| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Ada Colau y el populismo recaudatorio con los coches como excusa

| EDITORIAL Editorial

 

 

No es discutible la necesidad, urgente, de adoptar medidas razonables, transversales y en todos los ámbitos para paliar uno de los grandes problemas de la humanidad, cual es el cambio climático y sus perversos efectos -incuestionables- sobre el planeta y quienes lo habitan.

Y en ese reto, que requiere de medidas globales y liderazgos internacionales, todo el mundo puede y debe jugar un papel. Desde luego, también los Ayuntamientos, y en especial los de las grandes capitales por su carácter ejemplarizante sobre el resto.

Nada que impugnar, pues, al impulso teórico que alcaldes como Ada Colau o en su día Manuela Carmena le han puesto a este asunto, decisivo para tantas cosas. Pero sí hay que ponérselo, y sin ambages, a la traducción de esa predisposición. Que oscila entre la chapuza, el delirio ideológico y, sobre todo, el afán recaudatorio.

Trampas y multas

Madrid no es una ciudad menos contaminada, pero las arcas municipales se han inflado a base de multas a ciudadanos que, más que asaltar normas razonables, han sido presa de las trampas circulatorias de los regidores, en apariencia más destinadas a hacer caja que a regular el tráfico con sentido común.

Cola y carmena se sirven de causas razonables para fabricarse una imagen: el problema no importa

Y en esa misma línea, la homóloga y discípula en Barcelona, Ada Colau, se ha sacado de la chistera la imposición de un impreciso peaje que no ayudará a mejor los datos de contaminación pero sí pondrán la vida más difícil a quienes menos recursos tienen: son las clases con menos recursos las que más sufren las medidas recaudatorias y coercitivas de las administraciones, pero no parece importarles sin con ello consiguen un titular.

La climatización

Ni el coche ni la industria son los principales agentes contaminantes en las ciudades, tal y como sistemáticamente recoge la Agencia Europea de Medio Ambiente. Ese deshonor corresponde a la climatización, y no solo de las viejas calderas: ahí radica el mayor consumo energético y también, en consecuencia, la mayor emisión de partículas perniciosas.

Hay que hacer algo, sí, y sin dilación. Pero con un orden, un esfuerzo coral y un afán sincero por aminorar los estragos de la civilización moderna. Eso será mejor para todos, aunque algunas alcaldesas pierdan con ello la posibilidad de presumir de paladines únicos de un esfuerzo que nos corresponde a todos.