| 26 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Conferencia de presidentes, presidida por Pedro Sánchez
Conferencia de presidentes, presidida por Pedro Sánchez

Las estupideces y el verano

Un Estado es una creación artificial muy seria. Una creación económica, política, cultural, de infraestructuras, lingüística y hasta religiosa

| Manuel Avilés Edición Alicante

Con estos calores y estas tormentas – la de la mañana del lunes me cogió en la moto y a esta edad ya no está uno para esos trotes- con las secuelas del coronavirus, los encierros, las multas y los trastornados que pululan por cada comunidad de vecinos, con todo lo dicho, es lógico que las cabezas anden un poco desorganizadas y eso no hay psiquiatra que lo arregle. Como dicen los cubanos: “Están  más desorientados que un revolucionario”.

En medio de la desorientación general y con los políticos empeñados en su supervivencia, a cada uno se le ocurre una gilipollez mayor que al anterior. En mis noches de insomnio, los ancianos dormimos poco y  paso de pastillas, ya tendré tiempo de dormir tras pasar por el crematorio, reflexiono sobre esta realidad dolorosa, astracanada, berlanguiana y choriza que  vivimos.

Intento recapitular: Franco, tras el golpe y la guerra incivil, hizo tabla rasa, puso a todos a marcar el paso y se inventó aquello de “Una, grande y libre”. Mi maestro  nos insistía en la realidad imperial de una España grandiosa, eterna y dominadora del mundo, escogida por Dios desde siempre para liderar el universo. La soflama casaba mal con la realidad de unos niños que íbamos a la escuela sin desayunar a expensas de la leche en polvo de los americanos. El queso – era Gouda y aun le guardo devoción para superar aquel trauma infantil- nunca lo probamos. No llegaba al pueblo o se lo quedaba el cura para su novia y sus enchufados. Franco, y su unidad de destino en lo universal plagada de fascistas que se hacían millonarios con el estraperlo, se cargó la diversidad ibérica. Esa diversidad es innegable, cualquiera se da cuenta de que muy poco tiene que ver un mallorquín con un canario, o un vasco de siete apellidos con uno de la Alpujarra.

La Iglesia tuvo mucho que ver en ese asunto porque, después de calificar el genocidio como una Santa Cruzada y de predicar el amor y la igualdad de boquilla, en el colegio, los niños de papá pudiente tenían rotuladores, libretas y libros nuevos y brillantes, y los desarrapados recibíamos libros de cuarta mano, desportillados y con más tiros que la maleta del Fugitivo. Las clases en mi colegio no hacían más que perpetuar las ideas que imponía el cura fascista de mi pueblo con entierros de primera – música, campanas doblando, misa solemne e incensario- que dejaban al muerto enfilado camino del cielo, mientras que en los de tercera con un responso rápido de “ahí te pudras” le faltaba solo mandar al muerto al cementerio por su propio pie. La sociedad de castas estaba clara.

 

Respetemos la diversidad cultural, lingüística y de tradiciones peculiares, pero no hagamos de eso una bandera de privilegios solo porque tengan ocho escaños o diez que sirven para que  Sánchez,  Aznar o  cualquier otro, vivan como Dios en la Moncloa.

La palma Franco y surgen las autonomías como gran solución político-administrativa a la diversidad peninsular.  Gran fiasco plagado de nidos de enchufados y vividores de la política

La palma Franco, en su cama, no por ninguna revolución que lo echara del poder a patadas como, por ejemplo, los portugueses con “Grandola vila morena, terra da fraternidade” hicieron al dictador Salazar. La palma Franco y surgen las autonomías como gran solución político-administrativa a la diversidad peninsular.  Gran fiasco plagado de nidos de enchufados y vividores de la política que no han doblado el espinazo en su vida. Todos quieren ser nacionalidades históricas de pedigrí de primera. Si supieran historia,  coincidirían en que Granada fue la última incorporación a ese conglomerado, tan histórica o más que todas las otras. En mi etapa de espía etarrólogo, cuando los etarras me hablaban de la opresión que había sufrido el País Vasco,  intentaba argumentarles y aplicarles lo que los psicólogos llaman terapia racional. Mira chaval – les decía  como si fuese un predicador de cuaresma en el desierto-, aquí, opresión hemos tenido todos y dejen de dar la murga con el bombardeo de Guernica porque también bombardearon el Mercado de Alicante y la costa de Málaga en la “desbandá”,bombardeos tuvimos todos. Un Estado es una creación artificial muy seria. Una creación económica, política, cultural, de infraestructuras, lingüística y hasta religiosa. Una creación seria que no puede estar cuestionándose cada veinticinco años o cada vez que un grupo de gente – como vosotros, porque eran etarras presos los que escuchaban- coge las metralletas y sale pegando tiros por donde puede o le dejan. Estoy de acuerdo con Peixoto  – etarra viejísimo- cuando decía que “para crear un pueblo hacen falta años y sangre”. Vamos a dejarnos ya gestas heroicas,  del Conde Duque de Olivares y de Carlos María Isidro, de dar el coñazo  con los segadores del siglo XVII, con las ensoñaciones de Federico Krutwig, Chao y Sabino Arana y vamos de  una puta vez a lo que interesa: la creación de empleo de calidad. Solo eso sostendrá al país y a sus habitantes, el abaratamiento de los servicios y  cobrarle a los bancos  la pasta que se han llevado y no parecen en vías de devolver. El que no trabaje, que no coma, decía aquel apóstol, secretario de organización del cristianismo y que ni siquiera conoció a Jesús de Nazaret. El trabajo crea riqueza y mantiene a los que ya trabajamos lo nuestro y ahora no podemos ni merecemos estar todo el día con el alma en vilo por si se va a la mierda la hucha de las pensiones. A ver si los abuelos de la bandera y el silbato se enteran de una vez.

