| 10 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El trasvase Tajo-Segura

Vuelve la guerra con un presidente socialista reclamando combativamente el agua de Castilla-La Manch, con semejante simplismo cuál si cántabros y riojanos monopolizaran el Ebro

"Agua que no has de beber, déjala correr" es antiguo refrán que acabó en cuplé interpretado por aquella mítica y hermosísima manchega Sara Montiel. Bien haría su paisano, Emiliano García-Page, en aplicárselo respecto al trasvase Tajo-Segura, que es encorajinada discordia permanente entre Castilla-La Mancha por parte del donante, y La Comunitat Valenciana junto a la uniprovincial Murcia como receptores cuando el Júcar y el Turia por arriba, o el Segura por abajo, no dan para más riego hortofrutícola que, traducido en últimas cifras oficiales nos facilitan el siguiente resultado frutal: Comunidad Valenciana, con 3,9 millones de toneladas (+1%) y 4. 253 millones de euros (+7%); Murcia, con 2,7 millones de toneladas (+5%) y 2.992 millones de euros (+5%). Añadan el resto huertano más industrias afines como la conservera, y obtendrán un beneficio loablemente escandaloso del que nuestras exportaciones no pueden prescindir si queremos mantener el crecimiento exponencial equiparable a las naciones más desarrolladas de la Comunidad Europea, es decir del mundo, y del que tanto presume el presidente Sánchez, aunque a regañadientes de sus socios balanceándolo desde la izquierda con su progresismo a la violeta, o desde el secesionismo apoyado por el Putin desestructurador de otra Europa que no sea la suya.

El canal fue una de las pocas, pero buenas ocurrencias de Francisco Franco, o, mejor dicho: un corta y pega del decreto publicado en las Cortes de la II República en 1933. Claro que el general dictador era un pertinaz centralista declarado enemigo del federalismo republicano que, por aquellos alborotadores entonces, a lo visto y comprobado en los paralelismos históricos, resultan bastante más preocupantes, por parecidos, a los tiempos actuales, propiamente de lo que muchos quisiéramos (y otros menos añoran y desean irresponsablemente). Los turbulentos años 30 del pasado siglo (no hace tanto mirado con cierta perspectiva) procuraron declaraciones unilaterales de independencia en Cataluña, el País Vasco, Galicia..., por no hablar de pronunciamientos cantonalistas anteriores resueltos a sangre y fuego. Si bien, y a pesar de esas turbulencias que nos cogían muy al norte, la varias veces recosida Castilla-La Mancha se llevaba apañadamente con la región Valenciana, hoy Comunitad, o País (dependiendo del interlocutor). Incluso prosperó el bilateralismo cuando la mecanización del campo castellano obligó a migraciones masivas hacia la costa en pleno desarrollo de los económicamente felices 60. Nadie puso, ni se atrevía entonces a apostar diques ideológicos al trasvase, entre otras y poderosas razones porque los cultivos de regadío, y por ende las divisas, aumentaron exponencialmente; basta una comparativa secano-regadío en, pongamos por caso, la Vega Baja alicantina o el Campo de Lorca, convirtiendo secarrales, demasiadamente alejados de las riberas, en plantíos de hortalizas y frutales.

Ahora vuelve la guerra, de siempre intermitente, con un presidente socialista Emiliano García-Page reclamando combativamente el agua de Castilla-La Mancha (río Tajo) para los manchegos, con semejante simplismo cuál si cántabros y riojanos monopolizaran el Ebro, y a aragoneses y a catalanes le fueran dando por saco en insolidaria miseria agrícola; otro tanto podríamos decir del Plan Badajoz, y de las relativamente recientes vegas andaluzas, etc. que nacieron en el franquismo. Esa majadería buscando los votos en la urna del chovinismo sólo se le puede ocurrir a quien quiere ignorar inculta y tozudamente que la productividad más provechosa es axiomática proporcionalidad entre sol (clima) y agua (aportada artificialmente a la tierra baldía); o dicho en contable paladino, no valen lo mismo un kilo de cereales, cebada o trigo, que uno de cítricos o lechugas, ni en terreno cultivado ni en las lonjas europeas.

Obviamente, el no menos socialista valenciano Ximo Puig, defiende como "irrenunciable" la continuidad, incluso el aumento de agua trasvasada, "al mismo precio" para los regantes de esta su Comunidad. Y ahí reside todo el meollo de la cuestión que Pedro Sánchez no sabe resolver como primus inter pares socialistas. Porque es el Gobierno Central de todas las Españas, quien debe compensar a unos (alicantinos y murcianos) y a otros (manchegos). A los primeros el caudal necesario para que sean productivos gracias a la agricultura de primor y los frutales en refuerzo exportador para toda la nación; a los segundos indemnizándoles con inversiones en la hoy tan mentada como depauperada España vacía, llámense industrias alternativas, prospecciones acuíferas, nuevas tecnologías, proyectos investigadores, ganadería...

Escribir este artículo cuando nos ha caído nuestro particular y excepcional diluvio comarcal parece inapropiado, pero recordemos que pertinazmente somos extenso territorio semidesértico y que a no tardar vendrán solaneras y sequías despiadadas durante más de 300 días. ¿Es imaginable un García-Page cerrando la compuerta del Tajo al Segura? ¿Lo permitirá Pedro Sánchez? ¿Hasta dónde puede intervenir y qué fuerza tiene para ello y en el Madrid decisorio, Ximo Puig? ¿Qué ha sido del trasvase al Vinalopó por el Azud de La Marquesa?

Dicen historiadores, politólogos y economistas que la última guerra será por el agua. No creo que seamos tan idiotamente estupendos como para comenzar a ensayarlo.