| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El verdadero Puigdemont: no se cree el Golpe, se fuga y vive en una mansión

El soberanismo se retrata en la insólita caradura del expresidente: mientras pide a todos que se inmolen por el procés; él vive a todo tren en el extranjero y no tienen intención de volver.

| Editorial Editorial

 

 

Ni los más fanáticos seguidores de Puigdemont pueden ya negar el fenomenal engaño que proyecta al público su líder para conducirles a ellos, a su partido, a las instituciones catalanas y a la propia Cataluña a un abismo económico, político y jurídico del que él, sin embargo, intenta librarse por todos los medios y con todas las comodidades.

Si los célebres mensajes al dirigente de ERC Toni Comin sirveron para desvelar cómo era consciente del fracaso de su desafío y de que sus únicas opciones son sentarse en el banquillo o vivir en el extranjero; el alquiler de una mansión en Waterloo ratifica esa certeza -el contrato es por nueve años- y le añade otras dos: no tiene intención alguna de asumir sus responsabilidades legales, como otros dirigentes sí han hecho; y va a quedarse en un 'exilio' rodeado de lujos y bienestar.

Puigdemont no se puede costear el tren de vida de Bruselas. Es crucial saber con qué dinero se lo está pagando

Sobre esto último cabe hacerse varias preguntas. ¿Con qué dinero se está costeando Puigdemont ese nivel de vida? En su última declaración de bienes y patrimonio conocida, publicada obligatoriamente en el Portal de Transparencia de la Generalitat, sólo constaban unos ahorros de 14.000 euros, una vivienda valorada en 280.000 euros, una carga crediticia, probablemente hipotecaria, de 126.000 euros; y un vehículo de la marca Renault, modelo Scénic.

Es decir, con sus propios recursos, el expresident no se puede costear la fuga a Bruselas, la permanencia en un hotel de varias estrellas y, ahora, el arrendamiento de una mansión en toda regla cuyo alquiler mensual quintuplica la letra media de su Gerona natal.

No es baladí preguntarse quién financia su aventura, pues, especialmente tras una semana en que un juez ha concluido en un auto que el procés en su conjunto puede haber sido financiado con dinero del FLA: los 53.000 millones de euros que todos los españoles han puesto desde 2012 para rescatar financieramente a Cataluña de la crisis y de la nefasta gestión de sus instituciones.

¿Como Mas y Forcadell?

Si a esto se le suma la sospecha, más que fundada, de que los presupuestos autonómicos han costeado también, con distintos procedimientos, la labor de entidades como Ómnium o la Asamblea Nacional Catalana -receptoras históricas de fondos y responsables del pago de fianzas como las de Mas o Forcadell-; puede concluirse de que hay indicios más que sobrados de que Puigdemont está en Bélgica gracias al presupuesto público, de una manera directa o indirecta. 

 

Mientras Puigdemont pide a todos que se inmolen; él se protege de la Justicia y busca mansiones para 9 años

 

Porque la otra opción es que le estén ayudando empresarios como Josep Maria Matamala, un antiguo concejal de CiU en Gerona que prosperó económicamente al calor, precisamente, de los contratos institucionales del independentismo.

Sea como fuere, la Justicia deberá añadir a sus ya prolijas investigaciones económicas una línea propia sobre Puigdemont que despeje las incógnitas y aclare si es el propio Estado o no quien financia involuntariamente su vida personal en estos momentos.

Mientras, resulta incomprensible e indiciaria del desvarío imperante en el independentismo; que ERC y su delegado en el Parlament, Roger Torrent, insistan en la investidura de un prófugo irresponsable que no cree en lo que exige a los demás y que, en lugar de estar en la cárcel o el banquillo como el resto, dedica su tiempo a buscar una casa de lujo en Waterloo donde instalarse para una década.

El chantaje de Puigdemont

Las tensiones internas del soberanismo, dividido y enfrentado desde que se negara a acudir en bloque a las elecciones del 21D, explican su incapacidad para desbloquear el infame parón institucional que padece Cataluña y demuestran cómo Puigdemont chantajea a sus teóricos socios, que no le quieren pero no se atreven a decírselo a su clientela por miedo a regalarle al fugado el título oficioso de único defensor de la quimérica República.

Junqueras ya dejó escrito hace un mes, desde el penal de Estremera, que no era compatible presidir la Generalitat -en el caso de que la Justicia lo permitiera- y vivir en Bélgica y que la investidura telemática era inviable. Desde entonces, lejos de convertir esas palabras en hecho; ERC ha mantenido una ficción en la que nadie cree y que sólo ha servido para enfrentar más a todos los protagonistas del soberanismo.

Pero esto tiene que acabar, y muy en breve, porque los plazos institucionales son muy claros y las opciones son muy escasas: o insisten en la imposible investidura de Puigdemont, incurriendo con ellos en posibles delitos; o buscan un candidato alternativo sin causas judiciales pendientes y que respete el marco constitucional o se repiten Elecciones. En cualquiera de los casos, el procés ha muerto.