| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La Guardia Civil busca el cuerpo de la pequeña Anna tras hallar el de su hermana Olivia / Europa Press
La Guardia Civil busca el cuerpo de la pequeña Anna tras hallar el de su hermana Olivia / Europa Press

El mal existe

De la multitud de crímenes posibles, los más execrables son los relativos a la violencia sobre los menores. La muerte violenta de Anna y Olivia a manos de su padre ha conmocionado al país

| Mónica Nombela Edición Alicante

Vivimos en nuestra rutina, sumergidos en nuestras cosas, ajenos a esa otra realidad con la que la mayoría de nosotros casi nunca nos hemos de tropezar jamás. Y ojalá así sea. Creemos, como decía Manolo Summers en su famosa película, que “to er mundo é güeno”, pese a que esta afirmación sea en sí completamente infantil y absurda. La mayor parte de la gente es buena, eso es cierto, pero también es verdad que la maldad existe entre el género humano y de qué manera. Lo peor que podemos hacer es desconocerlo y obrar de espaldas a ello, lo que podría ponernos en riesgo. Aun así, pese al cuidado que llevemos, no tenemos asegurado salvarnos de algún salvaje que se pueda cruzar en nuestro camino en un momento dado.

Hace años sufrí dos episodios, ambos a plena luz del día. El primero de ellos consistió en que un tipo con el que me crucé por la calle me pegó un puñetazo en un brazo, sin cruzar palabra. El otro fue peor, aunque salí airosa de él, afortunadamente. Otro individuo me atacó volviendo del juzgado con la toga en una mano y el maletín en la otra. Tras un forcejeo en el que sentí que al defenderme despertaba en mí un lado brutal, que hasta ese momento desconocía, mi atacante salió huyendo. Solo me quedó un esguince de tobillo y la sensación de rabia por lo ocurrido. La policía me regañó por haberme puesto en peligro, pero sinceramente no creo que mi instinto me permitiera hacer otra cosa diferente si me volviera a suceder algo parecido. Como yo, y que conste que no me quiero comparar con nadie porque afortunadamente estos episodios los puedo narrar desde la más absoluta indiferencia y lejanía, como si fueran una película que le hubiera sucedido a otra mujer, muchas personas padecen la violencia de otros en sus carnes.

De la multitud de crímenes posibles, los más execrables son los relativos a la violencia sobre los menores. En estos días un suceso horrendo nos ha vuelto a golpear, como lo hizo en su momento el asesinato de aquellos pobres hermanitos a manos de su padre, Bretón. En este caso, la muerte violenta de Anna y Olivia a manos de su padre en Tenerife ha conmocionado a todo el país. Descansen en paz. Son hechos horrendos, que no caben en cabeza humana y que solo pueden explicarse desde la extrema podredumbre del corazón de una persona que no merecería tal calificativo. Un malnacido, un indeseable, un Saturno que ha devorado a sus hijas, con la finalidad de hacer el máximo daño posible a su expareja, la madre de las menores, que llevaba desde el 27 de abril sin tener noticias de sus pequeñas. No quiero ni puedo imaginar la angustia de esa pobre mujer. Las palabras se quedan muy cortas en estos casos.

Interior tiene detectados 471 menores en riesgo de ser víctimas de violencia a manos de sus padres

Ante hechos tan espantosos solo nos cabe mostrar nuestra repulsa y preguntarnos qué podríamos hacer para evitar que se repitieran. Al parecer, Interior tiene detectados 471 menores en riesgo de ser víctimas de violencia a manos de sus padres. Me pregunto si podrían tomarse algunas medidas al respecto a fin de proteger a estos niños, aunque supongo que habrá diferentes grados de peligro en esa cifra escandalosa. Doy por supuesto que el interés superior de los menores, empezando por el derecho a la protección de su vida y su integridad física, ha de prevalecer sobre el derecho de sus padres a tenerlos en su compañía y que, tal vez, por ahí habría que empezar a actuar. Y es que “Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma”, como expresó maravillosamente el gran poeta Khalil Gibran.

 

Lo peor de estos casos, muchos de ellos ligados a los de violencia sobre la mujer, son el silencio y la indiferencia de los que, con demasiada frecuencia, aparecen rodeados. Y es que una de las principales armas de defensa es la prevención, la denuncia, el sacar las situaciones de riesgo a la luz pública. Y pedir ayuda. Lamentablemente no siempre se llega a tiempo de poder evitar el desafortunado desenlace, pero hay que entender que este problema es de toda la sociedad en su conjunto. Resulta imprescindible poner el acento en la educación de los niños y las niñas en la igualdad real entre hombres y mujeres, desterrando los roles machistas definitivamente, como forma de cambiar determinadas mentalidades a futuro. Y esto, por el momento y al menos para la siguiente generación, parece una tarea inacabable, aunque por complejo que sea el problema no podemos tirar la toalla.

Mónica Nombela Olmo

​Abogada y escritora