| 10 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Ha muerto Daniel Escolano

Probablemente y junto con Eusebio Sempere el mejor pintor alicantino de la segunda mitad del siglo XX

| Pedro Nuño de la Rosa Edición Alicante

Siempre se es joven para morir, y sobre todo cuando el sueño eterno toca a la puerta de un genio artístico a quien todavía le queda muchísimo por darnos desde la perfección dibujística y el talento desbordante capaz de soplar vida a una naturaleza muerta, captar el alma de un espacio interior, divinizar un desnudo masculino, o helenizar la abstracción. Daniel Escolano Cárcel, Alicante 1954, fue pintor de algo tan indefinible dentro de movimientos y estilos que solemos recolocar en el apartado: "Heterodoxos". Un iconoclasta disconforme, o más bien ajeno al tiempo que le tocó vivir. Una ya larga enfermedad de colon acabó inundándole los pulmones, y los médicos aconsejaron su sedación, cuyo desenlace fatal apenas ha durado un día. 

Lo cierto es que fui su amigo y comisario en varias exposiciones, tanto en galerías privadas como en museos, y pasé larguísimas horas crepusculares en su estudio que daba al Mediterráneo discutiendo, él desde su herejía contra las viejas vanguardias oficialistas, yo desde la pedantería de quien, como crítico, es víctima y exegeta de su contemporaneidad. 

Dejo aquí el último texto que escribí sobre Dani cuando su primo, Juan Reche Cárcel, profesor de la UA (Universidad de Alicante) a la que había donado gran parte de su colección privada, organizó una exposición antológica en el museo universitario de dicha institución académica. No tengo fuerzas en estos instantes, cruelmente irrumpidos por tantos recuerdos amotinados, para hacer un planto al uso. Quizá lo intente cuando su epidermis se vaya diluyendo, y sus obras ocupando los espacios inmortales. De momento, podría valerles esta biografía apresurada: 

"Nada hacía pensar que aquel muchacho del alicantino barrio San Gabriel, de mirada entre huidiza y absorta, pero tan insondable cuando se fijaba en alguien o en algo, pudiese llegar a las más altas cotas dibujísticas, consiguiendo desentrañar etapas plenamente azules, rojas, amarillas y grises... 

Todo empezó con la transición a la pubertad, cuando se descubren sus magníficas habilidades, lógicamente todavía más cerca del cómic que de la Academia, pintando profundidades marinas del amplio Mediterráneo que siempre tuvo Daniel frente a su ventanal corrido esperando a las vestales, y en especial simbiosis con anteriores deidades indostánicas, de ahí su iniciático cuadro, de amplio formato, sobre Saraswati, Aredvi Sura Anahita y leyendas todavía por descubrir en Occidente. 

Sus primeros cuadros 

Acabado el bachiller Dani necesitaba de otros aires litorales para confrontarse reflexivamente con su futuro. Esta vez eligió los atlánticos, marchando a Canarias para estudiar Bellas Artes. El que sacara aprobados y notables en muchas asignaturas, si bien e indefectiblemente consiguiera las Matrículas de Honor en dibujo, demuestra su irreductible vocación como artista-creador que antes debe aprender el oficio de Ingres, nada de Profesor de Instituto, ni de concursante a certámenes según marcaban modas y estilos de convocatorias oficiales y ferias, empezando por entonces la incipiente Arco. Fue en aquel tiempo cuando empezaron, quizás por influencia de su maestro Pedro Picó, cuadros entre el realismo mágico y la herencia de lo surreal (más bien apócrifos que terminológicos) donde junto a la cara de María, la madre, de la abuela, de una prima vestida de primera comunión, retratos sacados de ajadas postales, incluso de un Niño Jesús transparentándose tras una lechera, aparecen vegetales, perfectamente contextualizados, cual si una sola coliflor, una alcachofa o un pimiento partido bastasen como paisajes que nos transporten a otra realidad paralela, la suya. 

Alguien, ya discorde entre sus contemporáneos, y muy capaz de trasladar el cuerpo adolescente de Ícaro a una divinidad egipciaca en ciernes de reencarnarse humana, fuesen tangibles chavales o chiquillas de juegos y amores primigenios en el barrio de San Gabriel, licuando toda su aparente tosquedad –de modelos no profesionales – en pura plasmación de una belleza casi andrógina. Y naturalmente, en la parroquia, que todo lo escucha entre rejillas, acabó atrayéndose los anatemas del párroco tridentino. Daniel no podía sino desembocar en la magia de los demiurgos heterodoxos. 

Una de sus obras preferidas que siempre se negó a vender 

Por eso la maldad (convencional) puede parecernos bellamente luciferina en la sonrisa púber; la cabeza de Dionisos, casi niño/a, acaba por transformarse en un alienígena que está escondido en nuestra propia conciencia visionaria como higiene contra lo convencional; las aves de Fortuny encuentran el paraíso, sin salirse del estudio-celosía de Daniel: música sinfónica, magia y trementina; mientras el espíritu del Balthus más voyeur, observa, tras un biombo chino, las pinceladas (nada de aerosoles) con que Escolano sacraliza el erotismo de las muchachas en flor, o los recónditos deseos de sus admirados Leonardo y Dalí. 

