| 24 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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exhumación de Queipo de Llano y Francisco Bohórquez en Sevilla
exhumación de Queipo de Llano y Francisco Bohórquez en Sevilla

Desmemoria y animalismo

40 años del pasado siglo no se borran por decreto en el BOE, ni se pueden explicar a nuevas generaciones sólo insultando y masacrando a un dictador que ganó la contienda de una Guerra Civil

| Pedro Nuño de la Rosa Edición Alicante

"Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla". Esa frase, mal atribuida al filósofo George Santayana (1863-1952), pero que hoy es cita habitual articulista cuando nos retrotraemos a analizar el pretérito equívoco, se ha convertido en el boomerang que, lanzado desde la dividida y divisoria izquierda del PSOE, retorna peligrosamente contra sus emisores obsesionados con reescribir un pasado, obviamente inamovible, para encubrir su errático presente.

Y no sólo quieren imponer sus axiomas para intelectuales, por encima de historiadores y ensayistas a los que no han leído (por ello los desprecian desde la ignorancia), sino que se inventan el relato de un ayer más o menos próximo, provocando hilaridad, cuando no sonoras carcajadas tomándolos por vesánicos muyahidines bosnios de los ayatolás Monedero e Iglesias, quienes desde sus minaretes universitarios vociferan soflamas y falsedades históricas dispuestos y creídos en resetear aquí, tal como lo hicieran Mussolini y Stalin (entre otras tendencias dictatoriales) la memoria de los españoles activos, pues entre quienes lo vivieron quedan muy pocos, dándonos su descalabrada versión del agitado siglo XX en esta piel de toro, y desdichadamente brava como para promover tres genocidios en menos de 100 años fueran problemas sucesorios o golpes de Estado.

Ahora que andábamos en paces los españoles, estos descerebrados agitan rescoldos y reabren cicatrices, por ejemplo con el osario de Franco repatriado del Valle de los Caídos, hoy artificioso Cuélgamuros, al panteón familiar, y el alargado esqueleto de Queipo de Llano despojado de la Macarena por cruel y paradójico decreto ateo, ahora se supone, dado su presumido republicanismo de café, que mandaran desalojar el pudridero de El Escorial donde duermen el sueño eterno desde Carlos V a Alfonso XIII, mucha consorte y algún infante, esperando la, quiera Dios que lejana, venida del autoexiliado don Juan Carlos I.

Para bien o para mal, que de todo hubo en el relativismo histórico según quien opine y certifique, 40 años del pasado siglo no se borran por decreto en el BOE, ni se pueden explicar, a las nuevas generaciones, sólo insultando y masacrando a un dictador que ganó la contienda de una, no lo olvidemos, Guerra Civil, la peor de todas las guerras porque es fratricida y patriótica por ambas partes. Ni someter a juicio sumarísimo, con fusilamiento simbólico incluido, a quien refundó el "Tercio de Extranjeros". Justo y equitativo es exhumar las cunetas republicanas, pero parece pobre venganza resabiada, además de muy tardía, la arbitraria profanación de restos mortales inhábiles al presente. Ya puestos que sustituyan el monumento a la Legión española y a su comandante africanista Queipo de Llano, por la egregia moruna figura de Abd el-Krim que mató a decenas de miles de soldados españoles y otros muchos franceses, e hirió gravemente tanto al general sevillano como a Francisco Franco.

Aunque ya puestos a empapelar al alcalde de Madrid por haber ensalzado a un cuerpo mítico de nuestros ejércitos, y a cambiar los libros de Historia de escuelas e institutos, ¿por qué no derribar las estatuas de don Pelayo, el Cid Campeador, el sepulcro de los Reyes Católicos – veremos donde los echan –, Cristóbal Colón, o los escritores Cervantes, Lope de Vega que lucharon por el denostado Imperio español contra el otomano, y así a tantos que tampoco sean de su agrado analítico, revirtiendo el pasado como si fuera un calcetín y haciendo malos a quienes creíamos héroes, y a éstos indignos villanos abominables.

Claro que, cualquier boutade y desbarre podemos esperar de quienes intentando robar votos, también a los bienintencionados "partidos a animalistas", intentan legislar para que los animales, se supone que irracionales, tengan, pizcas pajas, los mismos derechos que los humanos, como si fueran la encarnación viviente de los personajes de Rudyard Kipling y Walt Disney.

Ya está bien de "animaladas", sean de revancha histórica o de utopías animalistas.

Pedro Nuño de la Rosa