| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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La lengua de doble filo

La letra no les entra con la sangre impositiva de las multas, ni con la mermada ayuda de un funcionario que tampoco domina la lengua de Ausiàs March

| Pedro Nuño de la Rosa Edición Alicante

Gran parte de mi juventud la pasé en Cataluña, donde trabajé y me formé intelectualmente. Lo primero que hice, por imperativo propio y consejo de la "colla" (pandilla)  fue aprender catalán, incluido el escrito, impulsado que no obligado, por dos razones fundamentales: entenderme con mis amistades mayormente universitarios, sin obligarles a cambiar de idioma cada vez que yo entraba en la conversación; y en segundo lugar, porque en esta lengua se publicaban libros de ensayo y literatura que todavía no se habían visto aquí impresos en castellano (salvo algún librero que los traía clandestinamente desde París, México o Buenos Aires). Todo muy normal y muy lógico a mi entender, salvo que algunos "charnegos" (cuyos padres eran emigrantes forzosos de las Españas aún menesterosas), eran los más ultraístas en hablar bajo las normas de Pompeu i Fabra, como si en ello les fueran las señas de identidad y el reconocimiento como iguales por parte de quienes nacidos con ocho o más apellidos catalanes. Curiosamente hoy bastante dirigente independentista ha cambiado nombre de pila o acentuación en los apellidos oriundos castellanos por un pastiche adulterado; algo que no sucede ni arriba y abajo del Ebro cuando uno de sus apellidos (materno o paterno) son de origen allende los Pirineos.

Eran tiempos en los que se iba contra Francisco Franco y su estructura mandataria dictatorial. Pero no contra España, de la que casi todos se sentían parte, aunque, eso sí, los catalanes como la avanzadilla de rango europeo mejor preparada económica y culturalmente. La lengua materna era un elemento de ufana diferenciación de su bilingüismo enriquecedor, pero no instrumento separatista de frontera y casamata, algo inconcebible entonces, salvo en círculos progre-esnobistas tan minoritarios como anecdóticos. Todavía tengo familia en Barcelona y vuelvo allí regularmente, comprobando que, desde el banquero sinvergüenza Pujol&family a los corrientes, cada día es mayor la desafección de una minoría in crescendo hacia lo que significa España como vieja nación europea, afinando el filo del catalán, mientras dejan el castellano ridículo y absolutamente romo, que solo se utiliza para giros o expresiones despectivas.

La espada de la lengua empieza a tener doble filo con el que unos más que otros pueden cortarse

 

Algo que, de un tiempo esta parte, también viene sucediendo en la Comunidad Valenciana, donde Compromís forzó la creación de una "Oficina de Derechos Lingüísticos", que el Tribunal Supremo acaba de tumbar por inconsistente, grotesca y fantasmal, dado que son los castellanoparlantes los "discriminados" que utilizan habitualmente esta lengua en un 85%, pero se ven obligados a manejar, artificial y torpemente, el catalán dialectal a la hora de entenderse con todo tipo de Administraciones, desde la partida de nacimiento hasta la de defunción; algo que en no pocas comarcas, es decir más de la mitad del territorio, empieza a resultarles repulsivo por dictatorial, ya que la letra no les entra con la sangre impositiva de las multas, ni con la mermada ayuda de un funcionario que tampoco domina la lengua de Ausiàs March, al punto que ambos acaban entendiéndose en la de Cervantes, por cierto gran admirador del primero.

Por eso aquí, donde las autoridades del tripartito no han logrado imponer la inmersión lingüística por cojones u ovarios, la espada de la lengua empieza a tener doble filo con el que unos más que otros pueden cortarse, cuando hasta hace dos días era un duelo innecesario porque la cooficialidad entraba para beneficiarse como personas, pero no como gravamen patibulario a quien no domine un idioma de una parte del territorio que históricamente les ha sido ajeno y ahora se le requiere de grado o por la fuerza.

 

Nuestro Molt Honorable, oriundo y vivido en Morella, nunca habló el valenciano hasta llegar al trono. Mal hace en dejarse convencer por Judit-Mónica Oltra, para sellarle la yugular al español universal, porque un 51% de exclusivamente castellanoparlantes hoy están advirtiendo dolosamente la ejecución "idiomicida", mañana expresarán ese dolor en las urnas. Cuidado Ximo con los idus de marzo ¿elecciones?, esto ya no son aquellos nuestros tiempos universitarios, donde el pancatalanismo era mimesis de progresistas contra la Dictablanda.