| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Un cartel contra Putin
Un cartel contra Putin

¿Dónde está la maquinaria diplomática con Putin?

Si las sanciones no derriban al sátrapa ruso y la participación en la guerra es inviable, quizá Europa deba activar su maquinaria diplomática para doblarle el brazo a Putin de algún modo.

| ESdiario Editorial

 

Naciones Unidas acaba de expulsar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos, una decisión de profundo significado simbólico aunque de escasas consecuencias prácticas que interrumpe la presencia de Moscú en el órgano cuando aún le quedan uno de sus tres años de presencia en el mismo, solo tiene un precedente, en 2011, con la expulsión de Libia, entonces dirigida por Gadafi.

El 79% de los miembros de la institución con derecho a voto ha defendido la propuesta presentada por los Estados Unidos, que también ha servido para dejar más claro, si cabe, quiénes son los aliados de Putin aunque intenten a menudo disimularlo: Kazajistán, Venezuela, Corea del Norte, China, Irán, Siria y Cuba se opusieron a un veto que incrementa la presión contra Rusia y deja aislado, en términos morales, a su presidente.

 

La exclusión de Rusia se completa con otra decisión relevante del Parlamento Europeo, que ha reclamado formalmente a los países de la Unión Europea que impongan un embargo “completo e inmediato” a las importaciones rusas de petróleo, carbón, combustible nuclear y gas.

Aunque la resolución parlamentaria que recoge esta petición no es vinculante, es una presión adicional a las negociaciones en marcha en la Comisión Europea, que también negocia aplicar un veto al carbón.

Si la guerra va para largo, quizá Europa deba plantearse poner en marcha su maquinaria diplomática para buscar una salida a tanto horror

Todo ello coincide con las quejas de muchos países, personificadas en la denuncia, lamento o reproche a sí mismo expresado en las vísperas por el comisario de Exteriores de la Unión, José Borrell, con un dato demoledor: desde el comienzo de la invasión, Europa ha gastado 35.000 millones de euros en comprar gas a Rusia; por solo mil millones en ayudas a Ucrania.

¿Y la vía europea?

En esa paradoja, como en tantas otras de estos días, reside el difícil papel de Europa, estilete y rehén a la vez de una Rusia que parece inasequible al agotamiento, a las sanciones y a todo: ni las imágenes de las fosas comunes repletas de civiles asesinados cruelmente han detenido a la maquinaria del Kremlin, por mucho que Occidente se empeñe en visualizar signos de decaimiento ruso.

Si esto va para largo, como pronostican los especialistas, Europa tendrá que replantearse su estrategia: si no puede entrar en guerra por el riesgo nuclear y sus sanciones no son suficientes para detener a Putin, quizá hay que preguntarse si no ha llegado la hora de activar, de verdad, la maquinaria diplomática. El horror ya visto no puede prolongarse mucho más.