| 24 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Protesta de Femen frente al Congreso de los Diputados / Imagen de archivo.
Protesta de Femen frente al Congreso de los Diputados / Imagen de archivo.

Carta de una feminista desengañada

El deseo de colaborar para avanzar, pero no desde el odio al hombre, no desde el comunismo, no desde la sinrazón feminazi.

| Yolanda Cabezuelo Edición Alicante

En mis tiempos mozos admiraba yo a las mujeres que conseguían avances para todas a base de esfuerzo y a costa de su reputación; sobre todo a las francesas, mucho más avanzadas que nosotras, pero todavía criticadas por la antigua sociedad burguesa.

Las españolas arrastrábamos todavía el complejo de Maruja, la inseguridad sobre nuestras capacidades y el pensamiento puritano, que es el primer enemigo de la libertad y del feminismo. Entonces comenzamos a seguir el ejemplo de las francesas, y a comprometer nuestras reputaciones conviviendo sin matrimonio, siendo madres solteras con orgullo, preparándonos académicamente, sacando oposiciones y cogiendo las riendas de nuestras vidas.

Con 25 años tuve mi primera empresa en la Plaza Nueva de Sevilla -llevaba desde los 21 siendo mi propio sostén económico-. Siempre me había dedicado a la venta. Era la mejor porque vendía más, y tenía más cualidades que mis compañeros varones. La única que podía igualar mis resultados era mujer también. Cuando mandé imprimir mis tarjetas de visita pedí que el cargo figurara en masculino: Yolanda Cabezuelo Arenas, Director: puesto que hacía un trabajo de hombre quería que así constase.

Mientras duró la actividad empresarial jamás tuve problemas con ningún hombre. Era seria y causaba respeto, y con una sola mirada mantenía en su sitio a quien fuera. Sin embargo, no todo fue un camino de rosas en los años siguientes. También a mí me han engañado, me han utilizado económicamente e incluso he sido víctima de violencia de género... pero soy consciente de mi responsabilidad, en primer lugar por no haber sabido elegir.

Soy consciente de que quien maltrata a una mujer no es un hombre, y por eso es importante no confundir los conceptos. Tampoco quien quita la vida a una mujer es un hombre: no es más que un asesino. Quien busca en una mujer los ingresos que puede aportar no tiene hombría ninguna y el infiel compulsivo tampoco es más que un niñato inmaduro. Pero los otros, benditos hombres, los que han sido amigos, compañeros, maestros, incluso amantes, merecen todo mi respeto como mujer y como persona.

La vida me ha enseñado que los valores son importantes, imprescindibles. He conocido más mujeres carentes de valores que hombres: mujeres que no se esfuerzan en salir de la incultura, que se acuestan con cualquiera sin preguntarle ni el nombre, que se vengan de otras mujeres porque son feas, gordas, enanas o calvas y les ofende la belleza ajena... mujeres que no respetan nada. No puedo cuantificarlas: son muchas. Hombres malos sólo he conocido a dos.

También son muchas las mujeres ejemplares: las que te ayudan, las que cumplen con sus trabajos de forma impecable, las justas, las que son jóvenes y se dejan llevar por el entusiasmo de los altos ideales, como me dejaba llevar yo misma en mis tiempos feministas... solo que ahora que ya se ha desvanecido la vehemencia de la juventud se ven las cosas desde otra perspectiva.

La vida me ha enseñado a huir de los extremos, luego no pienso apoyar el comunismo disfrazado. Me ha enseñado a elegir con cuidado las compañías para que no me comparen con quien me vean, y por tanto no me verán nunca junto a una fiera vociferante que se desnuda o abandera mensajes de odio. Simplemente es un tipo de persona -que no de mujer- que no aporta nada bueno, y de las que por tanto es preferible alejarse.

El día 8 celebré a mi manera ese día de la mujer trabajadora que tanto se ha politizado. Y lo hice con la esperanza de volver a serlo, con el recuerdo de aquellas que dejaron sus vidas en el camino y sufrieron tantas cosas que hoy día están superadas, con la intención y el deseo de colaborar para obtener aquellas que estén aún por conseguir...

Pero NO desde el odio al hombre. NO desde el deseo de destruir la familia. NO bajo la bandera comunista. NO con la estética y la sinrazón feminazi... porque estas son las cosas que han contaminado ese movimiento justo, esa gran lucha que una vez fue el feminismo.