| 07 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sánchez usurpa la presidencia dejándose intervenir por los enemigos de España

Asaltar la presidencia sin votos, negándose a convocar Elecciones y apoyándose en Bildu y Puigdemont es un escándalo democrático que el PSOE pagará en las urnas como nunca.

| ESdiario Editorial

 

 

Si nada imprevisible ahora mismo lo remedia, Pedro Sánchez será desde este lunes el nuevo presidente de un Gobierno inviable, con sólo 85 diputados y sustentado en partidos que buscan, a toda costa, debilitar y manejar el primer puesto ejecutivo de España.

Llegar a esa posición sin los votos de los ciudadanos y negarse a preguntarles con inmediatez es un escándalo y un fraude político, por mucho que sea legal, agravado por la catadura política de sus aliados y, en adelante, interventores: todos los partidos independentistas que en estos momentos desafían la propia existencia constitucional de España y Podemos, el principal adversario electoral del PSOE, promotor de unas políticas antisistema que han fracasado en Europa y generado dolor en Sudamérica.

Lo que hace Sánchez es un fraude político y una traición conceptual a las obligaciones más elementales exigibles a alguien digno de ocupar la presidencia

Como guinda, uno de los apoyos de Sánchez es Bildu, el partido heredero de Batasuna, cómplice y trampolín de la ideología que llevó a ETA a asesinar a casi mil personas y a sembrar el terror en toda España durante medio siglo.

Es simplemente vergonzoso asaltar La Moncloa en esas condiciones, y el propio Sánchez demuestra ser consciente de ello al negarse a convocar Elecciones de manera urgente para que sean los españoles quienes decidan la salida a la crisis institucional de España. Pero además es inviable. No se puede gobernar intervenido por quienes quieren liquidar el país que se dirige, y no se puede hacer con 85 diputados, una cifra ínfima que bloquea la acción ejecutiva, impide la legislativa y convierte al Consejo de Ministros en una marioneta de quienes lo soportan a cambio de concesiones

Sánchez, y con él su partido, malversan un procedimiento legal para pervertir el sentido de la democracia, y lo hace a lomos de las fuerzas políticas a las que debería ayudar a frenar e ignorando a los propios ciudadanos, hurtándoles su participación y quedándose con una presidencia que le habían negado por dos veces en muy poco tiempo.

A cualquier precio

Que el secretario general del PSOE, además, acepte gobernar con los presupuestos del PP, atacados con dureza hasta ayer, es el colmo de la desfachatez y la prueba definitiva de que su acceso al poder a cualquier precio era el único objetivo que le movía.

 

 

El viaje de Sánchez terminará cuando se convoquen Elecciones Generales y tanto él como su formación paguen el precio político que los ciudadanos decidan, probablemente muy alto, pero mientras lo va a pagar España: el PSOE ha decidido apoyarse y dejarse intervenir por quienes sostienen los mayores desafíos contra su estabilidad institucional, democrática y política; transformando la presidencia en una herramienta para alimentar esos conflictos en lugar de para frenarlos.

Y lo ha hecho con una excusa, como la corrupción, que siendo un problema enorme no justifica el acoso a Rajoy ni el derribo de su presidencia. Para empezar, porque en un Estado de Derecho las responsabilidades políticas se dirimen en las urnas y las judiciales en los tribunales, algo que en España funciona felizmente sin distingos ni excepciones.

Llegar a La Moncloa apoyado en Puigdemont y Bildu es una vergüenza agravada por la negativa a convocar ya Elecciones

Y para terminar, porque un partido sumido ahora mismo es un escándalo tan mayúsculo como el de los ERES no puede presentarse como ejemplo de nada y, mucho menos, cuando se apoya en una formación que a su desafío anticonstitucional le añade una ristra de delitos en sus filas resumidos en la trama corrupta del 3%.

Lo cierto es que España iba razonablemente bien, tras unos años durísimos que aún dejan secuelas y dramas cotidianos, y que paradójicamente ese avance coincide con un clímax de la corrupción que obviamente afecta a la imagen del Gobierno, del presidente Rajoy y del partido que sustenta a ambos. Por eso lo razonable era concluir la legislatura y dejar paso a un nuevo liderazgo en la formación de centroderecha con un proyecto regenerador que le aleje definitivamente del saqueo que algunos de los suyos han perpetrado durante demasiados años.

Fraude y traición

En ese contexto, presentarse como solución y dramatizar las circunstancias para tratar en vano de esconder las condiciones en las que se accede al poder, es un bochorno que se adentra en el terreno del fraude político y en la traición conceptual a las obligaciones más elementales exigibles a alguien digno de ocupar la presidencia de un país como España. Y potencia el pulso que padece España por quienes ayer eran los adversarios en minoría y hoy pueden ser los propietarios políticos de La Moncloa.