| 25 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Felipe VI ha hablado con los jóvenes estudiantes participantes en la jornada
Felipe VI ha hablado con los jóvenes estudiantes participantes en la jornada

Un rey en las Cigarreras

| David Monllor Edición Alicante

A una hora de que aparezca la comitiva real por las Cigarreras, no toda la gente del barrio sabía que venía Felipe VI. En la puerta del Copacabana, unos vecinos lo esperan con ansia, mientras forman un coro en que se oye: “¡Que viene el rey!”. La lotera del barrio está emocionada. Me regala un boleto de la primitiva que acepto agradecido por lo que pudiera pasar en el sorteo.

Dentro del recinto el rostro del jefe de seguridad no engaña: quiere orden, como los jueces. Apenas he traspasado el umbral, escucho atentamente la consigna policial: mochilas y cámaras contra la pared. En cuestión de minutos se forma una fila a modo de triunvirato periodístico: radios, periódicos y televisiones, todos a una. Un perro policía, por fortuna, no encontró nada sospechoso entre cámaras, micrófonos y cables. Ni siquiera una carta amenazante.

Me intento abrir hueco entre la marabunta de profesionales, que intentan insistentemente  investigar los detalles que rodean la llegada del ilustre Borbón. Como becario, no puedo más que callar y aprender. El jefe de prensa de la Casa Real nos indica que el monarca no tardará en llegar.

Aparece Felipe VI junto a Luís Barcala, Ximo Puig y Pedro Duque. Intento enterarme si va a acercarse al rincón de reporteros. Preparo el micrófono, pero el “no va a hablar” retumba en el ambiente. Mientras tanto, el monarca se interesa por la vida de los concursantes del reto emprendedor en el que han participado jóvenes estudiantes de la Comunidad Valenciana. Destaca la respuesta de un niño: “me he levantado a las cuatro de la mañana para venir”.

“Siempre con los jóvenes” reza el panel principal. No parecen caer en la cuenta de que no hay ninguno presente en las butacas, salvo el arriba escribiente

Cuando, por fin, entra al auditorio de la antigua fábrica de tabacos se produce una catarsis protocolaria con el eufórico aplauso del público en pie. Todos le miran. En las distancias cortas luce más rey que su antecesor. Funcionar como mero observador sin favores que devolver es estupendo, sobre todo, en eventos que aúnan los entresijos del poder: conversación, agenda y contactos. Digo poder porque se ha reunido lo más distinguido de Alicante entre estas paredes.

“Siempre con los jóvenes” reza el panel principal. No parecen caer en la cuenta de que no hay ninguno presente en las butacas, salvo el arriba escribiente. Como la ingenuidad despierta simpatías, me acerco a un espectador y le pregunto si habrá aperitivo. Se sonríe, como diciendo “se nota que eres nuevo aquí”. No le falta razón. No hubo canapés, ni siquiera botellas de agua.

 

El presidente de la fundación Princesa de Girona comienza, tímido, su discurso. La única salida de guion nace de forma espontánea. Se refiere a Pedro Duque, al que anima a potenciar la ciencia porque “hemos olvidado la investigación en España”. Deambula por la sala el fantasma del “país de camareros”. Igual tiene razón el presidente.

Entre tantos discursos y aplausos, también hay hueco para distracciones inesperadas. Alguien entre el público decide que es el momento para que suene el politono oriental de su móvil, ¡durante más de un minuto! A mi alrededor se perciben murmullos: “la gente no tiene vergüenza”. Nunca pensé que esta mañana pudiera llegar a ser divertida. Al menos no ha sonado ningún himno, si no vaya usted a saber quién es el primero en cantarlo.

Los perros viejos de prensa teclean a toda mecha, mientras el gentío asiente y algún espabilado se refugia en Twitter para entretenerse un rato. Esto es un no parar. La presentadora nos dice que transformemos la sociedad en los próximos diez años. En mi interior, me río: en Alicante las cosas avanzan lentamente.  La Vía Parque empezó a planificarse en 1968. Culminó su trazado el pasado mes de febrero. Cincuenta años  se ha tardado en construir una circunvalación de la ciudad. 

Por otra parte, los responsables de protocolo me miran incrédulos. Acaso los calcetines desparejados han hecho que sientan pena de mí, el tipo más perdido de la sala. La culpa es de las prisas mañaneras.

 

Volvamos a la gala. El lenguaje edulcorado de los ponentes, rayano en lo superficial, se adorna con los vocablos habituales de estos eventos: resiliencia, autocrítica, y curiosidad. También se apuesta por el desarrollo laboral y personal derivado del  “mentoring”.  Los anglicismos se nos están yendo de las manos. Sólo faltaba que nos recomendaran algún libro de autoayuda para revertir las cifras del paro.

Los ganadores de pasadas ediciones del concurso forman una alineación en el estrado, mientras los colegios concursantes venden su producto al público sin estar presentes: el “streaming” tan usado en los últimos meses. La competición en virtud del progreso despierta pasiones entre nuestros dirigentes. Poco oportuno fue que la señal sonora renqueara durante los discursos de presentación. Aun así, anoté en la libreta palabras como “red social científica”, “aplicación de móvil”, y “juego de fósiles”. Llega el veredicto del jurado: victoria para los “responsables de la redes sociales”.

La entrega del premio de investigación científica a César de la Fuente por su labor en biología computacional cierra la gala. Qué rápido todo. Me levanto del asiento y compruebo que las escaleras están a rebosar de gente trajeada. Ahora es el momento en que empresarios y políticos se relacionan y establecen contactos que tan útiles serán a unos en los negocios y a otros en las gestiones de ayuntamientos y consellerias.

Cuando salgo del recinto con intenciones de irme rápidamente a casa, me sorprende la gente que espera al monarca. Se escucha un leve vitoreo entre el público. Tras el arranque de un fanático solitario, el resto le sigue al son de su voz: ¡Viva la Guardia Civil!, ¡Viva el rey¡, ¡Viva España! Más de alguno, sin embargo, exclama desesperado que “se nos va a enfriar el arroz, Su Majestad”. Como para irse, ¡si ahora viene lo mejor!

Sale por la puerta la comitiva escoltada por un dispositivo policial. El fervor monárquico estalla entre el público al ver a Felipe VI. Veo una España orgullosa, como en 2010, cuando el Mundial de Sudáfrica: banderas, cánticos y calles abarrotadas de españoles contentos. Hoy en Alicante solo ha faltado Manolo y su bombo.