| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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La diputada catalana Marina Bravo y la líder de Cs, Inés Arrimadas, durante una reunión del Comité Ejecutivo del partid
La diputada catalana Marina Bravo y la líder de Cs, Inés Arrimadas, durante una reunión del Comité Ejecutivo del partid

Más dura será la caída

Que los intelectuales no valen para la política es casi tan cierto como que los políticos raramente pasan de leerse las contratapas y reseñas de los libros

Las crueles paradojas de la política alcanzan contradicciones épicas como el que ahora mismo, los más acérrimos enemigos de Ciudadanos, es decir PSPV -PSOE y Compromís, intenten apuntalar una estructura que se desmorona como cuando las fallas en Valencia o las hogueras en Alicante ven cómo se diluyen y desdibujan sus ninots por el fuego abrasador que acaba convirtiéndolos en cenizas, cuando antes fueron obligadas y celebradas fustigaciones y críticas mordaces a la realidad pasada durante el año que va de una cremá a otra.

"Por qué Ciudadanos puede superar la plusmarca de tránsfugas en Les Corts", titulaba hace poco este periódico en un artículo de H. G., recorriendo la historia del transfuguismo en la Comunidad Valenciana. Nada que añadir a lo bien documentado, salvo más anecdotario o, si lo prefieren, leña al fuego consumidor. Pero sí alguna reflexión, no tanto a nuestros particulares electos a Les Corts subsidiarias, sino a los porqués de la volatilidad del centro político español.

Conocí, casualidades de la vida entonces ambulante, a Ciudadanos en aquel verano de 2005 cuando no eran más que un grupo de intelectuales universitarios profesionales del Derecho, la Economía e incluso la farándula. Sus ideologías resultaban tan desparejadas como si las hubieran barajado y metidas todas en el mazo común del antiindependentismo.  Alertaban que el peligro de escisión en Cataluña era real, y de que allí ya había comenzado la persecución de los creyentes en la España de los Reyes Católicos, la de los Borbones se daba por superada. Sin embargo, la camada nacionalista solo gruñía en su terrario, pero todavía no le había sacado las uñas al león dormido del Madrid pactante que los necesitaba para cerrar presupuestos; por descontado, a cambio de venderles la pócima del increíble Hulk con la que el gato salvaje iba creciéndose exponencialmente hasta convertirse en el tigre con dientes de sable cuatribarrados y una estrella de cinco puntas en la frente.

Que los intelectuales no valen para la política es casi tan cierto como que los políticos raramente pasan de leerse las contratapas y reseñas de los libros, pues para las presumidas citas y ocurrencias ajenas ya tienen a sus escribidores a sueldo. Así pues, conforme se agrandaban también Ciudadanos expandiéndose por las Españas, los intelectuales fundadores fueron dándose de baja o yéndose antes de que los fueran. Quedaron los practicistas aprovechando el tirón de la tradición liberal española. Nadie se resistía a la dialéctica de lo evidente de Albert Rivera, ni a la guapura política de la charnega Inés Arrimadas, ni mucho menos al mensaje novelado por Saramago de cómo los tramos naciente y final del Ebro podrían convertirse en el mar de los sargazos, aislando a Cataluña y Euskadi en dos balsas de piedra con más de la mitad del pasaje español apresado por los piratas Pujol y Arzallus.

Ciudadanos hoy queda apresado en el tornado del sálvese quien pueda, o váyanse a su casa que los días de gloria habrá que buscarlos en las hemerotecas

Pero tras ir de victoria en victoria en el ámbito de la España vertebrada al punto que pudieron tocar Gobierno con la mano ofrecida por los socialistas y se quemaron la planta de los pies queriendo aplastar al PP, hasta las estrepitosas derrotas en Cataluña y Madrid, añadiendo el patinazo murciano, Ciudadanos hoy queda apresado en el tornado del sálvese quien pueda, o váyanse a su casa que los días de gloria habrá que buscarlos en las hemerotecas.

Mientras el PP, empujado hacia el centro por un Vox cada día más encantado con la Europa de entreguerras y los maximalismos abisales, intenta que no se le escape la sólida retaguardia afiliada o simpatizante de siempre, y, de paso recoger los restos de aquel naufragio que ha provocado Ciudadanos con sus continuos bandazos perdiendo el timón del centro político cuando empezó a hacer aguas Albert Rivera, (ahí os quedáis) tirando la toalla en medio del ring porque preveía un noqueo aún más doloroso si seguían aguantando asaltos electorales. Tal que cualmente ha sido.

Así que, la fatuidad de Ximo Puig y Mónica Oltra dándole resuello económico a Ciudadanos para que aguante un asalto más antes de caer en la lona del olvido. No es limosna arbitral ni caridad del manager, sino jodienda al adversario para quitarle gas al PP que viene lanzado "a por ellos", aunque todavía lo lastran las botas encintadas del pesado y pasado cenagal. Pero eso a la matacaballo que nos llevan los políticos españoles, es poco menos que nada y mendrugo para que lo roan los tertulianos fervorosos del PSOE, cuya equidad se demuestra al no darle al enemigo (PP) ni el agua, algo que desgraciadamente perjudica a nuestra profesión. Nada me gusta más que me pregunten en la calle algo así como: "soy un asiduo/a lector suyo desde hace años, ¿podría hacerle una pregunta muy personal?" Meto cara de escéptico y asiento con la cabeza. "¿Usted a quién vota?" Entonces invariablemente le contestó: "si se lo dijera no se lo creía".

Una vez estuve a punto de votar a Ciudadanos. ¡Qué desperdicio cuando de ciudadanos de calle pasaron a las políticas habituales! Por lo que dicen las encuestas volvemos al bipartidismo. Una lástima y un tongo anunciado, diría Bogart viendo al ídolo caído con el protector dental esparcido sobre el barro de un imposible.

Fue bonito mientras duró.