| 23 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El mayor acontecimiento del mundo mundial

¿Es el mayor acontecimiento de los siglos la muerte de la reina de Inglaterra?

| Manuel Avilés Edición Alicante

El ser humano es amigo de grandes epopeyas. Cada pueblo necesita las suyas y sin epopeya de tres pares no hay pueblo importante. Sadam Hussein, por ejemplo, hablaba de “la madre de todas las batallas”, para animarse y motivar a los suyos, y le dieron hasta en el carnet de identidad. Los monoteístas hablan de “la historia más grande jamás contada” y sí, puede ser la más grande, pero es una epopeya sangrienta, guerrera, fantástica, imaginativa, cuentista… en la que han metido mano miles de hombres. Muchísimos, menos Dios que nunca ha escrito ni ha mandado escribir, ni ha dictado nada. Ni la Biblia ni el Corán ni nada.

El mayor acontecimiento de los últimos años – del siglo XXI que ya lleva un buen trecho- ¿cuál ha sido? Hombre, dirán algunos: el atentado de las Torres gemelas de hace 21 años. Ese nos cambió la vida. Puso en el mapa a los terroristas islámicos que llevaron la guerra hasta el corazón de América – los americanos son amigos de montar, financiar y armar guerras lejos de su país, por aquello de la economía y la industria bélica- y ahí fueron golpeados en donde jamás imaginaron. Desde entonces nos ponen en bolas para subir al tren o al avión. Hace poco yo avisé a una segurata que me quitó los zapatos, la chaqueta, el cinturón e hizo que se me cayeran los pantalones, y le dije: Señorita yo me quito todo lo que usted me mande porque quiero ir a Mallorca, pero le aviso de que “desnudo gano mucho”. Y la chica me dejó pasar sin insistir en los calcetines y los gayumbos.

Los alqaedas, que se pueden llamar boko haram, mártires por Marruecos, Hezbolá, Estado islámico de Irak y Levante, Daesh o como quieran llamarlo en cada momento, tienen todo el tiempo del mundo para tratar de imponer su Sharía, pero ese no es el mayor acontecimiento de todos los tiempos.

La más alta ocasión que vieron los siglos -así la llamaron en su momento- tampoco fue la Batalla de Lepanto en la que la Santa Alianza venció a la flota turca y donde Cervantes se quedó manco. No pregunten esto a un chaval que siga los planes de estudio actuales porque le dirá que pasa, que no lo rayes, que flipa y que si te has tomado  tres tripis o te has fumado dos petas. En los planes de estudio ahora hay que estudiar a Pere Aragonés y a Junqueras, a Federico Krutwig y a Julen Madariaga, que sí son figuras históricas. A Mercé Rodoreda –magnifica novelista- y a Agustín Chaho y a Paco Letamendía, que esos sí que sabían historia.

¿Es el mayor acontecimiento de los siglos la muerte de la reina de Inglaterra? Yo creo que no. Una señora que ha vivido noventa y seis años como Dios, sin dar chapa, llevada y traída en volandas, que no ha fregado jamás un plato y ha tenido más marmotas que Tutankamon, no sé por qué hay que llorarla. Envidia le tengo yo y que me digan donde hay que firmar para una vida de ese estilo. Veo lágrimas de cocodrilo por todos los lados -me sale la vena republicana- y les pregunto a todos esos ingleses que viven en la Vega Baja: si tanto la echáis ahora de menos y tan buena vida os daba ¿por qué vivís en San Fulgencio y no en Manchester como mi amiga Charlotte?

Un funeral con trompetas y tambores había que haberle hecho a mi madre, que fue capaz de criar seis hijos inventando cada día, de la nada, una maniobra nueva para darnos de comer, pero a esta señora que adquirió el poder por vía genética –como todos los monarcas- y que ha vivido entre algodones desde el minuto cero, no sé por qué cojones hay que homenajearla tanto como si hubiera descubierto la penicilina o la vacuna de la tuberculosis. Una mujer cuya fortuna se cifra en centenares de millones de euros, que heredan otros que han trabajado lo mismo que ella, o sea nada, y que jamás ha doblado el espinazo, no veo yo que sea para tanto llanto, tanto bandazo con el ataúd y tanto crujir de dientes. Por cierto, según The Sunday Times, el sucesor Carlos –también jefe de estado por vía genética conforme al absurdo monárquico- aceptó una donación de un millón de libras por parte de la familia de Osama Bin Laden y no he oído nada al respecto. Si cuando yo era espía hubiera aceptado un jamón de bellota –las medallas que me deben que las cambien por uno de esos y una caja de tercios Alhambra verde- los sindicatos ultraderechistas me habrían crucificado como a los ladrones del Gólgota.

¿Desde cuándo les tenemos tanta devoción a los ingleses? ¿Desde el tratado de Utrecht?

Y ahí tenemos a las teles, venga flores y venga procesiones lúgubres y venga faldonazos. Venga cañonazos y venga desfiles trompeteros. No lo entiendo, salvo en el sentido romano de la expresión: Pan y circo. O sea, una maniobra de despiste para desviar la mirada del Brexit, de la inflación y de la crisis que nos va a joder las pensiones salvo que los abuelos de la Unión Europea de Pensionistas lo remedien.

¿Desde cuándo les tenemos tanta devoción a los ingleses? ¿Desde el tratado de Utrecht? Acuérdense de Blas de Lezo, el del asedio de Cartagena de Indias, un vasco que dijo que todo español decente tiene que mear mirando a Inglaterra. Acuérdense de los Borbones, Carlos IV – que se podía haber llamado Cornelio- y el infame Fernando, que vendieron el país a Napoleón con el cuento de salvar a Europa de los ingleses que atracaban su flota en Lisboa y Oporto.

Los paseos de la reina en ataúd me recuerdan – discúlpenme los monárquicos- al cura de mi pueblo. Se murió un cortijero y entre todos -pobres igual que el muerto porque en aquella Andalucía profunda los dueños de la tierra ricos eran cuatro- reunieron para comprarle una caja. Se presentan con el muerto a cuestas en la puerta del cura para que lo enterrara. Y el cura pregunta: ¿quieren el entierro de primera, de segunda o de tercera? Había categorías según el boato. Los cortijeros contestan: usted entiérrelo porque no tenemos un duro y apenas hemos reunido para comprarle la caja. Si no hay dinero, no hay entierro, responde el cura imbuido del espíritu evangélico. No se preocupe usted. Y los cortijeros se van, pero dejan el muerto en la puerta del cura. No hace falta  imaginar los sotanazos del cura persiguiendo a los cortijeros para que quitaran el muerto de su puerta.

El funeral inglés no es el mayor acontecimiento que han visto los siglos. El mayor es…. La renuncia de Toni Cantó al chiringuito de Ayuso. Eso sí que es un pelotazo de tres pares de cojones. Se mete en Vecinos por Torrelodones, se mete en UPyD, se mete en Ciudadanos, le monta el chiringuito Ayuso porque no puede ir a las elecciones con el PP, y ahora, dicen las malas lenguas, que se acerca a Vox porque quiere ser candidato en la Comunidad Valenciana. ¿Qué va a ser del español en Madrid tras la marcha de Cantó? ¿Cambiará la lengua oficial por el ruso o el ucraniano? Señores de la Unión Europea de Pensionistas, no dejen afiliarse a Cantó. Seguro que se propugna como candidato a la presidencia del Gobierno.