| 16 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Estado de desecho

El ‘yo si te creo’ ha ido cobrando una influencia insidiosa en pocos años… Es tremenda la manipulación mediática, el oportunismo ideológico y la tajada política que se está sacando

| Manuel Avilés Edición Alicante

Mi confianza en los políticos se encuentra bajo cero. Hay honrosas excepciones, personas honestas y entregadas: Antoni Asunción, Juan Alberto Belloch, Paz Fernández Felgueroso, Mercedes Gallizo – que tuvo los santos cojones, nada más tomar posesión, de cesar al director de la cárcel de Alcalá Meco, algo a lo que nadie se había atrevido pese a sus merecimientos-, Pepe Lassaleta y… no sé si alguno más. Todos, por lo que conocí y pese a ser honrados y muy trabajadores, eran afanosos de poder por aquello de la erótica, algo humano y entendible. Todos trabajadores y llenos de ideas, pero ninguno hermana de la caridad entregado al bien común sino a la política con sus pompas y sus obras, como a Satanás en las promesas del bautismo, esas a las que los curas decían que había que renunciar.

Mi confianza en los jueces anda por idénticos derroteros. Tengo varias decenas de amigos jueces y fiscales. Todos preparadísimos, todos sabios, todos con sus oposiciones durísimas superadas y todos honestos, aunque haya algún garbanzo negro que no empaña la imagen del colectivo. ¿Recuerdan al Juez Estevill, recuerdan a Gómez Chaparro, recuerdan al que ha entrado en la cárcel hace unos días por maquinar contra Victoria Rosell? En todo colectivo hay gente que supone una mancha para el mismo y no por eso el colectivo en pleno queda descalificado. Los jueces, listos, preparados, sabios, equilibrados, imbuidos del poder del Estado, no son dioses. Nadie es Dios porque Dios no existe.

Ludwig Feuerbach lo dejó bien claro y nadie ha conseguido falsar sus afirmaciones: no es Dios quien ha creado al hombre. Es el hombre quien ha creado a Dios.

Veo, como vejestorio anarquista al que le importa todo un cojón, incluso lo peor que puede pasarle como sería perder su patrimonio – un piso modestísimo, un coche y una moto de segunda mano- porque al crematorio se va sin nada, ir a la cárcel o morirse, en ese orden de gravedad. Veo un extraño compinchamiento entre estos poderes del Estado -ejecutivo, legislativo, judicial, económico, mediático y de lobbis ejercientes y dictatoriales-  que, sin que muchos se den cuenta – yo sí me doy porque no me he caído del nido ayer-  nos abocan  a una situación de indefensión, amuermamiento, estado borreguil y de cuasi esclavitud, semejantes al hombre-maleta de que hablaba Ortega y Gasset, ese que va y viene, lo llevan y lo traen, pero no sabe quién ni cómo, ni adonde ni para qué.

He estado cuarenta años en la cárcel ejecutando sentencias y resoluciones judiciales. He intentado cumplir la Ley  Penitenciaria, el Reglamento y todos los códigos, respetar los derechos de todos los chorizos que han caído en mis manos  y mantener en los trullos una situación de cierta seguridad jurídica en la medida de lo posible. Me he jugado la vida – soy de los pocos con una certificación escrita y firmada en la que constaba que era “objetivo prioritario de los etarras”- sin ver por ello aumentada mi pensión con una medalla roja, de esas que te suponen doscientos pavos de por vida y que se han dado por enchufe en  ocasiones. Me queda un regusto  de  haber estado haciendo el gilipollas como hablaba con Antonio Asunción dos horas antes de que se muriera: Antonio, le decía mientras le acariciaba la frente sudorosa del que está en las últimas: ¿te acuerdas cuando nos creíamos importantes? Él era ministro y había sido secretario de estado y tenía mil pelotas detrás chupando el suelo o cualquier cosa que se les propusiera. Fíjate para lo que hemos quedado – le decía- tú en la Uci y yo contigo, solos, llamando a la médico de guardia para que te ponga algo que te quite el dolor que te martiriza.

El poder, los aplausos, los escoltas, los coches oficiales, los pelotas, las reverencias, las toneladas de felicitaciones por navidad  - quiero testimoniarle mi más profundo deseo de felicidad en el año que entra bla, bla….- son mentira porque terminan el día que te llega el cese y de ser ministro pasas a ser ex. O sea, nadie.

Me he enrollado. Estaba hablando del Estado de Derecho o de Desecho. Un gran profesor, Manuel Atienza, un genio, me dejó claro - ya  lo tenía-  que el  Derecho Natural no existe. Algo así como Dios, que tampoco está. El derecho es una creación humana y quienes lo aplican también.

