| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La escandalosa actitud de un presidente dispuesto a todo para conservar el poder

| EDITORIAL Editorial

 

 

Lo único que ha cambiado desde que Pedro Sánchez reclamara un 155 más contundente y el endurecimiento del delito de rebelión, que veía tan claro como el perjuicio para España de pactar con Podemos, es que él ha alcanzado la presidencia del Gobierno -tras dos derrotas históricas- apoyado precisamente por todos los partidos que consideraba imprescindible ignorar.

Sánchez llegó al poder con quienes tildaba de "peligro" para España y les concede lo que haga falta para mantenerse en él

El viraje, en apenas unas semanas, es tan escandaloso y tan evidentemente sustentado en su mero interés personal, que no convocar de Elecciones Generales de inmediato constituye un inmenso fraude político al conjunto de los españoles: no le eligieron para nada de lo que está haciendo, y lo que sabían de él cuando optaron por conducir al PSOE a sus dos peores resultados históricos era justamente lo opuesto a lo que ahora impulsa.

El penúltimo capítulo es especialmente sangrante: dar órdenes a la Abogacía del Estado para que renuncie a juzgar por rebelión a Junqueras y los otros 17 cabecillas del Golpe contra la Constitución en Cataluña, rompiendo así la coincidencia que hasta ahora mantenía la institución -dependiente de la ministra de Justicia- con el criterio de la Fiscalía del Supremo y con la precisa instrucción del juez Llarena, definitivamente abandonado por el Gobierno.

Blanquear al separatismo

La decisión tendrá probablemente poco efecto jurídico inmediato, pues tanto la Fiscalía cuanto la acusación popular mantendrán sin duda la acusación, pero tiene unas enormes consecuencias políticas y simbólicas: significa que el Gobierno, por las necesidades personales presentes y futuras de quien lo encabeza, se niega a defender la Constitución como el propio Sánchez exigía hace nada, y blanquea con ello el infame desafío de unos dirigentes al margen de la ley que ahora se sienten propietarios de La Moncloa.

 

La negativa de Sánchez a contestar si seguía oponiéndose a indultar a los cabecillas del procés cuando sus previsibles condenas sean firmes explica, con seguridad, este volantazo destinado a devolver el favor de la moción de censura y a sentar las bases de un pacto a medio plazo entre Sánchez, Iglesias y Junqueras, válido para La Moncloa y para la Generalitat.

La falta de escrúpulos se remata con la negativa a consultarle a los ciudadanos en las urnas y que decidan ellos

Es decir, un presidente que logró el puesto beneficiándose de quienes consideraba un peligro para España y tildaba de populistas, supremacistas o golpistas con razón; ahora trabaja desde el Ejecutivo para enmendar al poder judicial y  acordarlo todo con ellos, negándose además a preguntarles en las urnas primero a los ciudadanos.

La carencia de principios y escrúpulos que está demostrando Sánchez no tienen parangón en ningún país democrático occidental, y legitima pensar que, en adelante, siempre hará lo que mejor le convenga, al precio que sea, para conservar un poder que no ganó donde debía y utiliza para lo que no está facultado. Un escándalo, se mire por donde se mire, que pone en riesgo la estructura democrática de un país que no se merece un dirigente tan irresponsable y frívolo.