| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Un momento del Gran Premio de Inglaterra en el circuito de Silverstone.
Un momento del Gran Premio de Inglaterra en el circuito de Silverstone.

Hamilton se llevó el romero y Bottas y Sainz, el mal de ojo

La suerte volvió a sonreír a Lewis Hamilton que se impuso en el Gran Premio de Inglaterra en Silverstone en una carrera muy accidentada en su fase final.

| Miguel Queipo Deportes

Como si acabaran de llegar de Sevilla, de pasear por la Avenida de la Constitución. Uno, Lewis Hamilton, compró romero a las gitanas que allí lo ofrecen. Otros, Bottas y Sainz, no lo hicieron y les cayó encima una maldición por no hacerlo. El británico de Mercedes AMG ganó con una rueda pinchada, en la última vuelta, el GP de Inglaterra de Fórmula 1, mientras que su único rival para el campeonato, Valteri Bottas, también sufrió el pinchazo de un neumático cuando iba segundo a falta de dos giros y se quedó sin puntuar.

Carlos Sainz, autor de una extraordinaria salida, marchaba en un cómodo quinto puesto toda la carrera (cuarto tras el pinchazo de Bottas) cuando también se le desintegró un neumático en la penúltima vuelta y acabó fuera de los puntos. Verstappen y Leclerc completaron el podio.

Más allá de la primera vuelta y de los trompazos de Magnussen (empujado contra la valla por un cada vez más decepcionante Albon) y de Kviat, que provocaron sendos coches de seguridad, la carrera fue casi un tiovivo. Salvo Ocon y Stroll, que se las tuvieron tiesas, el resto fue un ordenado paseo por la campiña inglesa, con los dos Mercedes triturando a todos sus rivales y el resto, detrás, en perfecto orden, dando giros. Y otro giro, y otra giro.

Hamilton puso pies en polvorosa desde la salida, marcó sus habituales 3-4 segundos de distancia con Bottas, se puso a gestionar la ventaja y la carrera pareció acabar por delante. Sólo Verstappen, a unos diez segundos del finlandés, malaguantaba el ritmo de la de Brackley. Con dos coches de seguridad, sin paradas en boxes en carrera y por tanto sin undercuts ni overcuts, Sainz, que pasó a Stroll y Norris en la salida, se afianzó en el quinto puesto por detrás de un Leclerc que hacía funcionar su Ferrari mientras Vettel, ay, daba lástima pegando giros sin ninguna ambición. Igual que Raikkonen, otro ex campeón del mundo totalmente desmotivado y que pagó su frutración con su ingeniero en una entrada en boxes.

Cuando el paseo de carruajes de Silverstone parecía que terminaría sin más emoción que el desplome del único Racing Point, el de Stroll, que tomó parte en la carrera (Hulkemberg no pudo ni tomar la salida, por diferentes problemas mecánicos en su monoplaza), a dos giros del final el infierno se desplomó sobre Silverstone.

Y lo hizo para dejar bien claro que a uno, Hamilton, la suerte siempre le sonríe. Y para remarcar que a otro, Bottas, le tiene ojeriza. Igual que a un Sainz que desde que anunció su adiós a McLaren parece haber puesto a todos los ángeles de las carreras en su contra. Pinchó Bottas a dos del final, mientras Verstappen era metido en boxes para hacer la vuelta rápida y arañar un punto extra. Pero pinchó Hamilton, y esa parada del holandés le regaló la victoria. Tal vez no todos los males del equipo energético vengan de sus pilotos.

Y para acabar pinchó Sainz, que marchaba cuarto tras el reventón del finlandés y acabó cayendo fuera de la zona de puntos. Sí, como si acabaran de llegar de Sevilla, de la Avenida de la Constitución, y sólo uno de ellos, el seis veces campeón del mundo, hubiera aceptado el romero de las gitanas.