El derecho y  sus aplicadores depende de quien ostenta el poder  – que protegen con normas y con sanciones, recuerden a Kelsen y su gran verdad: toda norma sin una sanción no sirve una mierda-. Sus valores son distintos de quien está en la oposición y no toca poder. No obstante, el  poder no es total nunca, muchas veces se ve coaccionado, empujado, apretado, metido en vereda, por personas o grupos que son poderes fácticos. No los citaré, ya tengo muchos enemigos y, a la vejez, tampoco me empeño en aumentarlos.

La mujer. Ese ser excelso, imprescindible, inteligente mucho más que el hombre, capaz, hercúleo, creador de vida. ¿Quién puede defender al modo de los escolásticos antiguos, que la mujer no tiene alma, intentando situarla en una posición de inferioridad? Santo Tomás, que decía eso, era un imbécil reprimido. Tengo la convicción profunda – he tenido una madre, hermanas, una hija, nietas  y alguna compañera de vida a las que daría todos los nobeles posibles- de que cualquiera que agreda, pegue, fuerce, secuestre, prostituya, esclavice o sojuzgue de cualquier forma a una mujer tiene que ser duramente castigado.

Ahora bien, la deriva jurídica que ha tomado esta política últimamente me tiene más que preocupado aunque a mí, vejestorio ingobernable e irrecuperable, ya no me pillan estos delirios legislativos por imposibilidad metafísica.

Yo denuncio, hago pasar al tío el fin de semana en el calabozo, le pongo una orden de alejamiento, no ve a los niños, me quedo la casa y el coche y los muebles y todo…

Me escribe una amiga genial, inteligentísima y valiente: “El ‘yo si te creo’ ha ido cobrando una influencia insidiosa en pocos años… Es tremenda la manipulación mediática, el oportunismo ideológico y la tajada política que se está sacando de demonizar a todo hombre…”

Esa frase  - de una mujer, insisto- hay que estudiarla  profundamente.  Toda manada es vomitiva y hay que darle penalmente hasta cansarse. Toda agresión, toda violencia contra una mujer o un hombre - probada fehacientemente- debe ser castigada sin piedad. De ahí al postureo, a que la carga de la prueba sea misión del acusado y no del que acusa; a que la presunción de inocencia se pase por el forro y a que el principio de igualdad de quede en agua de borrajas, va un trecho demasiado corto, el que transcurre desde el Estado de Derecho al Estado de Desecho.

He oído demasiadas veces: mi marido no me valora, eso es maltrato psicológico. Si su marido no la valora, no quiere salir con usted, tiene a otra, busca un rollo cada día  - y lo mismo si es su mujer la que observa esa conducta- usted se divorcia y adiós. De ahí a montar un lío penal cuando hay un divorcio en el horizonte  va un trecho que no debiera andarse nunca. Por ejemplo, nuevamente, si todas las infidelidades las transformamos en violencia de género organizamos un pifostio difícil de digerir. El tema es largo y complicado como para solventarlo en un artículo. Necesitaríamos una tesis doctoral.

Cuento esto porque he leído – manía de vejestorio desocupado- que la fiscalía de Asturias pide la retirada inmediata de la reforma del código civil  - propiciada por los lobbis, grupos de presión que parten el bacalao- que impide, con una mera denuncia, que padres denunciados puedan ver a sus hijos, porque impide las visitas.

Ojo que estoy contra toda violencia y creo que lo he dicho clarito. Si le pegas a tu mujer o a tu hijo, a la cárcel pero con garantías jurídicas – presunción de inocencia, igualdad, contradicción, carga de la prueba, derecho de defensa, etc... Dicen los fiscales asturianos que se crea una situación demoniaca y se pueden disparar las denuncias para obtener, por esa vía, de forma casi automática beneficios para quien la interpone. Yo denuncio, hago pasar al tío el fin de semana en el calabozo, le pongo una orden de alejamiento, no ve a los niños, me quedo la casa y el coche y los muebles y todo… con una denuncia instrumental  - lo dicen los fiscales y no yo, ojo. No se me tiren ya al pescuezo-. Insisten los fiscales en que la situación puede prolongarse en el tiempo como si el padre ya hubiese sido condenado con efectos perjudiciales que no tienen vuelta atrás. No digamos nada de las órdenes de alejamiento. Hay hombres que cumplen y, están por ejemplo comiendo con su familia. Si la ex pasa cerca, suena la alarma. Lo llaman y tiene que salir por pies si no quiere cometer un quebrantamiento de condena. Es una condena sin haber sido condenado. Hay que hilar más fino.

En mis cuarenta años de cárcel he visto mujeres estranguladas, degolladas, prostituidas, apaleadas, con la cara quemada con ácido. Me duele cada uno de sus nombres y me acuerdo de cada una de ellas. Duro con los tipos que infligieron ese sufrimiento. También he visto mujeres manipuladoras, mentirosas e interesadas que, como decía el sabio Fabian Estapé, si se hubieran llamado Marina, se tendrían que haber apellidado Mercante.