Vuelve de Canarias sabiéndose desde el Quattrocento a los hiperrealistas, pero ya convertido en un iconoclasta a la búsqueda de sus propios mitos, mientras aquí mandan las novedades de "movidas" plásticas que le son ajenas. Pinta sin cesar, y por su estudio se derraman dibujos que acabarán, o no, en cuadros, incluso se atreve con una broncínea y dorada cabeza escultórica. 

Llega el éxito y las ventas con una exposición en la librería Set i Mig, y otra en aquella inolvidable Galería 11 de Carmen Cazaña donde, como ya adelantamos, muestra hortalizas y seres conseguidos a la memoria, ajustando cuentas y pasiones efímeras. Luego vendrán más exposiciones individuales, y mucha colectiva, entre las que podemos destacar Sala Niu d'Art de Valencia, Museo de Albacete (que tuve el honor de comisariar), Galería La Pinacoteca de Madrid bendecida por la prensa madrileña), Galería Italia de Alicante, Fundación Alió, también en Alicante, etc. 

La madre siempre presente en la vida del artista 

Se suceden nuevos triunfos comentados por críticos en el ámbito nacional de la talla de Raúl Chávarri o Vicente Molina Foix. Y trascienden cromatismos como Picasso pasa del azul al rosa, o como Matisse consigue simplificar el color hasta no necesitar espátula; y de ahí, a todo lo que ese mar "siempre vuelto a empezar" que diría Verlaine, le susurra a Escolano sobre demiurgos y fabulaciones vertidas a la orilla de sus propias ensoñaciones. Ideas y plasmaciones que pude compartir con "Dani" en atardeceres de largas charlas sobre lo divino y lo pictórico (alguna vez también lo humano), mientras al fondo sonaba la música de "Blade Runner", y el alcohol irlandés era nuestro faro sobre una mesa acribillada por restos de óleo, bien lo recuerdo, y entre carboncillos y tubos, muchas fotografías de sus modelos en blanco y negro, sobrecuadriculadas a lápiz por infinitas perspectivas... Ah, y un libro con cuentos del ciego Borges con el señalador colocado en "El jardín de senderos que se bifurcan". Acabó regalándomelo sin pedírselo. Siempre sus dádivas de encantador desprendido. 

Daniel, su padre, tira la toalla, dejando de aspirar a que Daniel le sigua en su nuevo y próspero negocio de máquinas recreativas, o al menos dé clase en cualquier colegio o instituto. Pero el muchacho quiere ser pintor y solo eso.  Su madre no permite que nadie rompa el férreo y sentimental cordón umbilical que la une a ese retoño que le ha ido creciendo tan distinto al resto de aquellos sus amigos de infancia. Todos los días baja varias veces al piso donde su hijo tiene el taller, el auditorio y la cama, proveyéndolo de cuanto le haga falta empezando por los besos. Es la única persona que, además de entenderlo, lo intuye en lo más íntimo. Precisamente por esto último, percibe cierta perturbación de bipolaridad, que nada tiene que ver con varios de sus anteriores cuadros, esencialmente cuando la obra empieza a dominar al artista, y no al revés. Sin embargo, para entonces Daniel ya ha alcanzado un nivel de reconocimiento y de notoriedad del que no piensa apearse, anhelando alcanzar teológicamente a las mismas deidades que ha pintado como si ahora pudiera tocarlos fuera del marco. 

Escolano en su última exposición, Museo UA 

Precisamente, exponiendo en Madrid, donde Pedro Trapote le acaba de comprar un enorme lienzo de la "Época azul" para su famoso teatro-discoteca "Joy Eslava". Daniel, deslumbrado por la belleza del actor viscontiniano, Helmut Berger, se gasta una fortuna en comprar alas de mariposas para que, desde los palcos, vayan cayendo sobre las apolíneas cabezas del actor y del artista. Después de aquel arrebolado desiderátum, ya nada volvería a ser como antes. Daniel Escolano comienza su otra batalla entre psiquiatras, pastillas que afectan su prodigioso pulso para pintar, hasta que después de mucho tratamiento, idas y venidas a los estatus convencionales, logra reponerse para encontrar, ¿cómo no en un artista de su genialidad?, nuevas cualidades difuminando pinturas hasta acercarse a cierta abstracción lírica, invariablemente dominada por el trazo figurativo, yuxtapuesto por un geometrismo sinuoso que nada tiene que ver con el Op Art. Hasta que por fin consigue recuperar las efigies que eternamente viven en su particular visión del cosmos, aunque ahora llevan más literatura de ciencia ficción, pero también le hacen y nos hacen reflexiones sobre todo lo anteriormente pintado desde un vocabulario intransferible en la semiótica del Arte. Pero esa ya es otra historia de "imaginarios" entre el sujeto (Daniel Escolano Cárcel) y el objeto (la pintura) que no me toca contar a mí."