ESdiario


Sánchez desentierra los restos de Franco

Por eso, también tiene un sentido avieso como el de dejar a un lado informativo la Dana y de paso a la esposa, hermano y exvicepresidente de sus Gobiernos, amén de lo que queda en el cajón de los truenos donde se esconde el prófugo Puigdemont

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llega a una rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Ministros, a 23 de diciembre de 2024.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llega a una rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Ministros, a 23 de diciembre de 2024.Europa Press

Creado:

Actualizado:

“Franco ese hombre”, “Al tercer año resucitó”, y otros títulos con enunciados parejos de cineastas y escritores derechosos como Sáenz de Heredia o Vizcaíno Casas, que supieron aprovechar los tirones conmemorativos de la muerte del dictador (o de sus democráticamente repudiables hechos históricos) para conseguir buenas taquillas, ventas editoriales esencialmente entre quienes habían vivido la guerra civil a favor del bando golpista, y quienes pensaban (ya en posguerra) que, tanto a favor como en contra Franco “vivíamos mejor”, sobre todo a partir de los años 60 cuando los tecnócratas del Opus Dei sustituyeron, en el manejo de la macroeconomía, a los falangistas, y otros políticos del Movimiento Nacional incondicionales al Régimen despótico que aprovisionó a media Europa de mano de obra barata para recuperar nuestras maltrechas arcas con divisa extranjera; a lo que se unió la siempre tensionada “Guerra Fría”, apuntándose el dictador a recibir con todos los honores al presidente norteamericano Eisenhower, tal y cual lo había hecho años antes con Adolf Hitler demostrando un mendaz filibusterismo consentido por los llamados “países libres” versus “marxistas” que ya se habían visto las caras y las armas en la guerra de Corea, acabada en empate técnico posicional y división de un país, tal y como quedó Alemania tras la II Guerra Mundial. Justo después en 1945, durante Conferencia de Potsdam, Stalin no pudo conseguirlo con España, al alegar el presidente norteamericano Truman que inmiscuirse en los asuntos españoles provocaría una tercera guerra civil y con ello otros cientos de miles de muertos; así que resultaría mejor ir socavando al “Generalísimo” (también llamaba así a Stalin), mientras se apoyaba discretamente a los distintos gobiernos republicanos en el exilio parisino o mexicano.

El año en el que entramos 2025, se cumplen 50 años de la muerte del autócrata, por cierto, harto doliente y fatigadamente martirizante entre tubos y aparataje clínicos, brutales hemorragias prolongadas, fortísimos sedantes que no calmaban el sufrimiento de un cadáver viviente pidiendo que lo dejaran morir de una vez: del palacete de El Pardo, al hospital La Paz, y varias viceversas entre quirófanos y una completísima e improvisada UCI casera. Algo, que como dice el tópico: “no se lo deseo ni a mi peor enemigo”. Franco lo fue, y quien suscribe acabó con sus huesos en el calabozo (citado en el libro de Cerdán Tato “La lucha por la democracia en Alicante”) por el simple delito de formar un sindicato democrático estudiantil. Por tanto, es un personaje de quien sólo puedo guardar los peores recuerdos, pero también el orgullo de haber contribuido, aunque muy mínimamente, a la vuelta de la libertad política en España. Lo cual me ha llevado a considerar tras la redacción de la Constitución Española confirmada en referéndum el 6 de diciembre de 1978, y después de tan comentado traslado óseo desde el Valle de los Caídos a Mingorrubio-El Pardo (2019, 40 años más tarde), que por fin Francisco Franco Bahamonde caería en el olvido de los infames, excepto en los libros de historia donde debe permanecer para futuras generaciones en la convicción de que no tengamos que volver a vivir algo tan sórdido, intolerante y vergonzante por retardatario cívicamente.

Pero meter de una vez al genocida en el sarcófago del olvido, como los alemanes han hecho con Hitler y su banda nazi, o los rusos con Stalin y su Comité de asesinos, me parece algo muy saludable, esencialmente parece superior porcentaje de españoles que no tuvieron que vivir bajo dictaduras. Sin embargo, sacar bajo tierra los despojos de la bestia para zarandearlos públicamente, no es sino una absurda y tardía venganza de quienes no pudieron o siquiera se atrevieron en su momento, pues prácticamente no existían en la comprometida trinchera de combate bajo la clandestinidad; sólo los comunistas, y algún que otro anarquista y separatista dieron la cara, algunos la vida, contra la cruel e inhumana Brigada Social franquista.

No sé si será por eso, pero Pedro Sánchez quiere redimir su inanición (y la de su partido) durante medio siglo con 100 actos en detrimento de la figura del opresor, al que obviamente no se le va a atribuir obra buena alguna, y sí todo lo oprobioso que puedan adjuntarle despectiva y ferozmente, aunque sea torciendo los renglones de la Historia. Torquemada, Al Mansur, Primo de Rivera, etc. se van a quedar en bonhomía al lado de lo que en la Moncloa le están preparando al general golpista contra la II República.

Pero eso también tiene un sentido avieso como el de dejar a un lado informativo la Dana y de paso a la esposa, hermano y exvicepresidente de sus Gobiernos, amén de lo que queda en el cajón de los truenos donde se esconde el prófugo Puigdemont, o explicar que, si el país va tan bien en los datos macroeconómicos, el españolito de a pie no lo note en su ámbito estrictamente personal con una cesta de la compra disparada, aumento de los costes energéticos, y nimias subidas salariales donde sólo repunta el apartado de los fijo-discontinuo.

En lugar de gastar nuestros impuestos (los ricos no pagan correspondientemente, acoquinan las clases medias ¿socialismo?) que, para recordarnos la historia reciente de España y que hubo un dictador del cual ya lo sabemos todo por el machaque continuo a que ha sido sometido desde su primer enterramiento en una tumba que se había hecho exprofeso; bien podrían invertirlos en mejorar el más extenso y comunal nivel de vida de gran parte de la población, empezando por la educación, a cuyos púberes Franco les interesa una higa, más o menos parecida a la que Primo de Rivera nos importaba a nosotros, que ya saltamos de largo la cincuentena:

Poco menos que nada.

tracking