| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pablo Iglesias, en el cierre de campaña
Pablo Iglesias, en el cierre de campaña

Pablo Iglesias debe ser desterrado con los votos de la vida pública española

Los madrileños pueden acabar con un nefasto dirigente que jalea la violencia, la confrontación y el enfrentamiento. Y obligarle a Sánchez a cambiar con urgencia de socios.

| ESdiario Editorial

 

 

Resulta simplemente inaceptable que un líder político, y con él su partido, comprendan, disculpen o incluso jaleen la violencia. Y eso es precisamente lo que, desde hace años, han venido haciendo Pablo Iglesias y Podemos, un partido que nació con unos fines y se ha dejado arrastrar por la deriva cesarista, antisistema y marginal de un indeseable que ha privatizado, en beneficio propio, el espíritu germinal del 15M.

En estos años, el hasta hace nada vicepresidente segundo del Gobierno de España y ahora aspirante a presidir la Comunidad de Madrid; se ha puesto siempre en el lado incorrecto: comprensivo con ETA o sus herederos e inhumano con sus víctimas; cercano a los CDR y a todos los agitadores y distante con los comerciantes o vecinos que han sufrido sus estragos. 

 

Y guerracivilista con sus rivales constitucionales, desde el PP a VOX pasando por Ciudadanos; y encantado con siglas como Bildu o ERC que defienden abiertamente el derribo de la Constitución, la fractura de España e, incluso, el enfrentamiento abierto contra el orden público.

Madrid puede enviar al olvido a Iglesias y obligar a Sánchez a cambiar de socios, de discurso y de objetivos

Ese penoso currículo ya le hacía antes indigno de ostentar cualquier representación pública. Y retrata a la perfección a Pedro Sánchez, que no ha hecho otra cosa que blanquear a Iglesias y al pesado equipaje que le acompaña con tal de alcanzar y mantener sus objetivos.

Sánchez debe cambiar el rumbo

Pero si a todo eso se le añade la confirmación de que dos colaboradores de Iglesias estaban entre los trece detenidos por herir a 20 policías en un mitin en Vallecas; el escándalo no tiene precedentes. Y la cobertura ofrecida por el Gobierno, que calló los hechos mientras activaba una bochornosa "alerta antifascista" sirviéndose de residuales amenazas anónimas; rebasa todas las líneas rojas y pone en riesgo la propia salud de la democracia.

Los madrileños tienen la oportunidad de confinar a Iglesias en el olvido. Pero aunque eso no ocurra, el PSOE tiene la obligación de hacerlo por ellos: si alimentar el choque es triste, protagonizarlo es ya irreversible a efectos de aparcar a este lamentable dirigente de todo respeto institucional: con los violentos nada hay que hablar. El silencio, la indiferencia y la ley son las únicas respuestas. Y si Sánchez no es capaz de entenderlo, su futuro será el mismo que el de su penoso socio.