| 22 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El Rey Felipe, el pasado 12-O
El Rey Felipe, el pasado 12-O

Un buen Rey con un mal Gobierno en una España necesitada de su liderazgo

Felipe VI cumple 53 años con una crisis global en España que le invita a tener un papel más relevante sin salir de los límites bien definidos en la Constitución.

| ESdiario Editorial

 

El Rey Felipe cumple años con un panorama desolador para el país al que sirve, con enorme dignidad y las máximas dificultades, desde la Jefatura del Estado. Desde la propia llegada al trono, en medio de una gran conmoción derivada de la abdicación de su padre, nada le ha sido sencillo a don Felipe, sometido a una presión incesante por los acontecimientos, unos inevitables, pero otros inducidos.

La crisis económica y sanitaria que padece España es una prueba de fuego para todas las instituciones, y desde luego para la Corona, que ha de saber simbolizar como nunca el latido de una sociedad agotada en  un país en caída: ser capaz de actuar de hilo conductor entre las emociones y las necesidades de los españoles es tal vez la tarea más importante del Monarca, y al mismo tiempo la más difícil de traducir en hecho concretos.

A ese paisaje desolador se le añade, además, una crisis institucional derivada de la llegada al Gobierno, para participar en él o para intervenirlo desde fuera, de los grandes promotores de la demolición del llamado por ellos, con desprecio, "Régimen del 78".

 

Esa amalgama nacionalpopulista que, desde Podemos a ERC o Bildu, fiscaliza al PSOE y apuesta por una España reducida territorialmente y empequeñecida en derechos, libertades y objetivos: su objetivo es el país, y por ello identifican a la Casa Real como último baluarte moral contra sus excesos.

Quizá la mayor modernización pendiente de la Corona es que el Rey pueda ser más activo y decisivo en sus funciones

El acoso y derribo al Rey, jaleado desde dentro del Ejecutivo y alimentado incluso por un presidente del Gobierno que no ha hecho nada por frenarlo, es en realidad un ataque a España a través de la persona que de algún modo encarna sus valores.

A todo ello ha sobrevivido Felipe VI, con dignidad personal e institucional, ganándose el futuro que tantos le intentan ganar. La aceptación popular obtenida, tal y como recogen todos los estudios de opinión, es la mejor prueba de su solvencia. Y también la mejor invitación para que encuentre un camino a explorar para, en el futuro inmediato, su papel sea más activo.

Porque quizá la mayor modernización que le queda pendiente a la Monarquía es ésa: dado que es una referencia y un símbolo, poner esos valores en juego más a menudo es perfectamente compatible con el equilibrio institucional que define la Carta Magna y, sin duda, enriquecedor para los ciudadanos que entienden bien el papel de un Jefe de Estado.