| 24 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pedro Sánchez en alpargatas, probablemente en La Mareta
Pedro Sánchez en alpargatas, probablemente en La Mareta

Sánchez sigue de veraneo en alpargatas pase lo que pase en España y en el mundo

El presidente tiene derecho a descansar, pero no a cualquier coste disparatado ni con crisis muy serias en marcha: su posado en alpargatas es una confesión de culpa.

| ESdiario Editorial

 

Un presidente del Gobierno tiene derecho, como cualquier trabajador y ser humano, a una vida personal, familiar y privada; con periodos de descanso que le permitan reanudar su función con renovadas energías. Y es razonable, en su caso, que se lo costee el erario público, con los límites del buen juicio y la austeridad debidos, en compañía de sus seres queridos.

Esto último debe ser así porque el presidente nunca deja de serlo y debe estar disponible las 24 horas del día: parece razonable que si se espera ese esfuerzo de alguien; se le permita integrar a su familia en su día a día. No fueron justas en su día las críticas a Zapatero por viajar a Estados Unidos con sus hijas. Y no lo son, tampoco, las que reciba Sánchez si, en momentos de normalidad, veranea con las suyas y con su esposa.

 

A partir de ahí, y nunca prescindiendo de esa premisa de tal modo que haga imposible el ejercicio de un cargo público con la vida personal, sí se puede criticar cómo veranea Sánchez y hasta dónde lleva ese derecho, relativo por definición con su cargo.

Si es harto discutible que use en general palacios como los de La Mareta o Las Marismillas, es directamente inaceptable que lo haga en un momento de crisis tan atroz como el que ha dejado sin vacaciones, sin trabajo y sin esperanzas a millones de ciudadanos: el ejemplo de la alemana Merkel, una vez más, debiera ser la guía de sus homólogos. 

¿Qué hubiera dicho Sánchez de Rajoy si estuviera en un Palacio en la playa con 500 españoles atrapados en Kabul?

Porque si la canciller de un país infinitamente más rico que España se costea sus descanso en distintos hoteles, sin que ello afecte al despliegue de seguridad que obviamente necesita, ¿no puede esperarse del presidente español que al menos sea más modesto en los destinos que le costea la misma sociedad tan empobrecida? Desde luego que sí: los gestos importan, y en situaciones así son fundamentales.

Si además de ese exceso se comete la imprudencia de mantener el asueto cuando arrecian problemas como la ola de incendios, la sospechosa deportación de menores en Ceuta, la escandalosa subida de la luz o el inquietante conflicto en Afganistán; el dictamen ya pierde toda posibilidad de indulgencia.

¿Se imagina alguien lo que el propio Sánchez hubiera dicho de Rajoy o de Aznar si hubiesen decidido continuar en la playa, rodeados de lujos, mientras 500 españoles o colaboradores afganos seguían atrapados en el infierno de Kabul?

Una confesión de culpa

Por unos incendios en Galicia en 2017, el mismo presidente que ahora no abandona los palacios prestados atacó sin piedad a Rajoy y le recordó la necesidad de estar con "la gente" cuando surgían problemas traumáticos. Y cabe recordar la contundente crítica a Ana Botella por estar de fin de semana en Portugal cuando sobrevino el drama en el Madrid Arena.

Su precipitado y a la vez tardío posado en una habitación que no parece de Moncloa, simulando estar al frente de las operaciones de repatriación sin quitarse siquiera las alpargatas; es una confesión de culpa y un lamentable intento de compensar el error sin corregir la causa del mismo: no se trata de parecer que no se está de vacaciones; sino de no estarlo cuando el país al que te debes te necesita.