La expresión “España multinivel” tiene un tufo que tira para atrás

 Sánchez parece tener claro lo de la creación de puestos de trabajo – las pensiones son inherentes a esa creación - y el reparto de los fondos europeos, pero por si las moscas, para asegurar su permanencia en Moncloa hasta  2023, se ha sacado de la manga un nuevo motivo de distracción, una polémica artificial y gilipollesca.

Cuando dijeron que España era una nación de naciones, solo repetían  una verdad de Perogrullo, que a la mano cerrada le llamaba puño. Desde que Alicante era Akra Leuka, cuando los fenicios andaban negociando por las costas de Cádiz,  los túrdulos por las vegas granadinas, los vascones triscaban por el monte Gorbea y los vacceos por las llanuras palentinas, España aún no existía pero ya eran multitud los pueblos distintos que vagaban buscándose la vida por la península ibérica.

 

Dejemos sentado que lo de España, nación de naciones, es una frase efectista y una chorrada, por evidente. Lo último supera a cualquier imaginación. La primera vez que lo oí pensé que era una broma junto a mi amigo José Antonio Pérez Tapias, creí que anunciaban la olla Termomix o los pantalones térmicos quemagrasas para mujeres con celulitis, pero parece que van en serio con la ocurrencia.

La expresión “España multinivel” – leo la ocurrencia en varios periódicos con titulares gordos y una foto retocada de la politóloga Lastra- tiene un tufo que tira para atrás. Como escribía aquel cura mariquita que nos leían en el colegio, mientras comíamos, en sesiones de mañana, tarde y noche: Cierto olor a podrido – west seller en los años sesenta para adolescentes más desorientados que un revolucionario cubano-. Dicen que Sánchez pretende con ese multinivel profundizar en el autogobierno de Cataluña y articular sus ansias independentistas. Maravilloso. Ya tenemos una autonomía de primera. ¿Los vascos no quieren ese nivel también? ¿Y los demás, se contentan con la segunda división? ¿Ven cómo el multinivel huele a dividir el país en enchufados y desarrapados como en mi colegio?

Siguen dando el coñazo con la memoria histórica. Me parece justo que se recuperen los muertos enterrados en las cunetas, que se resarza a los robados por los golpistas y que nadie con crímenes de guerra se vaya de rositas. Otra cosa bien distinta es sacralizar la gilipollez. Gabriel Rufián – charnego como yo, hijo de jienenses y alpujarreños, o sea converso al catalanismo con todo el peligro que los conversos encierran- dice que “dinamitaría el Valle de los caídos”.

Sabemos de sobra – los curas me llevaron a conocerlo en el viaje de estudios de sexto y nunca más he vuelto por el sitio- que esa obra faraónica fue hecha con la sangre y el sudor de los vencidos, que muchos murieron allí extenuados, que en esa iglesia y en la cruz grandiosa – oí a un cateto de Maracena exclamar “¡vaya pila de martillazos que tiene esto!” glosando la monumentalidad del engendro-, inventaron la redención de penas por el trabajo, porque la Iglesia metía la cuchara en todos los sitios y sacralizaba lo que le parecía. Hay mucho sufrimiento y mucha muerte tras esas piedras gigantescas, tras la basílica y tras los evangelistas y la cruz de Avalos – sí, con uve porque nada tiene que ver con el defenestrado de Fomento-, pero eso no es motivo para dinamitarlo porque es historia. ¿Pedimos dinamitar las Pirámides, el Coliseo, la catedral de Burgos o la Alhambra? ¡Por favor, las gilipolleces vamos a dejarlas para la barra del bar y las risas en las terrazas!