| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Simeone, lamentándose en un momento del partido del Atlético frente al Villarreal.
Simeone, lamentándose en un momento del partido del Atlético frente al Villarreal.

Simeone tira la piedra y no esconde la mano

El técnico del Atlético de Madrid, mejor que nadie, sabrá que es lo que busca con sus críticas directas, pero es una peligrosa maniobra, pues puede tener un efecto boomerang.

| Francisco J. Molina Deportes

El Atlético ha entrado en barrena. La dinámica perdedora se ha instalado por pura rutina en un equipo que transmite una desintegración tanto dentro como fuera del verde. Todos los focos apuntan a Simeone. No entra en las quinielas que le vayan a echar o que tire él la toalla a mitad de temporada. ¿Será tras finalizar este curso?

La fecha de caducidad de la década prodigiosa colchonera la tiene y la debe poner el propio Simeone. Él se lo ha ganado por su credibilidad y logros. Él mejor que nadie sabrá el momento en que deba bajar la persiana cuando capte que su discurso ya no motiva o no sea aceptado por la tropa. 

El Cholo ha sabido manejar los tiempos de su discurso. Siempre apostó por la mesura alejándose de las voces triunfalistas. Pero últimamente ha dado un giro inesperado. Inaudito que un entrenador rompa el código de lavar los trapos sucios fuera del vestuario.

Simeone ha sacado a pasear su lengua centrifugadora. Ha pasado de echarse la culpa cuando se ha perdido un partido a señalar públicamente a sus futbolistas. Varios han quedado retratados por boca de su jefe. Simeone lo viene haciendo últimamente dando nombres de los suyos en acciones puntuales de cada partido finiquitado con derrota. No apuntando en privado sus nombres en la pizarra sino aireándolos delante de un micrófono. Y eso duele y no se perdona en un vestuario que no acata aquel latiguillo "del jefe siempre tiene la razón".

Y mucho menos que se ponga en duda la profesionalidad del colectivo. Tras perder frente al Athletic en la Supercopa, Simeone en caliente, sembró las dudas sobre su plantel. Torpe estuvo el compañero, al que se lo puso a huevo el propio Cholo, quien dejó caer que sus jugadores son de mantequilla o que se cagan en los pantalones cuando juegan con las gradas llenas. Vamos, lo de miedo escénico en Arabia suena a guasa.

Simeone ha tirado la piedra y no ha escondido la mano. Ha preferido no morderse la lengua a correr un tupido velo. ¿Por qué razón lo ha hecho? Él mejor que nadie sabrá que es lo que busca con sus críticas directas. Peligrosa maniobra, pues puede tener un efecto boomerang. La táctica de echar balones dentro de la caseta contribuye más a restar que a sumar. Y eso acaba pasando factura por mucho que sea alargada la sombra, currículo prestigioso o contrato millonario del Cholo. Tampoco es de esperar a que se escuchen voces críticas en el vestuario, pero el morbo ha entrado en escena. Ahora es cuestión de despejar la incógnita sobre la implicación del plantel con el credo del argentino.  


El millonario finiquito del Cholo

Mientras, en la zona noble rojiblanca prefieren resguardarse de la tormenta. El Cholo es su mejor paraguas. No van a dar el paso de señalarle la puerta por pura lógica. Para no despertar las iras de una afición que no les tiene en su mayoría en los altares . Y sobre todo, por cuestiones de caja. Por el millonario finiquito que tendrían que soltar a un Simeone que ha sabido blindarse muy bien los riñones.

Y en medio,  la afición colchonera. El mayor patrimonio del club tiene meses para mentalizarse del adiós de su guía, ídolo, gurú. Es ley de vida. Todo tiene un principio y un fin. Como también segundas partes o terceras y hasta cuartas. Que recuerden a Luis Aragonés.  No hay que dramatizar ni violentarse. Esperar a cómo vayan surgiendo los acontecimientos y a fiarlo todo a la Champions League. Son siete partidos y habrá que ir más que nunca partido a partido.