| 07 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pablo Iglesias en los pasillos del Congreso de los Diputados / FOTO: E. Parra. POOL / Europa Press
Pablo Iglesias en los pasillos del Congreso de los Diputados / FOTO: E. Parra. POOL / Europa Press

Memento mori, Iglesias

Tal vez le faltó quien le recordara, como a los generales romanos cuando hacían el paseo triunfal en Roma tras una batalla, que es, como todos los demás, un simple mortal

| Mónica Nombela Edición Alicante

Y llegó él, el hombre de la melena, luego de la coleta y después del moño, a querer salvarnos a todos, especialmente a todas las mujeres, pobres seres débiles e inferiores que, según da a entender, cuando la cosa se pone fea precisamos que venga el macho alfa a ponerse a los mandos de la situación.

Cantaba Sabina que “las niñas ya no quieren ser princesas”, pero él parece que no se haya enterado todavía de esto, entregado como está, aparte de a su estilismo aparentemente descuidado, al culto a su ego, de dimensiones tales que solo puede rivalizar con el de Sánchez. Y, como no pisa el suelo, a base de flotar y flotar en la burbuja de sus delirios de grandeza, no se había dado cuenta de que las cosas no son exactamente como él se las imaginaba, que ni todas las mujeres caemos rendidas a sus pies, ni Errejón es ya su amigo incondicional, ni cuando él habla sienta cátedra.

Iglesias es un político que ha incurrido en tantas contradicciones y que ha demostrado tanta incoherencia como cualquier otro del espectro nacional. Que es tan humano también como cualquier otro. Parecía llamado a cambiar la política tradicional en España, a aportar aire fresco, pero la puesta en práctica de su proyecto, al inicio enormemente ilusionante y nacido al calor del movimiento 15-M, ha representado una decepción igual de grande para muchos de sus simpatizantes, sobre todo los que tienen pensamiento crítico y no se dejan llevar por la idolatría.

Hoy la formación de Iglesias se halla en la cuerda floja, y prueba de ello es la negativa con la que ha despachado Más Madrid la propuesta del ex vicepresidente del Gobierno, de encabezar una candidatura conjunta a las elecciones de la Comunidad de Madrid. Al igual que el otro partido que surgió casi simultáneamente por el centro del espectro político atraviesa un momento clave, pues de las próximas citas electorales depende el futuro tanto Ciudadanos como de Unidas Podemos. Y es que los partidos los dirigen personas, y en todos sitios cuecen habas. Ambos partidos han cometido errores garrafales, que les van a costar muy caros.

Podemos es él, Iglesias, porque en su partido no ha quedado nadie más con cierta talla y presencia, para posibilitar que pueda seguir existiendo después de él. Que hayan tenido que echar mano de una pobre mujer como la ministra de Trabajo como sustituta suya para la vicepresidencia tercera del Gobierno, significa que la cosa está fatal en ese partido. Si Martes y Trece aún actuaran, inmortalizarían a Yolanda Díaz con su insuperable performance de los ERTE para siempre. Si no la han visto aún, busquen esa comparecencia, porque al menos se echarán unas risas.   

Las mujeres no necesitamos que venga ni Iglesias ni nadie a salvarnos la vida, que aquí tenemos a una Ayuso hecha un brazo de mar, que da por muerto políticamente hablando al hasta ahora líder podemita

Iglesias ha sido víctima de sus propios errores. En realidad, ha hecho un gran favor a Más Madrid con el harakiri que se ha hecho a la vista de todos, saltando sin red desde la vicepresidencia del Gobierno, que jamás debió abandonar hasta que fuera inevitable, para protagonizar un tortazo del tamaño del mundo a la vista de todos, solo comparable con el de Arrimadas en la moción de censura fallida de Murcia. Pretendiendo que él era el sol de la mañana, lanzó un órdago a sus antiguos compañeros, sin duda dando por hecho que solo podrían decirle que sí. El no de Errejón, lanzado por boca de Mónica García, la candidata, ha demostrado que la venganza es un plato que se sirve frío. Iglesias se pretendía El Mesías, pero ha sido una mujer quien, con tono airado y cosechando a buen seguro muchas votantes femeninas con ello, lo ha mandado finamente a hacer puñetas. Y encima Errejón ni se ha despeinado.

Las mujeres estamos hartas. No necesitamos que venga ni Iglesias ni nadie a salvarnos la vida, que aquí tenemos a una Ayuso hecha un brazo de mar, que da por muerto políticamente hablando al hasta ahora líder podemita, y a la propia García, una desconocida lanzada a la palestra nacional por obra y gracia del envite de Iglesias. Ambas deberían darle las gracias a quien parecía demasiado listo para caer en este tipo de errores, de primero de Políticas. Tal vez le faltó quien le recordara, como a los generales romanos cuando hacían el paseo triunfal en Roma tras una batalla, que es, como todos los demás, un simple mortal. 

Mónica Nombela Olmo

​Abogada y escritora