Los renglones torcidos... de Jesús Quintero y el audio de Carlos Herrera

Jesús Quintero, El Loco de la Colina. Así comenzaron sus años de mayor esplendor como artista de la comunicación y de la conversación. No trabajaba en un manicomio recordando a Torcuato Luca de Tena y sus Renglones Torcidos de Dios. Similitud grande. Por la apariencia de quienes se rodeaba. Sólo apariencia. La realidad superó la ficción. No quiso merodear con el gourmet de los poderosos en sus proyectos sino de los marginados. Los otros.

La última pasión (y capricho) de Jesús Quintero que no pudo cristalizar

A su vida llegaron siempre como aquellos personajes secundarios que no tenían intención del estrellato. Ni de lejos estaba en la hoja de ruta profesional de estos personajes. Las circunstancias de la vida lo llevaron a conocer Pozí o El Cuñao. El primero llegó a la vida y oficio de Quintero mientras intentaba el comunicador convencer al hermano de Paquirri, Riverita, para que le concediese una entrevista. A pocos metros Pozí y este personaje transversal de la vida ortodoxa le dijo a Quintero que "po zi" voy a tu programa. Así comenzó. El secundario se convierte en principal.

Jesús Quintero fue un loco dentro de cordura. A sus íntimos amigos les mandó un mensaje en formato audio para despedirse de ellos. Una carta leída o improvisada donde anunciaba que se iba a otro lugar para contestarse a lo que no había conseguido a lo largo de su vida. Escucharse a él y responderse al tiempo.

Carlos Herrera emite en COPE las palabras de Jesús Quintero

Con templanza fue su adiós. Un carta que recuerda las últimas palabras de Encarna Sánchez grabadas en COPE días antes de fallecer. Pedro Pérez, la mano derecha de la locutora de Almería, fue el encargado del último trabajo de Sánchez. Jesús Quintero lo hizo sólo. Y envió. 

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Este martes en el programa de Carlos Herrera se han emitido a las ocho de la mañana las emotivas palabras del comunicador onubense que paseó por su calle Cuna de Sevilla como pocos lo hacían. Paso sosegado y mirada penetrante. Y rodeado siempre de Los renglones torcidos de Dios más allá de los muros que separa la cordura de la locura.