
La Ley de Memoria Democrática es el enésimo intento sectario del Gobierno de enfrentar a los españoles para disimular el desastroso resultado de la "era Sánchez".
El Gobierno ha aprobado su anteproyecto de Ley de Memoria Democrática, otro de sus inventos ideológicos para intentar de implantar un monocultivo político en España, nacido del mismo sectarismo que ha impulsado leyes como las de educación, la de eutanasia, las de "igualdad" o la de Seguridad Nacional.
Todas ellas responden al mismo impulso sectario de generar bloques enfrentados, a la espera que la movilización del propio sume más que el opuesto; legitime los pactos ya visibles en los últimos años y haga una caricatura radical de su rival que justifique sus decisiones. Y todo ello contextualizado en un burdo intento de tapar el resultado objetivo de su gestión, ciertamente negativo.
Que Sánchez saque reiterados comodines ideológicos, con el de Franco siempre a la cabeza, aspira ante todo a desviar la atención sobre la deriva política, institucional y económica de España, resumida en una disparatada carestía de la luz y otros productos necesarios; el peor paro de Europa y una destrucción del PIB sin parangón en el mundo.
Pero también a completar una agenda de desmemoria nacional que legitime su política territorial en Cataluña y tape, con una falsa justicia antifranquista, los reiterados ataques de su Gobierno al espíritu de la Transición, a la concordia nacional y a la convivencia constitucional.
En ese paisaje hay que ubicar una Ley sectaria que ahonda en la dialéctica guerracivilista proverbial en Sánchez y antes en Zapatero, sirviéndose de una causa, la de las víctimas, que se usa de mala manera: todo lo que se haga por ellas desde un ánimo de concordia ha de ser bien recibido; pero todo lo que se perpetre en su nombre para señalar a culpables falsos y verdugos artificiales es lamentable.
Y eso es lo que buscan este PSOE y sus irresponsables aliados: recrear una especie de antifranquismo sobrevenido que identifique a sus rivales con la Dictadura y recupere la dinámica de trincheras que España supo superar para impulsar una Transición modélica hacia la democracia.
Que lo haga en nombre de víctimas de hace medio siglo mientras humilla a las del presente, con el terrorismo aun fijado en la vida de tantos, es un ejemplo más de los pocos escrúpulos de un Gobierno deplorable.