotes, La Samaritana y Cristo de Zalamea, entre otras, conforman el séquito de cofradías que dan vida, siglos después, y preparan con esmero y al perfecto detalle su imaginería, su vestuario y su acompañamiento musical para estar a la altura de la celebración que por excelencia es el orgullo de Orihuela.

Entre tradiciones y reconocimientos universales

Cada año, el acto del Pregón es el encargado de otorgar el galardón “Na­za­reno de Orihue­la” -símbolo que premia los méritos más relevantes- y de nombrar al abanderado, quien tendrá el honor de portar la bandera de la Junta Mayor de Cofradías, Hermandades y Mayordomías en la Procesión General de Viernes Santo como representación Orihuela, del poder religioso y de las 14 cofradías. Así se anuncia el comienzo de una época casi mágica.

De entre su prolongado itinerario, que tiene como hoja de ruta una guía perfectamente detallada que orienta el camino de los peregrinos llegados a tierras alicantinas atraídos por la pasión, destaca la procesión del Santísimo Cristo del Silencio, que inunda la noche del Jueves Santo con un silencio sobrecogedor, únicamente interrumpido por el Canto de la Pasión, una oración transmitida de generación en generación de forma oral que rompe el silencio de los penitentes, que avanzan al paso del Cristo, en una noche oscura donde la luz de la luna y los farolillos gobiernan tras el apagado del alumbrado público. Al anochecer los desfiles adquieren una gran belleza, y en ese ambiente oscurecido y de profundo respeto, toma protagonismo La Hermandad Penitencial del Silencio con el Cristo del Consuelo (1795) de José Puchol coronando su imaginería.

Asimismo, bajo un entrelazado perfecto de costumbres y singularidad, la procesión del Santo Entierro de Cristo, en Sábado Santo, se alza como uno de los mayores distintivos reconocido más allá de las fronteras y que se remonta a tiempos inmemorables. Propuesta como Patrimonio de la Humanidad, esta comitiva encuentra su inicio a principios del siglo XVII, cuando el Gobierno de la ciudad decidió reconocer los méritos, la lealtad y el amor por la urbe con un cargo honorífico que porta el nombre de Caballero Cubierto, además de frac y chistera. Como dicta la tradición, en esta procesión de luto oficial, con la participación gobierno municipal, el nombrado Caballero Cubierto tiene el privilegio de portar un pendón negro como lema de Orihuela y de no descubrirse en su paso por el interior de los templos.

 

Tras la expectación creada por la figura del Caballero Cubierto, la procesión del Sábado Santo culmina con la impactante imagen de “El Triunfo de la Cruz” el paso oriolano más antiguo, con origen en 1696. Una enorme cruz sobre un globo terráqueo vigilado por un esqueleto y un diablo con pechos, recorre las calles de la localidad que veneran su singularidad, única en el mundo.

Cada día, la llamada Centuria Romana es la encargada de dar cierre a las procesiones con un peculiar desfile en círculo conocido como “caracol” que atrae a la multitud a la Plaza del Marqués de Rafal. Así trascurre el duelo y el gozo de recordar la muerte y resurrección de Jesús Nazareno, Patrón de la ciudad, por parte de los nazarenos y el sentimiento de piedad de los extranjeros. Todo ello en una atmósfera cargada de brillantes colores, sobrecogedoras imágenes, el aroma a incienso y el sonido de las trompetas ‘gemelas’ y tambores.

Espíritu oriolano

Lo que siglos atrás comenzó como una procesión para pedir limosna, se ha convertido en una auténtica y única experiencia que atrae a miles de fieles y curiosos que quieren presenciar una de las celebraciones más devota y popular. Y aunque este año las clásicas citas no tendrán lugar, y Orihuela no será escenario de fervor y devoción, el calendario estará marcado por preparativos que buscan mantener viva la tradición y el espíritu en una continua apuesta por su emblemática Semana Santa. Sin procesiones ni multitudes, pero con la palma blanca decorando al completo la calle Mayor, con escaparates decorados que buscan ser una visión de las distintas cofradías, con adornos en los balcones, con fotografías ilustrativas decorando paredes y con los secretos de las recetas típicas -chatos, zamarras, pasteles de gloria- al alcance de todos; así serán estas jornadas que transcurrirán al ritmo de las marchas de Semana Santa, los tambores de la Convocatoria, clarines y las Gemelas, que ya resuenan en las calles de Orihuela, este año solo al alcance de los valencianos.

Esta es una Semana Santa de "meditación", "más en nuestras casas que en las calles"; así califica esta edición el encargado de realizar una pieza central, el cartel de la Semana Santa de Orihuela, Víctor García Villagordo. Bajo el título “Momento”, en referencia a la situación que acontece mundialmente, explica que “necesitamos de un rayo de esperanza que nos libere de tantas espinas que ha clavado y sigue clavando esta pandemia”; unas palabras reflejadas a la perfección el cartel que enmarca este 2021, en esas manos tratando de liberar del sufrimiento al dolorido Jesús, que “son las manos del mundo cofrade, manos llenas de solidaridad, de consuelo, de ilusión”.

Toda esa religiosidad, devoción y pasión volverá a salir a las calles, con más fuerza que nunca, con mucho sentimiento acumulado. Con la vista puesta en el 2022 y soñando con que bordadores, orfebres, tallistas, escultores, cereros y floristas, entre otros muchos, se ponga en marcha para sacar a las calles toda esa exaltación que resuena en los corazones de los oriolanos y ese fervor de los que se desplazan hasta Orihuela con esta única intención, son muchos los que se encomiendan a sus imágenes.

Hasta entonces, la ciudad aguarda jubilosa y adaptada, pero, sobre todo, paciente, para abrir sus puertas a todo aquel que quiera compartir el auténtico espíritu cristiano y disfrutar de este magnífico legado.