| 24 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pablo Hasel
Pablo Hasel

Pablo Hasel es un delincuente y un peligro, no un mártir ni un artista

La libertad de expresión no incluye el derecho a señalar objetivos e incitar a acabar con ellos violentamente. Que el PSOE y Podemos respalden a este delincuente es muy triste.

| ESdiario Editorial

 

 

Pablo Hasel no está condenado ni en prisión por su mal gusto, sus torpes rimas ni sus desprecios infantiles a casi todo, desde esa patética pose de antisistema que en realidad esconde un aparente problema de madurez y tal vez algún problema psicológico digno de terapia.

Lo está por incitar a la violencia y al terrorismo, de manera explícita y clara contra personas e instituciones concretas, con nombres y apellidos. Que lo haga por escrito, de palabra o con rimas patéticas es irrelevante al lado de lo que invita a hacer, de manera expresa, reiterada y desde luego delictiva: basta cambiar de objetivos para entenderlo.

¿Se imagina alguien que la Justicia no actuara si cualquier persona, de manera pública y constante, animara a atentar contra las mujeres, las minorías raciales, las opciones sexuales o las confesiones religiosas menos representativas? Pues eso es lo que este presunto artista ha venido diciendo durante años, señalando objetivos en una amenaza intolerable que, se cumpla luego o no, es punible.

 

Los límites de la libertad de expresión son anchos, y es discutible que el mero mal gusto, del que personajes como Willy Toledo , Guillermo Zapata o la tuitera Cassandra Vera son ejemplo; sea siempre delito. Pero el caso que nos ocupa nada tiene que ver con un debate legítimo y se adentra claramente en el terreno penal.

En el que, por cierto, también puede adentrarse la falangista Isabel Peralta, autora de un discurso antisemita igual de repugnante que ya ha puesto en marcha a la Fiscalía: lo sustantivo no es en nombre de qué ideología se cometen excesos, todos repudiables, si no si éstos traspasan las líneas rojas de la simple mala educación para adentrarse en incitación directa a la violencia.

Hasel señala objetivos e invita a acabar con ellos: la libertad de expresión no protege esa incitación a la violencia

Que es precisamente lo que Hasel estimuló en la Universidad de Lérida, donde se amotinó hasta ser detenido, y después en las calles de Barcelona o incluso Valencia, donde hordas de encapuchados sembraron el pánico y provocaron estragos en defensa  de este seudomártir impresentable.

Pero si grave es que personajes tan siniestros como Hasel, Valtonyc o Peralta existan; mucho más lo es que partidos políticos de Gobierno les disculpen, caso del PSOE, o directamente les apoyen, como Podemos.

Que curiosamente son los mismos que más tiempo dedican a regular cómo se tiene que hablar, que se puede ver o leer, desde un puritanismo castrante y agotador amén de ridículo; pero luego sin embargo ayudan a consolidar la funesta idea de que en nombre de la libertad de expresión se pueden cometer todos los excesos.